El día que EE.UU. compró Alaska a Rusia por una suma insólita
Este 30 de marzo se cumplen 158 años de un momento increíble de la historia. Esta transacción, inicialmente criticada, se convirtió en una inversión clave para Washington y un lamento nacionalista en Rusia.
30/03/2025 | 10:11Redacción Cadena 3
En tiempos en que Rusia busca consolidar su control sobre vastas zonas de Ucrania, y Estados Unidos insiste en su interés estratégico por Groenlandia y el canal de Panamá, resulta sorprendente recordar que hace exactamente 158 años, ambas potencias protagonizaron una transacción pacífica y casi inverosímil: la venta de Alaska al gobierno de Washington por una suma que hoy parece irrisoria.
La operación se cerró el 30 de marzo de 1867, aunque la transferencia formal del territorio recién culminaría más de un año después, el 27 de julio de 1868. Aquel pacto quedó grabado en la historia como una de las inversiones más rentables jamás realizadas por Washington, y como una de las decisiones más cuestionadas del zarismo ruso.
Para muchos en Rusia, incluso hoy, se trata de una herida abierta. “Si Rusia tuviera en su poder a Alaska hoy, la posición geopolítica del mundo sería diferente”, afirmó en una conmemoración anterior Sergey Aksionov, primer ministro de Crimea. Su lamento no es aislado: cada aniversario reaviva en sectores nacionalistas el reproche hacia aquella cesión de casi 1,5 millones de kilómetros cuadrados de territorio.
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La historia detrás del gran remate
La colonización rusa de Alaska comenzó en 1784, cuando comenzaron a instalarse puestos comerciales, iglesias ortodoxas y comunidades dedicadas a la caza de pieles. Pero tras la derrota en la Guerra de Crimea, el zar Alejandro II empezó a temer que el Imperio Británico, su antiguo enemigo, intentara apoderarse de esa remota región.
Fue entonces cuando surgió una jugada audaz: vender Alaska a Estados Unidos, no solo para impedir que cayera en manos británicas, sino también para estrechar lazos con Washington y, de paso, hacer caja con una tierra que, desde Moscú, parecía más un gasto que un activo.
Una cifra que hoy parece ridícula
El precio acordado fue de 7.200.000 dólares de la época, lo que ajustado por inflación rondaría los 125 millones actuales. Para dimensionar lo insólito del monto, basta recordar que en 2017 se puso a la venta una propiedad en Los Ángeles por 250 millones, el doble del valor de Alaska.
El encargado de cerrar el trato por parte de Estados Unidos fue el secretario de Estado William H. Seward, mientras que el diplomático Eduard de Stoeckl representó a Rusia. El histórico documento de pago —el cheque que el Tesoro norteamericano giró por la compra— todavía se conserva y es una reliquia de aquel episodio.
De “locura” a jugada maestra
En su momento, la prensa norteamericana ridiculizó la adquisición y la bautizó como “La locura de Seward”. ¿Quién querría un páramo helado e inhóspito, lleno de nieve y osos?
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Pero con el paso de los años, Alaska se reveló como una joya geoestratégica y un reservorio de recursos naturales: petróleo, gas, oro, pesca, y un punto clave para la investigación científica en el Ártico. Además, es un enclave de observación y control frente a Rusia en tiempos de tensiones globales.
Una cicatriz en la memoria rusa
Durante la Guerra Fría, y aún hoy, el relato nacionalista ruso ve en esa venta un acto de entrega injustificable. No son pocos los que creen que Estados Unidos se aprovechó de un imperio debilitado para obtener un botín a precio vil.
Sin embargo, la historia tiene su veredicto: Alaska fue, para Estados Unidos, una inversión que sigue rindiendo dividendos un siglo y medio después. Para Rusia, un recuerdo incómodo que algunos quisieran borrar… y otros, recuperar.