“Fue un año desgastante, tanto psicológico como físico. Pero decidí seguir en esto. No sé si es por mi manera de ser que habrá muchos cambios en mi forma de pensar. Pero hay algo fundamental para mí: ascender siendo campeón. Si yo no ascendía con River, por ahí mi carrera como entrenador terminaba acá. ¿Quién me va a querer contratar? Yo me jugaba un montón de cosas”.
Esta charla la mantuve con Matías Almeyda en su casa, el domingo 24 de junio de 2012, al día siguiente de que River le ganara 2-0 a Almirante Brown y regresara a la máxima categoría del fútbol argentino. Era la conversación que me faltaba para terminar su biografía, las vivencias de las últimas dos semanas. Esa misma noche llegué a mi casa, desgrabé la charla, le di forma y ya a la madrugada le envié a mi editor de Sudamericana el último capítulo de “Alma y Vida”. El sábado siguiente, el libro ya estaban en las vidrieras.
Aquella nochecita del domingo 24 de junio, de la que ayer se cumplieron 10 años, tenía enfrente a un hombre exhausto y feliz. Casi sin voz, demacrado, consumido por los nervios y por la presión de haber tenido que sacar sí o sí a River del pozo al que lo habían sumergido dos presidencias deplorables e inescrupulosas, para decirlo en pocas palabras.
Para el hincha de River, asumir el descenso fue un espanto, un dolor profundo y visceral. Pero a la salida del túnel se encontró con la década más importante de su historia.
Fueron 16 títulos en 10 años, con tres entrenadores diferentes: Matías Almeyda, el de la tarea más ingrata, el que se metió hasta la cintura en el pantano y lo rescató como pudo; Ramón Díaz, el que le devolvió la alegría y el orgullo de sentirse ganador otra vez. Y Marcelo Gallardo, el que le dio títulos inéditos, emociones incomparables, “la gloria eterna”, como sintetiza el slogan de la Conmebol.
Al cumplirse 10 años del ascenso de River, vamos a resumir esta década ganada con los 10 hechos que consideramos más importantes, en la voz de nuestros grandes relatores.
Uno. 30 de marzo de 2014. Un punto de quiebre, el sacudón emocional más fuerte desde el ascenso. Ya no estaba Almeyda, echado por Passarella a fines del 2012, sin haber podido completar un campeonato corto. El River de Ramón visitaba la Bombonera. Sin Leonel Vangioni, al que le habían dado dos fechas de suspensión por su roja ante All Boys. Su lugar tuvo que ocuparlo un juvenil de las inferiores. Mendocino, con un hermano mellizo. Y a los 41 minutos del segundo tiempo, con el partido 1-1, saltó más alto que ninguno.
La victoria sobre Boca fue en la fecha 10, River peleaba arriba: ganaba de local pero no podía de visitante. Faltando 3 fechas, el arquero Chichizola salvó un triunfo clave por 3-2 ante Racing, sobre la hora atajándole un penal a Saja. Eran buenas señales, algo estaba cambiando. Y el domingo 18 de mayo se terminó de comprobar: le ganó 5-0 a Quilmes con 2 goles de Cavenaghi, uno de Mercado, uno de Teo Gutiérrez y un golazo al ángulo del Lobo Ledesma. River gritó campeón después de 6 años. El primer título tras el descenso. El primer título de la década ganada. Punto 2.
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Una semana después de aquel título, el sábado 24 de mayo, River dio otra vuelta olímpica. Fue en San Luis, por la Copa campeonato: le ganó 1-0 a San Lorenzo con gol de Pezzella. Y de yapa, clasificó para la Copa Sudamericana. Todo era felicidad. Hasta que cuatro días después, Ramón Díaz comunicó en conferencia que renunciaba al cargo.
Aquel miércoles 28 de mayo, después de Ramón Díaz, el que habló fue el presidente Rodolfo D’Onofrio. Y ante el clima de pesadumbre y tristeza reinante, dejó una frase que sería premonitoria.
Dos días después, Enzo Francescoli anunciaba en los medios que Marcelo Gallardo era el elegido. Y el viernes 6 de junio, el flamante entrenador se sentaba en el mismo auditorio donde se había despedido Ramón, y se presentaba así.
Tercer hecho. Jueves 27 de noviembre de 2014. River eliminaba por primera vez a Boca en un mano a mano internacional. La noche de Barovero y de Pisculichi, tres días después de la muerta de la madre de Gallardo. Noche con sentimientos a flor de piel. Fue por las semifinales de la Copa Sudamericana, a la que había clasificado con el gol de Pezzella en San Luis. Los hechos positivos se encadenaban, el viento soplaba a favor. Todo comenzaba a fluir.
Cuatro. La conquista de la Copa Sudamericana. River volvía a ganar un torneo internacional después de 17 años. Invicto, además, con 8 triunfos y 2 empates. Lo coronó el 10 de diciembre, ganándole 2-0 a Atlético Nacional de Medellín con goles casi calcados de Mercado y Pezzella ante un impotente Franco Armani que relojeaba ese Monumental en llamas y diría: algún día yo quiero atajar acá.
