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La declaración del DT de River en la que expresaba su deseo de dirigir la selección algún día generó diversas interpretaciones y una respuesta tajante del propio Gallardo.
FOTO: Gallardo negó que se esté postulando a la Selección.
Diego Borinsky
No hay ninguna chance de que Marcelo Gallardo sea el entrenador de la Selección Nacional antes del Mundial de Qatar. Cero por ciento de posibilidades.
Para el que todavía está enojado porque a la Selección la dirige un director técnico sin ninguna experiencia previa al frente de un equipo o para el futbolero que en su buena fe se ilusiona con ver a uno de los mejores entrenadores argentinos de la actualidad conduciendo al combinado nacional, la lectura de esta nota podría finalizar aquí mismo: Gallardo no será el entrenador de la Selección antes del Mundial de Qatar. Es una sentencia imposible de modificar.
Los que estarán al frente de la Selección en la máxima cita mundialista de 2022, de no producirse una hecatombe a esta altura muy pero muy difícil de imaginar (cinco derrotas consecutivas por Eliminatorias, por ejemplo) serán Lionel Scaloni y sus calificados colaboradores: Pablo Aimar, Roberto Fabián Ayala y Walter Samuel. Así será por más que unos cuantos periodistas con ínfulas de lobistas y empeñados en tener influencia en la cocina de las decisiones de la casa madre del fútbol argentino intenten torcer ese destino. Ya damos los argumentos.
Antes que nada, para que quede clara la postura futbolera de la que parto en esta columna: aunque no haya dirigido ni siquiera un club antes, Scaloni y su cuerpo técnico se ganaron merecidamente el derecho a estar en el lugar que están y a dirigir en un Mundial. Hago un breve paréntesis: me parece necesario no olvidarnos de Aimar, Ayala y Samuel por la sencilla razón de que no están pintados, son parte activa del trabajo cotidiano y de las decisiones que toma Scaloni. Además se trata de ex jugadores de jerarquía y recorrido en la Selección y en el fútbol europeo de elite y, por ese motivo, mirados con respeto por los futbolistas. Por otro lado, más allá de ser el ídolo de la infancia de Messi, Aimar ya mostró sus condiciones como entrenador en las selecciones juveniles. También su claridad conceptual y la forma de comunicarlo.
Bien. Scaloni y su cuerpo técnico tienen merecido el lugar que ocupan hoy por varios motivos. En principio, hicieron el gran recambio que sus antecesores (Bauza y Sampaoli) no se animaron a hacer. Les dieron la titularidad a futbolistas que la prensa ni nombró en las mil horas de aire en las que se postulan mil nombres para armar mil equipos diferentes (Dibu Martínez, Cuti Romero, Rodrigo De Paul, Nico González, Nahuel Molina) y potenciaron a Messi brindándole un ámbito para que se sienta cómodo, importante y no el salvador del equipo. Y consiguieron darle identidad a ese equipo.
Se sabe a qué juega Argentina. Es lo que suele verse en los arranques de los partidos: presión alta, juego por abajo, volantes internos que se cierran y laterales que trepan hasta el área rival, llegadas por adentro mayoritariamente. Mucho vértigo y juego vertical. Se ha visto muy buena circulación de pelota, lindas combinaciones. Es cierto: falta que esa idea se prolongue por más tiempo durante los partidos. En muchos pasajes, la Selección cede el balón y se tira demasiado atrás. Aunque resulta imposible jugar con la misma intensidad durante los 90 minutos, es un punto a corregir. En paralelo al factor juego, se han dado los resultados: apenas 4 derrotas en 32 partidos, un invicto de 18 encuentros (la segunda mejor marca en la historia de la selección detrás de los 31 de Basile), 2° puesto en las Eliminatorias actuales sin padecimientos por ahora (un terreno siempre áspero), un tercer puesto en la última Copa América y ahora con la expectativa razonable de llegar a la final.
