Un 12 de junio de 2002, Argentina empataba con Suecia 1 a 1 y quedaba eliminada en primera ronda del Mundial de Corea – Japón en primera ronda. ¿Scaloni debe tomar nota?
“Soy un especialista en fracasos y sé perfectamente que las adhesiones se pierden cuando se acaba el éxito. Hay gente exitosa que no es feliz y gente feliz que no necesita del éxito. Los momentos de mi vida en los que he crecido, tienen que ver con el fracaso”.
Marcelo Bielsa comenzó a destacar esa parte de su vida luego del denominado “fracaso de Oriente”, tal como llamaron las crónicas de la época al mayor papelón futbolístico de una selección Argentina en un mundial: el de Corea – Japón 2002, del que se están cumpliendo 20 años.
El 13 de mayo arrancaba aquel Mundial con una sorpresa: Senegal le ganaba a Francia 1-0, el último campeón. Claro, no sería la única. Y para colmo, el ganador sería Brasil. Argentina tenía un equipazo, con estrellas como Batistuta, Crespo, Verón, Ortega, Zanetti, Ayala, Samuel, Aimar, Simeone… Hasta el Pájaro Caniggia a los 35 años integraba aquel plantel.
La Selección de Bielsa venía de ganar 13 de los 18 partidos de las eliminatorias sudamericanas, con cuatro empates, una sola derrota (ante Brasil), terminó invicta como local y se clasificó cuando aún restaban cuatro fechas. La estadística indicaba que fue la mejor actuación de un equipo nacional en su historia. Había sumado victorias contra España en Sevilla, Italia en Roma y Alemania en Stuttgart más un empate frente a Inglaterra en Wembley. Se plantaba de igual a igual contra las potencias europeas y gozaba de mucho prestigio internacional.
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En la primera conferencia de prensa después del sorteo, ustedes deben recordarlo, Bielsa apareció sonriente ante los medios, algo muy raro en él ya que mostró siempre una cerrada personalidad, parca a veces. Ese día, en el predio de Ezeiza, aseguró que no le asustaba el grupo que había tocado. Y no pareció un exceso de confianza, más bien una reflexión sincera a partir de lo que su equipo había mostrado durante los últimos meses.
El pueblo futbolero se sentía identificado con el estilo ofensivo del equipo que combinaba funcionamiento con grandes rendimientos individuales, solidez y contundencia. El grupo no era en principio accesible. Para muchos era el “grupo de la muerte”. Inglaterra era el rival a vencer por un montón de razones, Suecia venía de ganar invicto su grupo en Europa y Nigeria se presentaba como el adversario “accesible”.
El debut fue auspicioso justamente ante los africanos, con el gol de cabeza de Batistuta a los 18 minutos del segundo tiempo. Luego comenzarían los dolores de cabeza porque Inglaterra nos ganaría con un tanto de Beckham de penal, tomándose revancha de la expulsión sufrida en Francia 1998, y dejaría comprometida a la Selección que debía ganar sí o sí el último partido.
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Al tratar de encontrar respuestas de por qué pasó lo que pasó, llegamos a estas conclusiones: la Selección no estaba en su mejor momento porque su pico de rendimiento se dio un año antes, ya no tenía la frescura de las eliminatorias y de los amistosos ante los grandes europeos, pues costaba armar juego, tener fluidez y concretar las situaciones de gol.
Fue un error no disputar más amistosos “clases A”. De hecho hay un 5-1 ante el Kashima Antlers japonés con cuatro del “Bati” y la preocupación se generó al no poder convertir en otras dos pruebas ante el Fútbol Club Tokio y un 0 a 0 con el equipo titular del debut, y 0-1 contra Vegalta de Sendai, con Bati entre los once.
Una lista mal armada: Bielsa incluyó a varios futbolistas que habían sido muy importantes en el ciclo, pero que en ese momento estaban jugando mal o en plena recuperación tras lesiones serias. Sí, había entre seis y siete jugadores no en condiciones de participar y dichos por muchos de ellos, se los “quemó”, así con esa palabra, durante la concentración en Italia.
Dicen que para ganar un Mundial es importante cómo se llega a ese mes de competencia, no importa tanto la historia previa. Y el 12 de junio de 2002, frente a Suecia ocurrió todo eso junto. Un gol de tiro libre de Svensson a 30 minutos del final sembró dudas y nervios. El gol sobre la hora de Crespo, tras el penal errado por Ortega, parecía darle vida al equipo en el epílogo… pero no. Fue 1 a 1 y eliminación.
Ese equipo salió con Cavallero; Pochettino, Samuel y Chamot; Zanetti, Almeyda, Aimar y Sorín; Ortega, Batistuta y Piojo López; ingresando después Crespo, Verón y el Kily González. La eterna discusión sobre si podían jugar juntos “Bati” y Crespo quedó más en evidencia que nunca en ese partido, porque Argentina necesitaba ganar pero Bielsa mantuvo su postura: salió Batistuta e ingresó Crespo. O sea, teniendo tal vez a los dos mejores delanteros de la historia argentina, no los puso juntos. Y los números reflejaron esa carencia: apenas dos goles marcados.
La terquedad de Bielsa, sólo cedió aquel 31 de marzo de 1999 en un 1 a 1 contra Holanda. Allí, Crespo y Batistuta jugaron juntos por única vez.
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En esta oportunidad, la zona no se parece a un “grupo de la muerte” pero también a cinco meses del Mundial, Argentina aparece como candidata. El seleccionado lleva 33 partidos sin perder y pese a sólo tener roce con un solo europeo de fuste como Italia, ha potenciado su prestigio con la obtención de la Copa América.
Hay que aprender de los errores y gestionar el plantel convenientemente. Scaloni parece un técnico que trabaja mucho la cabeza y naturaliza mucho más la derrota que Bielsa, lo cual ayuda a que el equipo no piense en el invicto.
Falta mucho para debutar contra Arabia Saudita y la tarea más compleja de Scaloni será no dejarse llevar por vínculos personales a la hora de decidir porque probablemente haya jugadores que sufran contratiempos, lleguen “tocados” al Mundial y otros que, por diversas razones, bajarán su rendimiento. Eso es mucho más importante que mantener el invicto a cualquier costo porque de verdad, lo único importante es dar la talla en el Mundial.
Aquella eliminación fue un antes y un después en la vida de Bielsa, ya que desde ese mismo día, el mundo del fútbol se dividió entre aquellos que aún rescatan sus ideas y sus formas más allá del resultado, y aquellos que le hicieron cruz y lo denostan por aquel estrepitoso fracaso.
*Texto y narración por Gabriel Rodríguez. Edición de Erika Andújar.
