El fiscal de la Agencia de Delitos Complejos y Criminalidad Organizada de Rosario, Matías Edery, sabe lo que es el fuego cruzado. Vive entre Los Monos y el clan Alvarado, las dos organizaciones que marcan a tiros y sangre el pulso violento de la ciudad, sobre las que se ha convertido en un experto, a fuerza de investigarlas a fondo. Y, el mismo tiempo, sufre el embate de un sector de la política de Santa Fe, sobre todo luego de que avanzara en una causa contra el senador provincial del PJ Armando Traferri, sobre quien se sospecha que ha tejido vínculos con el juego ilegal y Los Monos.
Edery forma parte de una camada de fiscales de Rosario que intentan avanzar a fondo sobre las estructuras del crimen organizado y los ataques a balazos que hace tiempo sacuden a la ciudad. Un grupo de funcionarios judiciales que lejos de amilanarse, no tienen pelos en la lengua para transparentar la realidad violenta y las redes de complicidades que la hacen posible. Con una mano en el Código Penal y la otra en el pulso social.
"Nosotros creemos que como fiscales tenemos una responsabilidad política en sentido amplio, en cuanto al intento de transformación de la sociedad. A partir de ahí, hemos participado en planes de procesos de mitigación de la violencia barrial en los que interviene el Estado en todas sus áreas (cultura, trabajo, educación, etcétera) además de la intervención nuestra sacando a los violentos. Un ejemplo fue en Grandoli y Gutierrez, un barrio de Fonavi de la zona sur, de trabajadores, que se había convertido en un lugar de muchísimos problemas. En un año, hubo 32 homicidios en el marco de una pelea entre dos bandas separadas por una avenida. Después de esta intervención, con 40 detenciones y el ingreso del Estado logramos que en dos años se disparara sólo un tiro. Creemos que esta es una visión superadora de solamente meter gente presa", comienza a describir Edery ante Cadena 3.
Para esta radiografía, vale la pena detenerse en un dato clave: en la provincia de Santa Fe se pasó de tener 3.500 presos en 2014 cuando se inició el sistema acusatorio, en el nuevo sistema penal, a 9.700 que hay hoy. Sin embargo, esta multiplicación del número de personas presas lejos está de haber mitigado el derrame de la violencia urbana.
"Si la eficacia de un sistema penal se mide por la cantidad de presos seríamos muy eficaces, pero la verdad es que la tasa de homicidios trepó de 10,4 en 2014 a 28 cada 100 mil habitantes que cerramos el año paso. Evidentemente la respuesta penal no alcanza por sí sola", enseña el fiscal.
"Nosotros jamás vamos a criminalizar la pobreza, sabemos que la gente de la zona financiera que le lava el dinero a los narcos tiene la misma responsabilidad que los que tiran tiros en los barrios, porque permitirles acceder a los mercados inmobiliarios o financieros también los hace responsables. A lo mejor no genera tanta violencia directa, pero indirectamente sí, porque el negocio del narcotráfico tiene la misma lógica que cualquier negocio, que es ganar plata", apunta en esta idea de repensar al narcotráfico y a las estructuras violentas en un sentido amplio.
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Edery tiene un posgrado en violencia urbana. Hace años que investiga a la banda narcocriminal Los Monos, cuyo nombre ya es una referencia por sí mismo de la espiral de tiros, droga y homicidios en la ciudad. Y, de manera paralela, también ha avanzado sobre el clan Alvarado, liderado Esteban Lindor Alvarado, el narco que hace pocas semanas intentó escapar de una cárcel de Buenos Aires en un helicóptero.
A diferencia de otras jurisdicciones del país, el Ministerio Público de Santa Fe no se quedó de brazos cruzados esperando que la Justicia Federal reaccionara ante el avance del narcotráfico. Fiscales provinciales se pusieron a investigar estas estructuras ante la premisa que no sólo se trata de droga, sino que acumulan una serie de delitos que también pueden ser de competencia provincial.
