Nikolái Gógol: un puente entre Ucrania y Rusia
Cada 1 de abril, se recuerda a este autor ucraniano que escribió en ruso. Su obra trasciende fronteras, reflejando la complejidad cultural entre Rusia y Ucrania en un contexto contemporáneo.
03/04/2025 | 14:32Redacción Cadena 3
Cada 1 de abril, el calendario literario recuerda el nacimiento de Nikolái Gógol, uno de los autores más fascinantes y enigmáticos de la literatura del siglo XIX. Nacido en 1809 en Soróchintsy, una localidad de la actual Ucrania —entonces bajo dominio del Imperio ruso—, su figura hoy se encuentra en el centro de una disputa cultural que va mucho más allá de los libros: la guerra entre Rusia y Ucrania ha reavivado debates sobre identidad, lengua, patria y memoria, y Gógol, con su vida y obra, encarna como pocos esa historia común, pero también dividida.
Gógol fue el puente entre dos mundos que durante siglos compartieron religión, alfabeto, gastronomía, sangre y sueños imperiales, y que hoy se encuentran enfrentados en un conflicto armado. Como bien plantea el escritor Cave Ogdon, ya en 2009 —con motivo del bicentenario del autor— se encendieron los debates sobre su nacionalidad: un escritor ucraniano que eligió escribir en ruso, lengua de la élite cultural y política de su tiempo, y que se trasladó joven a San Petersburgo para desarrollar allí su carrera literaria. Una decisión que, como tantas otras en la historia de las letras eslavas, estuvo cruzada por la geopolítica y las jerarquías culturales impuestas por el zarismo.
Su obra, sin embargo, parece flotar por encima de esas fronteras. Aunque escribió en ruso, buena parte de su imaginario proviene de su tierra natal. "Tarás Bulba", con sus cosacos y polacos enfrentados en las estepas ucranianas, ayudó a modelar una identidad épica para un pueblo sin Estado.
Al mismo tiempo, textos como "El inspector" o "Almas muertas" son retratos descarnados y satíricos de la sociedad rusa del siglo XIX. Como sugiere Ogdon, Gógol es interesante precisamente porque "presenta esa doble dimensión en que se entrecruzan las culturas rusa y ucraniana".
A nivel literario, fue una revolución. Con un estilo que mezcla lo grotesco con lo fantástico, lo popular con lo filosófico, Gógol abrió caminos por donde después transitarían los gigantes: Dostoievski, Turguénev, Tolstói y hasta Kafka, quien encontró en "La nariz" y "Diario de un loco" ecos premonitorios de su propio universo absurdo.
De hecho, como recordaba el diplomático y crítico Eugène-Melchior de Vogüé, una generación completa de escritores rusos solía repetir: "Todos salimos del capote de Gógol", en alusión a uno de sus cuentos más famosos.
Quienes aún no se han acercado a la obra de Gógol pueden encontrar en el mencionado "Diario de un loco" una puerta de entrada excepcional. En este cuento, lo que comienza como la rutina gris y burocrática de un empleado estatal se transforma, poco a poco, en un descenso delirante hacia la locura: perros que hablan, cartas intercambiadas entre canes y delirios de grandeza que llevan al protagonista a proclamarse rey de España. Todo está narrado con una naturalidad perturbadora, que convierte lo absurdo en cotidiano. Se trata de una sátira brillante sobre la alienación del individuo, escrita mucho antes de que la modernidad llegara del todo a Rusia.
Gógol vivió sus últimos años consumido por una profunda religiosidad, influenciado por un sacerdote que lo convenció de abandonar la escritura y dedicarse de lleno a la vida espiritual. Llegó incluso a quemar la segunda parte de "Almas muertas", en un gesto que parece sacado de uno de sus cuentos: una novela inacabada que, sin embargo, es considerada su obra maestra. Inspirada en "Don Quijote" y "La Divina Comedia", la historia del inescrupuloso Chíchikov —que compraba siervos muertos para quedarse con sus tierras— sigue siendo una sátira mordaz del sistema feudal ruso.
Hoy, a 2016 años de su nacimiento, Gógol vuelve a ser parte de una discusión sobre pertenencias, identidades y apropiaciones. Pero, como ocurre con tantas figuras literarias universales, su verdadero hogar no está en una nación, sino en la lengua, la imaginación y ese humor trágico con el que supo mirar el mundo.
En ese sentido, el crítico literario George Steiner habló de "extraterritorialidad" para describir a los escritores que, desarraigados de una patria fija, convierten esa condición en potencia creativa. Gógol —nacido en Ucrania, que escribió en ruso, y es reivindicado por ambos— es uno de ellos: un autor sin fronteras, cuya obra sigue hablando con lucidez al corazón humano.