Aclarado este asunto, vamos a Gallardo. El viernes 2 de julio, el Muñeco le dio una entrevista de una hora a F90, el programa que conduce Sebastián Vignolo en ESPN. Gallardo no pidió que le hicieran la nota para postularse a nada. Es más: si fuera por él, solo se comunicaría por las ruedas de prensa. Durante casi todo su mandato, en las pretemporadas solía dar entrevistas a los enviados especiales. Es un momento donde se relaja, donde tiene tiempo porque está concentrado y no siente que le quita espacio para compartir con su familia, y de algún modo premia a los cronistas que cubren toda la pretemporada. Desde hace unos años dejó esa costumbre, quizás un poco harto de todo el ruido mediático que suele generar hasta cuando estornuda.
En este caso, como hubo un único periodista enviado desde Argentina que estuvo durante toda la pretemporada en Estados Unidos (Javier Gil Navarro, de ESPN), accedió al pedido. Y fue muy generoso: no fijó un límite de 10 o 15 minutos como tope, como hace la mayoría que se saca el compromiso de encima (la charla duró una hora), no contestó con frases de cinco palabras como hacen otros en conferencias de prensa a la que se presentan por obligación pero no dicen absolutamente nada concreto, y respondió con respeto las preguntas de todos, incluidas las de panelistas que a diario le critican absolutamente todo a Gallardo, evidenciando un encono personal que no se animan a blanquear (Diego Fucks, por ejemplo).
En ese contexto, cuando le preguntaron por la selección nacional, manifestó lo que pensaba. Lo que sentía. La sinceridad no abunda en el ambiente del fútbol. Es más fácil responder con un lugar común, con una frase hecha que no comprometa al interlocutor y no implique un rebote mediático, que otra cosa. En este ambiente garpa más zafar que otra cosa. Gallardo dijo que le encantaría dirigir la selección y aclaró que jamás se la habían ofrecido.
Aquí me detengo en el segundo punto. En esta grieta típicamente argentina que nunca falta y hoy divide a scalonistas de antiscalonistas, se ha dicho, sin sustento alguno: “Scaloni fue el único que quiso agarrar la selección”. Mentira. Recordemos cómo se dio la llegada de Scaloni: Chiqui Tapia se quería sacar de encima el contrato alto que le había firmado él mismo a Jorge Sampaoli por cinco años (dos Mundiales) y lo mandó a dirigir al Sub 20 al torneo de L’Alcudia. Como Sampaoli no se iba a tragar ese sapo y terminó viendo que no le quedaba otra que irse, terminaron consensuando una salida.
Tapia mandó a Scaloni a dirigir L’Alcudia, Argentina fue campeón y luego quedaban 6 amistosos de fecha FIFA para disputar hasta fines de 2018. Con los mejores (Simeone y Gallardo) muy abocados a sus clubes y con la temporada ya iniciada (River en plena fase de mata-mata de la Libertadores que terminaría ganando en Madrid), y teniendo a Scaloni como opción mucho más económica y a mano, ya que tenía contrato con AFA, lo puso al frente de esos amistosos. Los resultados fueron buenos (4 triunfos, incluidos dos ante México, un empate y solo una derrota por 1-0 con Brasil), se vieron un montón de caras nuevas y los hombres más destacados le subieron el pulgar al DT. Scaloni siempre fue un futbolista de mucha personalidad y se percibe que es un buen líder de grupo, que sabe llevarlo. En 2019, Scaloni pasó de interino a confirmado, dirigió la Copa América, arrancó las Eliminatorias y aquí estamos ante una nueva Copa América.
Recordaba cómo había llegado Scaloni por una sencilla razón: Gallardo nunca se negó a dirigir la Selección porque nunca se la ofrecieron. Chiqui Tapia no se la ofreció a nadie más que a Scaloni. No tuvo tiempo físico ni ocasión propicia ni deseo alguno para hacerlo por una sencilla razón: lo hizo renunciar a Sampaoli, a Scaloni lo tenía ya contratado, era barato y le salieron bien las cosas. ¿Por qué cambiar? De este modo, tampoco se arriesgaba a que Gallardo rechazara públicamente el ofrecimiento con el argumento de que no había un proyecto serio detrás. ¿Por qué inmolarse ante un hipotético escenario de desaire?, habrá pensado Tapia.
