Leales, fanáticos e idealistas: nacen las "Fuerzas del Cielo"

Sergio Berensztein

El reciente evento protagonizado por un grupo autodenominado "Las Fuerzas del Cielo" ha generado un revuelo significativo en el ámbito político argentino. La aparición de este colectivo, que parece tener un fervor casi religioso hacia el presidente Javier Milei, merece un análisis más profundo y menos dramatizado.

Desde siempre, los presidentes han contado con sus grupos de seguidores. Esto no es exclusivo de Argentina; es una dinámica que se repite en todo el mundo. Por lo tanto, mi primera recomendación es no sobredimensionar la relevancia de esta agrupación.

La reunión tuvo lugar en un teatro pequeño en San Miguel, y su organización estuvo a cargo de Joaquín de la Torre, un exfuncionario peronista del PRO, conocido por su buena relación con el sistema político y la Iglesia Católica. No hay elementos que sugieran que De la Torre tenga inclinaciones fascistas.

Lo que se observa en este grupo son jóvenes idealistas que creen que el presidente está llevando a cabo un buen gobierno. Su idealismo, quizás exagerado, los lleva a manifestar un compromiso absoluto con su figura. Esta militancia espontánea, que también se ha visto en otros sectores políticos, tiene una clara connotación de derecha, aunque no parece haber un trasfondo ideológico tan marcado como el de grupos más extremistas de la historia argentina.

Las referencias a la familia y la propiedad que se encuentran en sus discursos evocan a la vieja derecha argentina, pero es importante recordar que el presidente y su hermana no tienen hijos. Esta contradicción puede parecer extraña, pero resalta la identificación de este grupo con los valores que el presidente representa.

Cuando se habla de "armas", en este contexto, se hace referencia a las redes sociales. La figura del "Gordo Dan", líder de esta organización, aclara que el celular es su única herramienta de lucha, lo que sugiere que no hay intenciones violentas detrás de sus declaraciones.

El fervor con el que estos jóvenes se expresan, incluso hablando de dar la vida por el presidente, puede ser interpretado como una exageración típica de la juventud. Muchos de ellos provienen de un trasfondo peronista, lo que añade otra capa de complejidad a la situación. Mi perspectiva es que debemos observar este fenómeno con cautela, pero sin caer en la alarma. Más que una amenaza seria, esto parece ser un fenómeno folclórico y antropológico que merece atención, pero no pánico.