El caso Angileri: cuando la primera impresión no lo es todo

Mauricio Coccolo

Nos pasa todos los días: en el preciso instante en el que conocemos a alguien, aunque no sepamos nada sobre esa persona, nos hacemos una idea sobre cómo es, qué carácter tiene, si podríamos llevarnos bien o es mejor tenerla lejos. El efecto que puede provocar esa famosa primera impresión está presente en todos los ámbitos de la vida, y el fútbol no es la excepción a la regla.

En los clubes, la primera impresión se convierte en “primeras impresiones”, porque es realizada en simultáneo por miles de hinchas, en las tribunas o a través de la televisión. A la hora de evaluar un refuerzo, vale absolutamente todo. 

Cómo corre la cancha, cómo se para, qué hace con la primera pelota que toca; y así de fácil, sin una explicación científica, hay jugadores que entran bien en la hinchada desde el minuto cero, y hay otros que, desafortunadamente para ellos, tienen que pelearla desde el arranque. Un ejemplo de esto último es lo que le tocó vivir a Fabrizio Angileri.

El presente del lateral de River es casi soñado: se ganó la titularidad en el esquema de Gallardo, hizo su primer gol con la banda roja y lo llamó Lionel Scaloni, quien lo tiene en cuenta para la próxima convocatoria de la Selección. Y sin embargo, el mendocino no la pasó nada bien en su primera etapa en el club. 

Resistido por la gente, tuvo que aprovechar al máximo las oportunidades que le iba dando el “Muñeco” para dar vuelta el veredicto popular. No fue una tarea sencilla, pero a casi dos años de su llegada, Angileri puede decir que se ganó el visto bueno del pueblo “Millonario”.

Son varios los que tuvieron que trabajar para ser queridos en River. El caso más emblemático de los últimos años es el del “Pity” Martínez. El enganche llegó a Núñez en el 2015 proveniente de Huracán cuando tenía 21 años, y le costó ganarse a la gente. Cada gambeta que no salía o pase que se le iba un poco largo generaba los murmullos del Monumental. Era tanta la presión que sentía Martínez que llegó a mandar a callar a los hinchas después de un golazo contra Quilmes, aunque luego pidió disculpas.

Gallardo lo bancó en las malas, el tiempo jugó a su favor y el resto es historia conocida. Por los goles a Boca, el penal contra Gremio y el tercero en Madrid, el “Pity” se fue de River con el abrazo unánime de los hinchas, que hasta le regalaron su propia canción. 

Otro que tuvo un camino similar en el “Millonario” fue Nicolás de la Cruz. El uruguayo contó que la pasó tan mal en sus primeros meses que pensó en retirarse del fútbol, cansado del rechazo de la gente. Aún así, una vez que pasó la tormenta inicial, se convirtió en una pieza importante en el esquema del “Muñeco”.

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Si River es un desafío especial para los habilidosos, en Boca hay una exigencia distinta con los delanteros de área. En la actualidad, por ejemplo, “Wanchope” Ábila es el delantero con mejor promedio de gol en el fútbol argentino, pero aún no logró convencer a gran parte de los hinchas. 

Lo que le pasa al cordobés no es extraño: el propio Martín Palermo fue resistido tras su llegada al club, allá por el ‘97. Lo tildaban de lento, criticaban la torpeza de sus movimientos y el arco no se le abría en los primeros partidos. Todo cambió el 30 de septiembre de ese año, cuando se sacó la mufa en un clásico contra Independiente y comenzó a hacer historia con la azul y oro.

Un poco más acá en el tiempo aparece Darío Benedetto, quien también generaba dudas entre los “xeneizes”. Como había mostrado su mejor versión en México y en el país solo se recordaba un buen paso por Arsenal, muchos se preguntaban si el “Pipa” tenía lo necesario para ser el 9 de Boca. Le tomó un tiempo afinar la puntería, pero cuando más lo criticaban se despertó con un triplete ante Quilmes y terminó siendo un delantero letal. 

Curiosamente, Benedetto compartió plantel con uno que le dio la vuelta entera al ciclo del cariño, el cordobés Cristian Pavón. “Kichan” empezó como resistido, se ganó a la gente con buenas actuaciones y la volvió a perder un tiempo después, pero esa es otra historia.

El juicio de los hinchas es tan implacable que, a veces, un jugador puede caer mal sin siquiera haber debutado. Cuando Guido Herrera le contó a sus familiares que había recibido un llamado de Talleres, hasta su mamá le pidió que lo reconsiderara, preocupada por su historia con Belgrano. 

En sus primeras semanas en barrio Jardín, Guido tenía que abandonar los entrenamientos por una puerta distinta a la de sus compañeros, para evitar el encuentro con la gente. Eso sí, una vez que se puso los guantes, no tardó demasiado en cambiar insultos por aplausos.

En otras oportunidades, es un entrenador el que puede cambiarle la cabeza a un futbolista resistido. Diego Valoyes tiene mucho que agradecerle a Alexander Medina por su buen momento en la “T”. Al colombiano le costó adaptarse a su nueva vida en Argentina, y el cuerpo técnico del “Cacique” fue una ayuda importante en ese proceso. Y una vez que se sintió cómodo dentro y fuera de la cancha, Valoyes se encargó de devolver el gesto con goles y buen fútbol.

Por el lado de Belgrano, muchos hinchas aún recuerdan el primer gol oficial de Franco Vázquez. En su primera etapa, el “Mudo” jugaba por el carril izquierdo del mediocampo, pero no era muy adepto a correr al “4” del equipo rival y bajar para dar una mano en defensa. Los “Piratas” no estaban contentos con su actitud y lo tildaron de “pecho frío”, pero el “Mudo se tomó revancha. 

Aunque terminó siendo una de las figuras del ascenso en el 2011, esa respuesta llegó en el 2009 con un gol a Rafaela, sobre la hora, para dar vuelta un partido en Alberdi. Lo que quedó en la memoria fue su festejo: Vázquez encaró a la popular de Belgrano y se frotó la mano en el pecho, desafiante, para todos aquellos que le pedían un poco más de garra.

La lista de valientes que lograron torcer su destino es variada e interminable. Milton Casco lo hizo en River, Gustavo Bou en Racing, Josemir Lujambio en Instituto, el propio “Luifa” Artime en su llegada a Córdoba y muchos nombres más. 

A esa lista de privilegiados se sumó Fabrizio Angileri, que se adueñó de la banda izquierda de River y ahora se ilusiona con un lugar en la Selección. Lo que demuestran todos estos casos es que en el fútbol, como en la vida, las primeras impresiones no son lo más importante. A fuerza de talento y de carácter se puede dar vuelta cualquier partido, e incluso, se puede cambiar el sentir de la hinchada más apasionada.