Esto es lo mismo que ocurrió con Matías Almeyda cuando asumió en River en el Nacional B. Se dijo mil veces que ningún otro entrenador quiso agarrar. Mentira. Passarella sólo había pensado en Almeyda, ya lo tenía en el club, lo conocía, era barato (primera experiencia) y no se arriesgaba a comerse ningún sapo de otros entrenadores que lo rechazaran. Y además volvemos al tema del tiempo: River descendió un domingo y dos días después Almeyda ya había sido elegido entrenador. No hubo espacio concreto para que Passarella buscara a otros entrenadores o para que esos otros entrenadores rechazaran la propuesta. Reconocimiento absoluto para Almeyda por tomar ese hierro caliente. Nadie parió el ascenso como él. Pero eso no quita la otra realidad: no hubo entrenadores que rechazaron el cargo.
Con la Selección ocurrió algo muy similar. Y Gallardo quiso dejar bien en claro que a él no le ofrecieron jamás la selección. Ya lo había manifestado en otras ocasiones, por ejemplo, el 10 de enero de 2019, en una conferencia en Punta del Este previa al amistoso entre River y Nacional. “Tengo un compromiso total con esta institución. Yo nunca rechacé a la selección porque nunca me la ofrecieron”, declaró entonces.
Simeone, a diferencia de Gallardo, sí expresó en más de una oportunidad en diferentes entrevistas: “A la selección me gustaría dirigirla de grande, ahora estoy con la energía del día a día”. Gallardo no quiere que todos crean que Tapia se la ofreció y a él no le interesa. Es más: recalcó que le encantaría dirigir a la Selección. Y en un Mundial. Para que a nadie le queden dudas de su sentimiento por la representación deportiva del país. No le da lo mismo. Hace seis años, en charlas que mantuvimos para el libro Gallardo Monumental, me confesó que cuando se enteró del doping positivo de Maradona en el Mundial 94 se puso muy mal y lloró. Y el Muñeco no era un pibe de 10 años que jugaba con sus amigos en la plaza; ya tenía 18 cumplidos y un año y medio en la Primera de River.
Gallardo eligió ser sincero y expresar lo que sentía. ¿Qué iba a decir? “Me da lo mismo dirigir la Selección”. O “la verdad es que no me interesa dirigir la Selección”. Ridículo. Después, que periodistas que en vez de micrófono usan bisturí (operan en vez de informar/opinar/entrevistar) y no les gusta Scaloni y hasta son capaces de editorializar que prefieren la derrota de la selección en esta Copa América para que cambie el proyecto, no es problema de Gallardo.
Es imposible que el Muñeco se mueva de River al menos hasta que finalice su contrato, el 31 de diciembre de 2021, por una sencilla razón: está en plena pretemporada con el plantel, ha convencido a jugadores de que se queden, ha sumado a refuerzos que quieren ser dirigidos por él y sabe que puede ser su último semestre en el club. Falta una semana para que su River juegue los octavos de final de ida de la Libertadores ante Argentinos. No es necesario conocer demasiado en profundidad a Gallardo para saber que jamás dejaría tirado a River en esas circunstancias, ni tampoco en cuartos, en semis o en el medio de un campeonato. Si se va, lo hará al terminar un semestre, cuando hace su tradicional balance. Ya lo explicó mil veces en público.
Recordemos también lo que contó hace poco Mariano Juan, ex compañero de Gallardo en inferiores y de relación cercana al DT de River: que Eric Abidal, director deportivo de Barcelona, lo llamó a Gallardo a fines de 2019 para contarle que Ernesto Valverde estaba en la cuerda floja como DT del Barcelona, que sólo había que esperar que un par de resultados lo eyectaran del banco, y que pretendían que él fuera su reemplazante. “Si arranco la pretemporada con River, imposible”, les contestó el Muñeco. Y así pasó. A Valverde lo echaron el 14 de enero de 2020, pero Gallardo ya estaba preparando a River para un nuevo semestre. No lo iba a dejar tirado. No lo dejó. Por más que del otro lado estuviera la propuesta concreta y real del Barcelona de Messi. Punto.
