A merced de la Señora

Julio Perotti

En nuestra columna del viernes, hablamos de los cuatro factores que estaban poniendo bajo asedio a la gestión de Alberto Fernández.

En las últimas horas, esto se ha visto profundizado y coloca al Presidente sobre un tembladeral.

Más allá de que de alguna manera disfrute sus cinco minutos de presencia internacional, lo cierto es que el frente interno exhibe hoy estos problemas agravados.

La relación con CFK. Absolutamente detonada. Ya sin retorno. Más aún si se confirma que CFK prepara su propio regreso.

¿Le alcanza con niveles de imagen tan malos? El asunto es que los otros no están mejores.

Parece que está volviendo sobre el peronismo tradicional, acunada por los gobernadores.

¿Por qué consulta a tantos economistas?

Dos opciones: o quiere amasar su candidatura o está dispuesta a llevar hasta el límite su hostigamiento a Alberto.

Como fuere, mete presión sobre la economía. Ahora va por el Salario Básico Universal. ¿Será su bala de plata política?

Los gobernadores. Empezó el éxodo del albertismo. Ya rearmaron la Liga, un equipo de pesos pesados con poder territorial.

Su documento del viernes parece estar hecho de puño y letra por Cristina.

Con ellos y los intendentes del conurbano bonaerense, Cristina –como dijimos¬– va a querer reconfigurar el peronismo.

Ya en el peronismo demasiados piensan que Cristina sola o con La Cámpora no llega, pero sin Cristina no se gana. O sea, deben estar todos unidos.

Por eso, le piden a Sergio Massa que trate de frenar la ruptura.

¿Cuál es el precio? Que Alberto ceda en todo.

Y que ellos sean parte de las decisiones.

Massa, en solitario. El presidente de la Cámara de Diputados tenía armada su propia jugada: presionar a Alberto para reorganizar el gabinete. Están juntos en Munich en la cumbre del Grupo de los 7. Los resultados de lo que hablen allí lo sabremos pronto, al regreso.

Una gestión inerte. Alberto encabeza hoy un gobierno que no puede esquivar las presiones.

Aunque tiene un respiro porque recibe 4.000 millones de dólares del FMI, tiene todavía demasiadas cuestiones sin resolver como la segmentación de las tarifas y la falta de gasoil que, lejos de solucionarse, parece ir agravándose.

Y las medidas que se toman parecen a favor de lo que quiere Cristina. Basta un ejemplo fresquito:

Martín Guzmán y Miguel Pesce dispusieron un endurecimiento de los controles para tratar de evitar la incesante salida de dólares por el "festival de importaciones", justamente el eje de las críticas de la vicepresidenta.

Hasta dónde nos llevará Cristina, ya depende de ella, que gana cada día más centralidad política.

¿El resto? Bien, gracias: no pone ni las manos.