"Los Monos es una organización que tiene una gran cantidad de gente, que se dedica al narcumenudeo, porque no maneja grandes cantidades de drogas, que maneja la barra del club Newell''s y que tiene como negocio regentear la violencia", describe el fiscal de manera sintética.
Y los compara con Alvarado, una banda más grande y compleja, con mayor poder real: "Alvarado es una banda más grande, más poderosa, que incluso llegó a elegir quiénes eran los jefes de la Policía de santa Fe. Un arrepentido supo declarar que bajaban siete aviones cargados de droga por semana a Santa Fe, cinco para ellos y dos para la Policía. A este arrepentido, Carlos Argüelles, después lo mataron a tiros".
"El principal investigador policial de la banda de Los Monos terminó por ser condenado por ser miembro de la banda de Alvarado. O sea, infiltraron a un policía para que tumbe a la banda rival", resalta Edery.
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La problemática excede por complejo los límites de la ciudad de Rosario y de la misma provincia de Santa Fe. Hace tiempo que se conocen gruesos vínculos de estas bandas con Córdoba.
Un exmano derecha de Alvarado, Luis Medina, que fue ejecutado junto a su novia por sicarios en 2013 en un auto que recibió una lluvia de casi 20 balazos. Siempre se sospechó que fue el propio Alvarado el que lo mandó a matar. Cuando los investigadores judiciales abrieron el teléfono de Medina, entre los distintos datos encontraron estrechos vínculos con un narco de Río Cuarto, Córdoba, Claudio Torres, conocido como "el Zar de la Droga".
"Medina le decía que tenía una línea abierta, con la Policía de Santa Fe comprada, que podían llevar y traer la cocaína juntos", cuenta Edery sobre aquellos mensajes.
Años después, en enero de 2019, Torres fue asesinado a tiros por sicarios en la puerta de su casa en Río Cuarto.
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Alvarado ya tenía otros tentáculos en tierras cordobesas. Su medio hermano Gustavo Ramos, considerado una pieza clave de la organización, fue condenado en 2009 acusado de integrar una banda que ingresaba droga en avionetas que aterrizaban en Córdoba. En aquella causa que se llevó adelante en la Justicia Federal de Córdoba también recibió una pena de cárcel el expiloto de rally y productor agropecuario de Jesús María Mario Vicente Baldo.
El año pasado, en tanto, en el exclusivo country Loma de la Carolina, en el noroeste de la ciudad de Córdoba, Gendarmería atrapó a Fabián Gustavo Pelozo, sindicado de ser un presunto narco mayorista, una especie de CEO, de una banda aún más grande que abastecía a los capos de Rosario y alrededores.
“La droga, proveniente del Estado Plurinacional de Bolivia, era transportada en avionetas que hacían escala en Paraguay y desembarcaban la carga en los centros de acopio. Los detenidos eran encargados de coordinar la logística en ambas provincias como así también de los posibles lugares de acopio de estupefaciente”, se explicó desde Gendarmería. Una de las pistas principales fue descubierta en un campo de Monte Maíz.
Se sospecha que esta banda estuvo detrás del contrabando de casi 1.500 kilos de cocaína que en 2022 fueron secuestrados contenedores detectados en puertos de Brasil y Países Bajos. La droga había sido camuflada entre medio de centenares de kilo de maní que habían sido adquiridos a una firma de General Deheza.
En las diferentes investigaciones de la Justicia rosarina se han descubierto, también, a sicarios de Los Monos invirtiendo en departamentos en Córdoba, además de otros desarrollos inmobiliarios en los que esta banda habría lavado dinero.
Y si bien nunca se llegó a comprobar, el fiscal Edery cuenta sobre una sospecha que siempre ha sobrevolado esta misma línea financiera: policías corruptos invirtiendo en complejos turísticos de las sierras de Córdoba.