El 2015 arrancó con la conquista de un título que no estaba en las vitrinas, la Recopa ante San Lorenzo, y en mayo llegó el cruce con Boca por octavos de final de la Copa Libertadores. Y como el fútbol no es una ciencia exacta, el peor segundo eliminó al mejor primero. Le ganó 1-0 con gol de Carlos Sánchez de penal y la revancha quedó trunca en el entretiempo por el recordado episodio del gas pimienta. Cinco.
Después de Boca, River eliminó al Cruzeiro en cuartos de final, a Guaraní en las semis, empató 0-0 ante Tigres de México en la final de ida y el 5 de agosto lo aplastó en el Monumental, bajo un diluvio. Ganó 3-0 con goles de Alario, Carlos Sánchez y el Mellizo Funes Mori, que cerraba así el círculo de sus cabezazos históricos, para marcharse al fútbol inglés. Seis.
River campeón de América tras 19 años. ¿Gallardo? El primer hombre en la historia del club en ganar la Libertadores como jugador y como técnico. El séptimo en conseguirlo en toda la historia de la Copa, contando todos los países.
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Siete. Estadio Mario Kempes, Córdoba. 15 de diciembre de 2016. River le ganaba 4-3 a Rosario Central en la final, dando vuelta el resultado, y conquistaba la Copa Argentina. No solo alzaba un título que no había ganado nunca, sino que ese triunfo le daba la oportunidad de jugar una final ante Boca (la Supercopa) y al mismo tiempo lo clasificaba a la Copa Libertadores del año siguiente en la última chance que le quedaba de disputar el máximo torneo internacional del continente.
Ocho. Supercopa Argentina, 14 de marzo de 2018. En Mendoza, quizás la provincia más riverplatense, y a donde a Gallardo siempre le iba bien. Fue la segunda vez en la historia que River y Boca jugaban una final. En 1976 la había ganado Boca con el tiro libre de Suñé; en 2018 le tocó a River, con los goles del Pity Martínez de penal y de Nacho Scocco en el segundo tiempo.
El noveno hecho de esta década que repasamos, el noveno en orden cronológico pero el primero en orden de importancia sin ningún tipo de dudas, es Madrid. La historia ya sabida y contada mil veces: final de Copa Libertadores, sin Gallardo en el banco la suspensión, 2-2 en la ida en la Bombonera, los piedrazos al micro en la revancha, las dudas, la mudanza a Europa, Benedetto que adelanta a Boca al finalizar el primer tiempo, River que vuelve a estar por tercera vez en la serie en desventaja, el empate de Pratto, la zurda de Juanfer y el cierre del Pity Martínez…
Después de Madrid, el River de Gallardo le propinó una quinta eliminación consecutiva a Boca, esta vez en las semifinales de la Libertadores 2019. Y enseguida llegó la final con Flamengo que se escapó en los últimos minutos y todavía duele. Luego hubo una liga que Boca se la sacó del buche en la última fecha, otra Copa Argentina y otra Supercopa para sumar a las vitrinas y el 25 de noviembre de 2021, el Muñeco al fin pudo ganar lo que no había conseguido aún como técnico de River: el campeonato local. Lo logró reinventando una vez más el equipo, con el aporte de nuevas joyas del semillero como Julián Álvarez, Enzo Fernández y Santiago Simón. Y con una función de gala, como las que brindaba tan seguido el equipo: 4-0 a Racing. Es el décimo hecho que elegimos.
La década ganada. El 26 de junio de 2011, River vivió lo que sus hinchas jamás imaginaron que vivirían alguna vez. Belgrano fue el protagonista de la hazaña y lo empujó al vacío. Pero como todo buen guion de Holywood: a la caída le siguió un resurgimiento imposible de imaginar. Pocas historias como la que atravesó la comunidad riverplatense sirven para explicar el significado de la palabra resiliencia, o la capacidad para superar circunstancias traumáticas y salir fortalecido. Para salir fortalecido y disfrutar los éxitos más que antes, porque haber tocado fondo siempre te ayuda a ser más humano. Menos soberbio.
Esta semana planteé una encuesta en twitter a los hinchas de River: si firmaban haber descendido y ganar todo lo que se ganó después. O preferían que no hubieran sucedido ninguna de las dos cosas: ni el descenso ni los títulos posteriores. Es un juego periodístico, porque lo que pasó, pasó y nadie puede cambiar los hechos. Pero marcan de algún modo el pensamiento y el sentir de la gente. Y con cerca de 10 mil votos, la tendencia era clara: el 90 por ciento de los hinchas firmaba con gusto lo que pasó. Es decir: bancarse el descenso a cambio de todas las alegrías posteriores. Los 16 títulos que vinieron después.
Las cargadas entre hinchas de River y de Boca seguirán vigentes, y está bien, porque al fin de cuentas eso es el folklore del fútbol. Mientras no haya violencia, ni física ni verbal, nos entretienen y forman parte del juego.
Lo que está claro es que River no olvidará jamás estos años. Ni el descenso ni la década que le siguió. La década ganada.
*Narración de Diego Borinsky, edición de Érika Andújar.