Gallardo le dio la nota a ESPN después de que Argentina clasificara en su grupo de la Copa América con tres victorias consecutivas y un día antes del cruce de cuartos con Ecuador. Imaginemos por un segundo que se hubiera dado un escenario catastrófico: que la Selección perdiera 6-0 con Ecuador y Tapia echaba esa misma noche a Scaloni o que Scaloni presentaba su renuncia al día siguiente. De aquí a fin de año hay seis partidos de Eliminatorias: dos en septiembre, dos en octubre y dos en noviembre. Y ya sabemos que Gallardo jamás dejaría tirado a River. Está clarísimo que hubiera sido inviable nombrar a un interino para que dirigiera un tercio de las Eliminatorias (6 partidos de 18) y poner en riesgo la clasificación al Mundial de Qatar. Hubieran tenido que elegir a un entrenador en reemplazo de Scaloni. Y ese entrenador no podría haber sido Gallardo porque no dejaría tirado a River.
Entonces, pensar que Gallardo dijo lo que dijo para ocupar el lugar de Scaloni ya mismo o en unos meses es una hipótesis que no tiene ni un mínimo rasgo de viabilidad. No tiene la más mínima lógica. Es como si una persona que no tiene la más mínima noción de nada vinculado al fútbol, agarre “a” (Scaloni sin experiencia) y “b” (Gallardo quiere dirigir la selección) y concluya que “a” se combina con “b” y da como resultado “c” (Gallardo quiere ocupar el lugar de Scaloni), sin considerar un mínimo argumento.
Juan Carlos Pasman apuntó en esa dirección en el Show del Fútbol, su programa de los domingos a la noche. Así arrancó su editorial: “La declaración de Gallardo fue de mal gusto y le serruchó el piso mal a Scaloni. Y vos, Muñeco, que te la pasás hablando de formas, de valores y de maneras, no podés hacer lo que hiciste. Quizás te prestaste a una campaña, a una operación porque lo vieron débil a Scaloni”. No hubo un solo compañero de panel de Pasman que coincidiera con su postura. Pero no importa: el tema es tirar frases polémicas en la mesa de debate y tratar de sumar alguna décima de rating más. No importa menoscabar la ética de las personas sin ningún fundamento.
“El deseo de dirigir la selección es a futuro, no quiere decir que me esté postulando. Esa idiotez que mucha gente menciona es de miserable, el que realmente me conoce sabe a qué me refería. Si algo fui y soy, es respetuoso del trabajo de los demás. Hay muchos miserables dando vueltas”, respondió Galllardo ayer en charla con los periodistas de River Monumental, luego de la malinterpretación absurda que habían hecho algunos comunicadores con las declaraciones de Gallardo del viernes. Lamentablemente, hay una importante porción del público que escucha lo que muchos periodistas opinan sin medio argumento y terminan creyéndoselo y repitiendo.
Por otro lado: ¿alguien cree realmente que Gallardo necesita armar una campaña mediática para llegar un día a dirigir la Selección nacional? Su mejor campaña es la que viene haciendo con River desde hace 7 años. Nada mejor que eso. Por resultados y por la identidad de sus equipos. Si hoy se hiciera una encuesta entre hinchas futboleros argentinos sobre quién le gustaría que fuera el próximo entrenador de la selección, Gallardo ganaría por amplio margen. No hay que ser un sabio para imaginarlo.
Sé que hay muchas horas de programación en radio y televisión por llenar, demasiados programas, pero déjenlo tranquilo a Scaloni y su cuerpo técnico, que están haciendo las cosas bastante bien y pusieron a la Selección ante una importante y concreta oportunidad de acabar con la malaria de los 28 años sin títulos. Y de que Messi se saque las ganas y podamos verlo de una vez por todas levantar un trofeo con la selección mayor. Es un deseo cada vez más fuerte del pueblo futbolero argentino.
Y déjenlo tranquilo a Gallardo, que no se hizo el distraído y mostró que quiere realmente dirigir la selección algún día. Valoremos su sinceridad y sus ganas. No podemos darnos el lujo de prescindir de un entrenador de su nivel como nos pasó con Carlos Bianchi en su mejor etapa. Ya llegará su momento. “Tengo 45 años, soy muy joven”, declaró Gallardo en la misa nota con ESPN, pero esa parte muchos la obviaron. Ojalá que el día que lo busquen sea con un proyecto serio detrás y con el respaldo correspondiente.
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