Paralímpicos y el para qué de lo que nos toca

Flavia Irós

"Hagan deporte, no importa el resultado, el deporte les va a cambiar la vida", decía el atleta paralímpico Pipo Carlomagno con convicción

Finalizados los Juegos Paralímpicos Tokio 2020, Argentina se pone de pie para abrazar a sus atletas: aplauso para Yanina Martínez, que con 28 años le hizo pito catalán a su parálisis y se trajo el bronce y para Antonella Ruiz Díaz, que lanzó la bala y la pintó de bronce en la categoría de talla baja. Y tiene aplauso para Carlomagno, que obtuvo la de plata nadando espalda en la categoría S7 (para personas con discapacidad motriz), y festejó contando que gracias al deporte mantiene a su familia.

Con su marca Brian Impellizeri ganó la de plata, saltando en largo su diagnóstico de hemiplejia, mientras que Hernán Urra también se colgó la de plata boicoteando su debilidad muscular. 

El nadador Matías de Andrade fue otro que llego a la plata. Le amputaron su pierna derecha al nacer producto de una agenesia, pero dijo nunca me van a amputar las ganas de nadar.

Juan Samorano nos regaló la de bronce en taekwondo, deporte que se sumó este año a los juegos.

"Somos personas, seres humanos, nos merecemos el mismo respeto", dijo el atleta que perdió su brazo derecho en un terrible accidente en el 2007.

Alexis Chávez, el chiquito de Pergamino trajo otro bronce para el atletismo adaptado, y Los Murciélagos hicieron sonar el cascabel de la pelota y la pintaron color plateado.

Poroto para padres, hermanos, tíos, familiares, amigos y maestros que estimularon de pequeños, que sembraron el incentivo, poroto para entrenadores empáticos, para deportistas que se animan, y para el público que humaniza sin buscar la espectacularidad permanente como si esto fuera un show surrealista.

Los Paralímpicos llegaron a su fin, y dejan resonando en el aire desde Japón para el mundo conceptos de movimiento, autonomía, superación, resiliencia, estimulación.

Pero por sobre todas las cosas, el qué hacemos con lo que nos toca, el para qué de lo que nos toca, no el por qué a mí, a partir de ahí somos campeones o víctimas en este juego que es vivir.