Cristina Kirchner, en busca de su plan "clamorcito"

Pablo Sirvén

En el contexto político actual, el término "clamorcito" resuena con particular fuerza. Cristina Fernández de Kirchner busca un clamor que no es el de antaño, sino uno más moderado, más sutil. Esta situación se presenta tras un periodo de dispersión en el kirchnerismo, acentuada por la contundente derrota del año pasado y la incertidumbre que genera el presidente Javier Milei.

La falta de una estrategia clara y cohesiva se convierte en un obstáculo para el peronismo, que enfrenta elecciones decisivas en el horizonte a 2025.

La historia del peronismo está marcada por operativos de clamor que han sido utilizados para movilizar a las masas. Basta con recordar cómo Perón amenazó con renunciar en 1955 para provocar una reacción popular.

Cristina también ha intentado activar su propio operativo clamor, especialmente tras el atentado que sufrió en septiembre de 2022. Sin embargo, la realidad es que el clima político actual no se asemeja a aquellos momentos vibrantes del pasado.

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La reciente actividad de Cristina Kirchner es un intento por retomar el control y la visibilidad. Su visita sorpresiva a La Matanza, donde evitó fotografiarse con el intendente Fernando Espinosa, muestra un movimiento estratégico.

Cristina busca posicionarse sin caer en la trampa de la exposición pública, que le generó problemas a otros líderes, como Rodríguez Larreta. La cautela es clave en este momento, y ella lo sabe.

El futuro del peronismo se define en un contexto de incertidumbre. La renuncia de Alberto Fernández deja un vacío que se debe llenar. Nombres como Eduardo "Wado" de Pedro y Mayra Mendoza surgen como posibles sucesores, pero la falta de consenso en la CGT y entre los intendentes genera un silencio inquietante. La fecha límite para presentar candidaturas se acerca, y la presión aumenta.

Es interesante observar si la expresidenta optará por repetir la estrategia que utilizó en 2017, cuando, tras dejar su mandato, se presentó como senadora. Sin embargo, la situación actual es más compleja. Los problemas judiciales que enfrenta son un factor a considerar, y su necesidad de un "paraguas legal" se vuelve evidente. En este contexto, su nombre podría ser un activo valioso en el conurbano, donde su figura aún genera apoyo.

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La pregunta que queda en el aire es si Cristina Kirchner realmente desea asumir el liderazgo del justicialismo. Su crítica a la formalidad del partido en el pasado sugiere que podría haber reticencias. Sin embargo, en un escenario tan desorganizado, su presencia podría ser un factor estabilizador. La dinámica interna del peronismo está en juego, y su papel podría ser fundamental para marcar el rumbo.

Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja, también comenzó a moverse, mostrando interés en la candidatura presidencial de 2027, y llevó a Axel Kicillof a su provincia en un intento por consolidar apoyos. Este tipo de movimientos son indicativos de que el peronismo busca reconfigurarse ante una realidad, que exige respuestas rápidas y efectivas.

El "clamorcito" de Cristina puede ser el inicio de un proceso más grande. A medida que se acercan las elecciones, la necesidad de una estrategia sólida y unificada se vuelve imperativa. El futuro del peronismo depende de cómo se manejen estos clamores, y si logran transformarse en un clamor contundente que resuene en el electorado.