Los desafíos que plantea la Triple Frontera para la Argentina

Juan Federico

¿Qué representa la Triple Frontera para los argentinos, en materia de inseguridad? La respuesta no admite simplificaciones. El triángulo conformado entre Puerto Iguazú (Misiones, Argentina), Foz do Iguazú (Brasil) y Ciudad del Este (Paraguay) hace tiempo que se convirtió en un territorio demasiado fértil para el delito.

/Inicio Código Embebido/

/Fin Código Embebido/

En esta cobertura especial de Cadena 3, recorrimos Ciudad del Este, donde nos ofrecieron pistolas y cocaína, en medio de una fenomenal feria en la que todo se podía encontrar. Un caos perfectamente organizado, en medio de imponentes shoppings. Donde lo legal y lo ilegal parecen convivir sin problemas, con la sombra del lavado de dinero.

/Inicio Código Embebido/

Mirá también

La Mesa de Café

¿Pistolas? ¿Cocaína? Todo al paso en Ciudad del Este

/Fin Código Embebido/

Para cruzar entre Ciudad del Este y Foz do Iguazú, sólo hubo que caminar por el puente que pasa por encima del río Paraná. No hubo mayor trámite ni control a ambos lados de esa frontera.

Es el crimen organizado brasileño, sobre todo a partir del poderoso Primer Comando Capital (PCC), el que de a poco ha ido ensanchando sus negocios en territorio paraguayo.

Puerto Iguazú, ya del lado argentino de la frontera, asoma en un principio como una ciudad más pequeña, con otra dinámica, mucho más tranquila en comparación. Pero quienes conocen muy de cerca su realidad, no se dejan engañar. Debajo de este manto en el que sobresalen las Cataratas y los turistas que llegan de todas partes del mundo, existen cientos de pasos fronterizos ilegales que comunican con Presidente Franco, en el Paraguay, a través del río Paraná, y con Foz do Iguazú, por el río Iguazú.

/Inicio Código Embebido/

/Fin Código Embebido/

Toda una economía y una dinámica social ligada al contrabando de ida y vuelta. Lanchas que se llevan de la Argentina combustible, vinos, aceites y otros comestibles y que regresan cargadas con aparatos electrónicos, cigarrillos y cubiertas. Son estos mismos caminos los que utiliza el crimen organizado para introducir armas, cocaína y marihuana.

En medio de las tres fronteras, delincuentes prófugos de cualquiera de estos países cruzan de un lado a otro, con identidades falsas o a través de cruces clandestinos, aprovechando los controles laxos y la natural ventaja que dan las ciudades de frontera y de turismo para pasar inadvertidos en los nuevos destinos que eligen para escapar de la ley.

En muchos casos, la Triple Frontera, con su porosidad, asoma como el kilómetro 0 de una serie de delitos que luego explotan en los barrios de las grandes urbes. Drogas y armas que llegan allí ingresaron por este rincón del noreste argentino.

La Policía Federal Argentina, Gendarmería Nacional y Prefectura Naval cuentan con bases fijas. Hoy, los recursos con los que cuentan no tienen correlación con el desafío al que se deben enfrentar a diario.

El contrabando en sus infinitas formas es la punta del iceberg de toda la cadena delictiva. Son cientos los que sin pudor aseguran dedicarse a comprar bidones de nafta en las estaciones de servicios para luego cruzarlos de manera ilegal, por el río, a Paraguay. Se escudan en una supuesta economía de supervivencia ante la falta de trabajo y el desprecio contante de la moneda nacional.

Una cultura de la ilegalidad que termina por corroer al sistema social en su conjunto.

Las mismas rutas del contrabando, con cientos de kilómetros a la vera del río desde Puerto Iguazú hasta Clorinda, en Formosa, son utilizadas por el crimen organizado para introducir drogas y armas.

Y en la que se mimetizan los grandes jugadores del delito. Los especialistas aseguran que en Puerto Iguazú es fenomenal el lavado de dinero. Y en varios casos, se sospecha que detrás de estas transacciones espurias estarían personajes ligados al financiamiento del terrorismo internacional, sobre todo al grupo Hezbollah.

¿Cómo se lava el dinero manchado? A través de los casinos, donde compran fichas y luego las cambian simulando haber sido afortunados en el juego; en los hoteles suntuosos; y con las criptomonedas, cada vez más diversificadas y más complicadas de perseguir en cuanto a su trazabilidad.

Hay un caso testigo: a través de los casinos de Puerto Iguazú, Assad Ahmad Barakat, el líder del poderoso clan Barakat con base en Ciudad del Este, intercambió fichas por más de 10 millones de dólares. Según los reportes migratorios, para ejecutar esta maniobra, entre 2015 y 2017 cruzó 620 veces las fronteras, con 332 ingresos en territorio argentino.

A Barakat se lo relaciona con el financiamiento de la organización Hezbollah, y se lo ha investigado por tener, presuntamente, negocios legales e ilegales en Ciudad del Este. Entre las diversas causas, se sospecha que enviaba de manera periódica fuertes sumas de dinero al grupo terrorista.

Las investigaciones contra el clan Barakat se tocan en las tres jurisdicciones de la triple frontera. Detenido en 2018 en Brasil, fue extraditado en 2020 a Paraguay. El derrotero de las causas judiciales es seguido con mucha atención por el Gobierno de Estados Unidos.

Hace pocas semanas, días antes de Pascuas, una comitiva de 16 senadores estadounidenses llegó a la Argentina, con una marcada preocupación por la realidad criminal en la Triple Frontera. Bajo total hermetismo, los senadores del país del norte estuvieron en contacto con la Presidencia de la Nación, en Buenos Aires, y luego viajaron a Puerto Iguazú, donde mantuvieron una reunión reservada en la división Triple Frontera de la Superintendencia de Investigaciones de la Policía Federal Argentina. Este dato hasta hoy no se había conocido de manera pública a través de Cadena 3.

El Clan Barakat también era investigado, en Paraguay, por el fiscal Marcelo Pecci, asesinado el año pasado por sicarios mientras disfrutaba de su luna de miel en una playa colombiana.

Recapitulemos hasta aquí: contrabando, narcotráfico, tráfico de armas y terrorismo.

Pero esto no es todo. En la Triple Frontera también se sigue muy de cerca el tráfico de personas: la trata sexual y laboral y el coyoterismo, que implica el traslado de migrantes vulnerables a los que se les cobra importantes sumas de dinero para hacerlos ingresar en los diferentes países a través de entradas clandestinas. Estas personas quedan luego, en sus nuevos lugares de destino, en condiciones de absoluta vulnerabilidad, ya que no tienen ninguna documentación oficial que las ampare.

Asegurar la Triple Frontera, como todos los pasos fronterizos del país, significa hoy contener la avanzada del crimen, que no reconoce nacionalidades ni límites. Allí donde hay poros, el delito se cuela. Para luego extenderse, ya en el interior, como una infección para la que no hay anticuerpos suficientes.