“El Burrito Ortega” fue un artista de la gambeta y el engaño.
La pelota se sintió bien tratada en sus pies y por eso se entregó mansamente a la magia de sus botines prodigiosos.
Ortega la protegió como pocos, la colmó de lujos y genialidades, cuando la mayoría la agredía pegándole de punta.
/Inicio Código Embebido/
/Fin Código Embebido/
Mientras el montón de los cualquiera se tiraba de cabeza por tenerla a puro esfuerzo y sudor, “el Burrito” le escribía versos y le regalaba flores.
Por eso Ortega se ganó el corazón de la pelota, aún en los momentos en los que el corazón del “Burrito” estaba hecho pelota.
Un enganche, una pisada, un quiebre de cintura, el repentino freno, la salida inesperada hacia afuera o hacia adentro, la vaselina lujosa y efectiva, el engaño, la sorpresa y la picardía, todos los colores del arcoiris del fútbol en un mismo cuadro, pintado por un artista que vivió cerca de uno de los paisajes más bellos del norte de la Argentina, en Jujuy.
Ariel Arnaldo Ortega fue uno de los ídolos más grandes e indiscutidos de River de los últimos 30 años.
Con su tranquilidad norteña puede sentarse en la misma mesa que Alonso, Labruna, Francescoli, Amadeo Carrizo y Gallardo.
El hincha millonario ama al “Burrito”, y Ariel ama a River.
Sin estridencias, sin declaraciones altisonantes ni demagógicas, con el tono casi imperceptible, de su timidez no superada, con la evidencia incontrastable de sus actos.
Ortega y River son una misma cosa.
Ariel Arnaldo Ortega nació en Ledesma, a 120 km de San Salvador de Jujuy, el 4 de marzo de 1974.
Ortega y “Burrito” por parte de padre. Su progenitor, futbolista en Ledesma, le pegaba a la pelota con la potencia de una patada de burro, por eso le decían “Burro”, por carácter transitivo, el pequeño Ariel pasó a ser en el pueblo: “El Burrito”.
Debutó en el Atlético Ledesma a los 14 años en el Torneo del Interior.
Al ver sus condiciones, su formador quería llevarlo a algún club de Buenos Aires. “El Burrito” aceptó, pero sólo si ese club era su amado River Plate.
Con sus sueños y sus temores, llegó a la Capital y a River a principios de 1991.
Al poco tiempo empezó a entrenar con la primera y en la primera práctica descaderó literalmente a dos duros de ese momento, “el Pipa” Higuain (padre) y Juan Amador Sánchez, mientras “el loco” Enrique y Basualdo, se quedaron mirando sin entender semejante desparramo desde la frescura y el desparpajo, del novato jujeño.
Su debut, con Daniel Pasarella de DT, se produjo en diciembre de ese año ante Platense.
Desde el primer día las gambetas de Ortega encandilaron a los hinchas de River, que lo adoptaron.
La gente no se equivocó y Ortega no les falló.
Desde que debutó en River en 1991 hasta 1996, ganó 6 títulos: el Torneo Apertura 1991, el Torneo Apertura 1993, el Torneo Apertura 1994, el Torneo Apertura 1996, el Torneo Clausura 1997 y la Copa Libertadores 1996.
El romance con el hincha millonario quedó rubricado la tarde del sábado 30 de abril de 1994 cuando, con una actuación descomunal, fue héroe del triunfo frente a Boca Juniors en La Bombonera por 2 a 0. Esa tarde, Orteguita le pegó un baile tremendo al “Colorado” Mac Allister. Con un dribbling endiablado abrió el camino del triunfo con un derechazo que se clavó arriba, en el ángulo del arco defendido por Navarro Montoya. Habían pasado ocho años de la última victoria millonaria en tierra boquense y, además, existía una racha adversa de resultados que ofendía y provocaba desazón.
Fue tan buena la actuación que le valió la convocatoria a la Selección Argentina que disputaría ese mismo año el Mundial de Estados Unidos, en la cual fue quien reemplazó al suspendido Diego Armando Maradona en el partido de octavos de final contra Rumania, con 20 años.
En la Selección Argentina, disputó tres mundiales, jugó 87 partidos y anotó 17 goles.
Integró el equipo que ganó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Atenas 1996 y el oro Panamericano en Mar del Plata, un año antes.
Pasó sin trascender por España y por Italia, vistiendo las camisetas de Valencia, Sampdoria y Parma, donde ganó la Supercopa de Italia.
Su adicción al alcohol, su inconducta profesional a partir de esa situación y su falta de voluntad para adaptarse a la vida fuera del país y del mundo River, no le permitieron mostrar su talento en el exterior.
Su segunda etapa en River se dio entre 2000 y 2002. Junto a Juan Pablo Ángel, Javier Saviola y Pablo Aimar, conformaron los "Cuatro Fantásticos" con los cuales River brilló y ganó campeonatos.
En el Clausura 2002 formaría una gran delantera junto con Andrés D'Alessandro y Fernando Cavenaghi. Ese equipo es muy recordado tras una victoria por 3-0 en la cancha de Boca.
Su mejor actuación en su segundo ciclo en River fue frente a Unión de Santa Fe en el Monumental, partido en el cual marcó 4 goles.
