Obligada por las circunstancias y alentada por Lula

Sergio Berensztein

La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner regresa al escenario político argentino con un desafío significativo: presidir el Partido Justicialista (PJ). 

Este retorno está impulsado por la necesidad de enfrentar un panorama político y penal complejo. 

El contexto actual se asemeja al de Brasil, donde Lula superó adversidades, incluyendo una prisión de casi dos años, para recuperar la presidencia y revertir la difícil etapa del gobierno de Jair Bolsonaro. 

El PJ está dividido y debilitado, lo que plantea la interrogante sobre si Cristina es la mejor opción para reorganizar el partido.

CFK propone una especie de amnistía y un "borrón y cuenta nueva", evocando la transversalidad política de sus inicios. El problema es que alguien le crea. Su relación con Alberto Fernández, a quien considera un "engendro", ha dejado una marca negativa en su legado político.

Un diputado del PJ señala que "Cristina gana una vez cada 10 años", lo que no es suficiente para reconstruir el partido. 

Axel Kicillof es un competidor interno, que a pesar de sus errores, "hasta ahora no ha cometido escándalos de corrupción".

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El gobierno de Javier Milei podría estar celebrando la reaparición de Cristina, ya que ella misma se pregunta en su carta si "hay una mayoría de argentinos que están dispuestos a soportar lo que sea con tal de que no vuelva a gobernar un peronista". 

Esta reflexión sugiere que el retorno de Cristina podría tener implicaciones en la percepción de los votantes de Milei, quienes, a pesar de la situación económica, podrían reafirmar su decisión electoral de octubre y noviembre del año pasado.