Si uno abriera un libro que repasara la historia y los grandes hitos del fútbol argentino, uno de los nombres que aparecería, en forma recurrente y transversal, es el del Club Atlético Boca Juniors.
Boca, “Boquita”, “El Xeneize”, “La Mitad Más Uno” o “El Bostero”. Los apodos se multiplican en sintonía con la grandeza que la institución, que nació un 3 de abril de 1905, supo construir a base de éxitos y popularidad desde hace 117 años. A partir de esa fecha, fue una máquina de escribir páginas gloriosas que fueron decorando de estrellas su escudo azul y oro.
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La consagración en la Copa Argentina ante Talleres, por penales, en diciembre pasado, fue el último eslabón de una cadena de laureles que, por ahora, cuenta con 71 títulos. Los gritos en Primera División comenzaron en 1919, y siguieron a lo largo de las décadas. Junto a ellos, se sumaron inolvidables alegrías en el plano internacional.
La primera gran coronación fue en 1977, cuando su vitrina recibió la primera de sus seis Libertadores. El rival fue Cruzeiro, uno de los grandes de Brasil. En la ida, “El Xeneize” ganó 1-0 en La Bombonera. La revancha fue para el equipo de Belo Horizonte, por el mismo marcador, por lo que se debió resolver con un desempate. El mítico estadio Centenario de Uruguay fue, un 14 de septiembre de ese año, el escenario del primer grito azul y oro tras una emotiva definición por penales, con un Gatti superlativo.
La vuelta olímpica se repetiría un año después, pero luego Boca tuvo que esperar hasta el amanecer del nuevo milenio para, bajo el reinado de Carlos Bianchi, tocar la cima de América. Y también del mundo.
“El Xeneize” ganó su primera e histórica Intercontinental en 1978, pero la del 2000 tiene un sabor especial en la memoria. Corría noviembre de ese año cuando el conjunto del “Virrey” tenía que enfrentarse al poderosísimo Real Madrid, plagado de cracks de la talla de Iker Casillas, Roberto Carlos, Figo y Raúl, entre otros. Ese día, Tokio se disfrazó de La Boca con los dos goles de Martín Palermo y un Riquelme fenomenal. Los de Bianchi bailaron merengue y dibujaron una celebración que quedará para siempre en la retina de los futboleros.
Si de dar la vuelta al mundo y de ese Boca de Bianchi se habla, aparece al instante el recuerdo del 2003. Primero, con la final de la Libertadores, donde “El Xeneize” venció con autoridad al Santos de Brasil, tanto en la ida como en la vuelta, de la mano de un Carlos Tévez que daba los primeros pasos de su brillante carrera y un “Chelo” Delgado letal.
Después, con la Intercontinental. Esta vez, enfrente estaba otro gigante de Europa: el Milan, que contaba con estrellas como Maldini, Pirlo, Gattuso, Kaká y Shevchenko. El partido terminó 1-1, y después, los penales, aliados boquenses en tantas definiciones, le dieron al club de la Ribera su tercer título del mundo.
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La sexta y última Libertadores que consiguió Boca, en 2007, también es digna de nombrar en este repaso. Con Russo de entrenador y Riquelme y Palermo como banderas, “El Xeneize” fue mucho más que Gremio y tuvo una festejada vuelta olímpica para una copa que le es esquiva desde hace ya 15 años.
Con tantos laureles en el plano internacional, pareciera que los títulos locales quedaran en segundo plano, pero fueron muchos, y algunos muy recordados. En una elección arbitraria y al azar, uno de los más épicos fue el Metropolitano de 1981, con Silvio Marzolini como técnico y Diego Armando Maradona como figura máxima.
Ese fue el primer y único título del “Diego” con la camiseta de Boca. A pesar de ello, el astro figura, sin dudas, dentro de los máximos ídolos de la institución, aunque el podio parece estar, casi por unanimidad, encabezado por un dirigente actual del club: Juan Román Riquelme.
El sello de la magia de Román, los logros que consiguió, tanto en la época dorada como después, y la identidad que forjó con el hincha lo ubican en el pedestal de la idolatría. Sin embargo, la discusión se abre a la hora de pensar quién, o quiénes, vienen después en la rica vida auriazul.
Inmediatamente, aparece el nombre de Martín Palermo, el máximo goleador de la historia boquense, con 236 gritos en sus dos ciclos. Contemporáneo a Román, oportunista, con un olfato goleador inigualable y una historia de película, “El Loco” tiene un lugar asegurado para siempre en el corazón del hincha.
Si de goleadores se habla, surgen, entre tantos, otros tres nombres: Roberto Cherro, “Pancho” Varallo y Carlos Tévez. Los primeros dos rompieron redes en las primeras décadas del siglo pasado; “El Apache”, en tanto, sobresale como emblema de los últimos años y su figura es palabra sagrada en La Boca.
Tévez apareció en el ciclo de Bianchi, un entrenador que tuvo bajo su ala a otros símbolos de Boca, como Sebastián Battaglia, actual DT del club y máximo ganador de la historia; Guillermo Barros Schelotto, la dupla perfecta de Palermo; Óscar Córdoba, un referente del arco; Hugo Ibarra, un “4” inolvidable, o Rolando Schiavi, un zaguero hecho para la piel “xeneize”.
Si retrocedemos más páginas, la lista de ídolos se agiganta, con Ángel Clemente Rojas, una joya del club; Hugo Gatti, un arquero que marcó una época; Antonio Rattín, símbolo de los ’60, que jugó sólo con esos colores a nivel clubes, y Rubén Suñé, autor del “gol fantasma” a River en la primera final superclásica.
Tampoco pueden faltar Roberto Mouzo, ídolo y multicampeón en los 70’, que es el futbolista con más partidos en la historia de la institución; Silvio Marzolini, un “3” elegante y talentoso; y Juan Carlos Lorenzo, que ostenta, junto a Carlos Bianchi, el honor de estar entre los técnicos más laureados del gigante porteño.
El libro de la historia del fútbol argentino, ese que tiene principio pero no final, incluye desde siempre en un lugar destacado el nombre del Club Atlético Boca Juniors.
Boca, “Boquita”, “El Xeneize”, “La Mitad Más Uno” o “El Bostero”. Los apodos son muchos, pero los colores son dos: el azul y el oro. Los de un club que trasciende a una pelota y posee una idiosincrasia que atraviesa a millones de personas. Los mismos que cumplen este domingo 117 años de una de las pasiones más grandes del país.