Ortega picaba magistralmente bien la pelota para definir. Para comprobarlo alcanza con ver en YouTube los goles que les hizo a Ferro en el Apertura '96 y a San Lorenzo en el Apertura 2006. Ambos en el Monumental. Los dos picándola por encima de los arqueros (Ariel Rocha y Sebastián Saja, respectivamente). Uno de zurda, el otro de derecha.
Más tarde Ortega fue transferido a Fenerbahçe de Turquía.
En el club turco estuvo 6 meses, disputó 14 partidos y anotó 5 goles.
Ortega no logró adaptarse a ese país, ni superar su enfermedad. Después de un partido que jugó para la Selección en los Países Bajos debía volver a Estambul, pero decidió cambiar el boleto de avión y regresó a la Argentina, rompiendo de manera prematura y sin acuerdo previo el contrato con el Fenerbahçe.
Este hecho motivó el reclamo de los turcos ante la FIFA, que lo inhabilitó para jugar profesionalmente.
“El Burrito” estuvo 17 meses inactivo y parecía el final de su carrera.
El tiempo pasaba y Ortega seguía en Buenos Aires, sin entrenarse con ningún club.
En agosto de 2004 Newell's Old Boys negoció con el club turco y destrabó la inhabilitación que le había impuesto la FIFA por el incumplimiento de su contrato con el Fenerbahçe.
En la “Lepra” rosarina jugó dos temporadas en gran nivel y ganó el Apertura 2004 dirigido por “el Tolo” Gallego
Jugando para Newell's Old Boys, “el Burrito” le convirtió dos goles a River, uno de ellos con un festejo polémico haciendo gestos que simbolizaban el pago de dinero y destinado a los dirigentes millonarios.
En 2007 volvió a River, pero Ortega no podía superar sus problemas.
Una noche, tras visitar en un hotel a su mujer y sus tres hijos, Ortega decidió acudir a un bar de la zona con cuatro de sus compañeros. Y allí, entre risas, sufrió una recaída de su adicción al alcohol y regresó al hotel del River en muy mal estado, mantuvo una pelea telefónica con un familiar. Incontrolado, se marchó del hotel, regresó al amanecer en mucho peor estado del que se había ido. A la mañana siguiente, pasado el ataque de ira, llegó el de culpabilidad. Y Passarela, que lo trató siempre como a un hijo, consultó con los médicos y decidió que el jugador debía someterse a un tratamiento más severo contra el alcoholismo.
En el 2008, con “el Cholo” Simeone como DT, fue figura del equipo que ganó el Clausura de ese año, junto a Radamel Falcao y Alexis Sánchez, entre otros.
Una vez terminado el campeonato, Simeone decidió borrarlo del plantel, por lo cual iría a jugar a préstamo a Independiente Rivadavia de Mendoza.
Cuando regresó, River era dirigido técnicamente por Leonardo Astrada y Ortega jugó sólo unos pocos minutos.
En enero de 2011, Ortega sería nuevamente sacado del plantel, esta vez por Juan José López, debido a su indisciplina e inasistencias en los entrenamientos y se fue 6 meses a All Boys (en ese año River descendió).
Para la siguiente temporada, el nuevo director técnico de River, Matías Almeyda, no lo tuvo en cuenta para buscar el ascenso y se fue a Defensores de Belgrano. Una vez terminado el préstamo y con River Plate otra vez en primera, Almeyda decidió no tomarlo en cuenta para la siguiente temporada, por lo que “El Burrito” Ortega, el 8 de agosto de 2012, decidiría hacer oficial su retiro del fútbol profesional.
En 2013 Ortega tuvo la despedida que merecía en el Monumental, rodeado de grandes futbolistas y el cariño inoxidable del hincha de River que lo ovacionó.
Ariel Ortega se despidió con lágrimas y emoción: "Quiero agradecerles a todos. Muchas gracias y gracias a Dios por hacerme hincha de River", les dijo el jujeño, micrófono en mano, a las 60 mil almas millonarias que coparon el Monumental para su despedida.
Hasta el comienzo de la pandemia Ortega integraba el equipo Seniors de River.
En la actualidad, “el Burrito” no le gambetea a las responsabilidades, disfruta de sus hijas Sol y Manuela, y de su hijo Tomás, y le va ganando cada día una nueva batalla a su adicción por el alcohol.
Actualmente es Coordinador del Selectivo Infanto-Juvenil de River Plate y el encargado de enseñar la técnica del fútbol a los chicos de la pensión.
Trata de poner en palabras y pedagogía los secretos de un fútbol que él jugó como pocos.
Un enganche, una pisada, el repentino freno, un quiebre de cintura, la salida inesperada hacia afuera o hacia adentro, la vaselina lujosa y efectiva, el engaño, la sorpresa y la picardía, todos los colores del arcoiris del fútbol en un mismo cuadro, pintado por un artista que vivió cerca de uno de los paisajes más bellos del norte de la Argentina, en Jujuy.
Paradojas de la vida, “el Burrito” intenta transferir a esos chicos, lo que generosamente Dios le llevó en un delivery divino, a su humilde cuna, el mismo día en que vino a este mundo.
Ese talento mágico e innato para hacer feliz a la gente jugando a la pelota y tirándole una gambeta a la vida.
