Donde la vida ajena parece valer cada vez menos

Juan Federico

"La Matanza tiene adosadas toda una serie de connotaciones poco elogiosas. Se trata del partido más grande del conurbano bonaerense, ubicado a pocos minutos de la Capital Federal, donde todas las carencias estructurales parecieran amontonarse. Un territorio en disputa constante, gobernado por barones de la pobreza, cuya precariedad no deja de causar asombro".

En el marco del especial sobre la Inseguridad en la Argentina, una serie de informes periodísticos que estamos desarrollando en Cadena 3 en las urbes más calientes del país, en febrero último recorrimos el conurbano bonaerense.

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En aquella ocasión, los partidos de San Martín, 3 de Febrero y La Matanza fueron parte obligada de la cobertura. 

Virrey del Pino, donde el pasado lunes a la madrugada asesinaron al colectivero Daniel Barrientos, crimen que detonó una salvaje agresión contra el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, forma parte de una densa mancha urbana de La Matanza.

Es imposible pensar sólo en Virrey del Pino sin detenernos antes en Gregorio de Laferrere y en González Catán, dos territorios sumergidos en la marginalidad en todo sentido. Los tres enclaves conforman una realidad en la que abunda la violencia en sus diferentes maneras.

La vera del río Matanza, que une Laferrere, González Catán y Virrey del Pino hace tiempo que es controlada por un grupo de narcotraficantes paraguayos y argentinos que ha impuesto una lógica violenta en la vida cotidiana. Se trata de un vasto enclave que reúne a más de medio millón de personas. Uno de los bolsones de pobreza más importantes del conurbano.

René Mendoza Parra, un jubilado de 78 años que se había animado a organizar a los vecinos de González Catán para pedir más seguridad, menos drogas y mejores condiciones estructurales, fue asesinado a tiros en la puerta de su casa por dos jóvenes sicarios, el domingo 7 de noviembre de 2021.

Un crimen que no sólo calló para siempre a don René, sino que sirvió como un potente aleccionador social: ser ciegos, sordos y mudos ante el avance del crimen organizado.

Allí, en medio de la pobreza estructural, asoma un código de la violencia cada vez más penetrante. 

Los testigos que hasta ahora han declarado ante la fiscal de Homicidios de La Matanza Gastón Duplaa aseguran que los ladrones que mataron al colectivero parecían "drogados", "no sabían manejar armas" y que "se abatataron".

Consumidores consumidos, que buscan a cualquier precio el dinero necesario para continuar sumidos en un círculo cada vez más parecido al mismo infierno.