“Qué lindo el día de mañana poder estar acá”.
Lucas Andrés Pusineri lo pensó. Lo imaginó. Un poco fue el destino. Pero otro poco empujó ese deseo o intuición o ilusión que llevaba dentro.
Lucas hacía referencia a lo que se le pasó por la cabeza tras el partido en que el Atlético de Tucumán del Ruso Zielinski, y su Independiente, empataron 1-1 en un Monumental José Fierro repleto de banderas pero sin público por la pandemia. Era la segunda ronda de la Copa Sudamericana. Como el Rojo había ganado 1-0 la ida, con ese 1-1 pasó de ronda. Luego dejó atrás a Fénix de Uruguay y terminó eliminado por Lanús en los cuartos de final de la Copa que terminó levantando Defensa y Justicia en Córdoba. Allí mismo, con esa eliminación ante Lanús, terminó el ciclo de Pusineri en Independiente. Pero quedó sembrada una semilla en el jardín de la república.
Hoy, en Tucumán, cada vez que juega el Decano se reparten estampitas de San Lucas y su rostro aparece sonriendo en remeras y llaveros. Un equipo que venía en picada desde la salida del Ruso Zielinski, precisamente, que perdía, perdía y no paraba de perder, que había probado con tres entrenadores en un año y monedas y no le encontraba la solución. Pasaron Omar De Felippe, el Cholo Guiñazú y un viejo conocido como Juan Manuel Azconzabal además del interino Martín Anastacio y la caída no se frenaba.
Cuando ya parecía no haber más espacio que para los rezos, un día apareció San Lucas y puso todos patas para arriba. Y hoy el Decano mira a los otros 27 equipos de primera división desde lo más alto de la tabla y aunque para todos está claro que el objetivo principal es la permanencia a esta altura, pasado medio campeonato de la liga profesional, no pueden dejar de ilusionarse con la conquista del primer título de la historia. Argumentos existen.
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Aquí, la historia del conductor.
Lucas Andrés Pusineri nació en el gran Buenos Aires el 16 de julio de 1976. Se crió en Vicente López, su padre lo llevaba a ver los partidos de Platense, y de allí adquirió un sentimiento profundo por el Calamar. Cuando le preguntan, no lo duda. “Soy hincha de Platense”, dice.
Lucas viene de familia de deportistas. Su padre, nacido en Paraguay, llegó al país con 20 años. Era entrenador de vóley, y entre pelota y pelota conoció a la madre de Lucas, que jugaba al vóley en Banco Nación y hasta participó de un torneo sudamericano.
Lucas hizo las inferiores en Platense desde la prenovena hasta la sexta división, luego se dedicó a terminar sus estudios, dejó el fútbol por 4 años pero el destino, o el azar, o vaya uno a saber qué misteriosa razón, quiso que en un amistoso al que fue a jugar para pasar el rato, un entrenador de Almagro le echara el ojo y lo eligiera.
Debutó en el Tricolor de José Ingenieros en 1997, en Primera B, en el 99 pasó a San Lorenzo y dos años después ganaba su primer título en el equipo del Ingeniero Pellegrini que batió el record de cantidad de puntos en torneos cortos, con 47, y de victorias consecutivas en la historia del profesionalismo, con 13. Lucas, un lateral derecho devenido en mediocampista por el mismo sector, con mucha entrega y dinámica, no era titular pero sí una figurita habitual de recambio en el mediocampo que integraban Pablo Michelini, Walter Ervitti, Eduardo Tuzzio y Pipi Romagnoli.
El año siguiente pasó a Independiente. Y otra vez gritó campeón. Segundo grande, segundo título. Nada mal para ir arrancando. Ahora como titular en el equipo diseñado por Tolo Gallego que deslumbraba con el juego que regalaban Rolfi Montenegro y el Pocho Insúa y que se sostenía con la marca y el ida y vuelta de Castagno Suárez, Guiñazú y Pusi. Ese Independiente salió con todo desde el arranque, consiguió una importante ventaja pero se fue quedando en el final y Boca estuvo a punto de sacarle el título de arremetida.
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En la anteúltima fecha, se enfrentaron en la doble visera. El Boca de Tabárez estaba a tres puntos y se ganaba, lo alcanzaba. Se puso en ventaja con un gol de Guillermo Barros Schelotto en el primer tiempo, desperdició media docena de contrataques que hubieran liquidado el pleito y faltando cuatro minutos para el final llegó el cabezazo salvador de San Lucas, el empate agónico y los 3 puntos de ventaja conservados sobre el escolta.
El título se alcanzó en la fecha siguiente: 3-0 a San Lorenzo, con el último gol de Pusi. El que decoró la goleada. El cierre perfecto. Fue el último campeonato local de Independiente hasta el día de hoy. Pusi fue el héroe. Pasaron 20 años.
Del Rojo, Pusi se fue a hacer su primera experiencia en el exterior con varios argentinos al Saturn de Rusia. Y volvió a Independiente, que siempre fue su refugio. Y después se fue 6 meses a River para completar su álbum de tres grandes. Y volvió otra vez.
En los picados de Villa Domínico vio crecer a un morochito que se transformó en el futbolista más joven en debutar en el fútbol argentino, superando la marca histórica de Diego Maradona.
Sí, hablamos del Kun Agüero, quien recuerda muy bien a su primer capitán. Pusi era un líder dentro del plantel.
En su breve estadía en River, donde pasó sin dejar huella, se hizo muy amigo de un vecino que lo pasaba a buscar en su auto para llevarlo a los entrenamientos. Y unos años después compartieron el curso de entrenador en la escuela de Vicente López.
Después de una tercera y última etapa en Independiente, Lucas recibió la propuesta de Claudio Borghi, otro amigo, para terminar su carrera en Argentinos Juniors. Ni lo pensó: no podía traicionar sus 15 años de tribuna alentando a Platense con su padre yendo al clásico rival. Y finalmente consiguió cerrar el círculo con la misma camiseta con la que había empezado: la del Marrón. Se retiró en 2011 en Platense, en la B.
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Si como jugador debió remarla desde el ascenso, su carrera como entrenador no fue demasiado distinta. Arrancó como ayudante de Borghi, pero a la hora de construir su camino como cabeza de grupo le costó muchísimo. Viajó al exterior para ver cómo trabajaban Guardiola, Simeone y Pellegrini. “Tuve reuniones con muchos clubes del fútbol argentino, que no optaron por mí, porque tenían el prejuicio de contratar a un entrenador sin experiencia. Cada reunión para poder trabajar era una ilusión y a la vez una decepción porque no contaban conmigo para trabajar en el club”, se lamentaba.
Pusi debió salir del país y puso el cuentakilómetros en cero en Cúcuta Deportivo, en la segunda división de Colombia. Otra vez remando desde abajo. Después de ascenderlo lo llamaron de un grande del país, el Deportivo Cali. Allí llevó a Agustín Palavecino desde Platense, donde le había echado el ojo. Cumplió una campaña correcta en Cali y volvió a su casa, Independiente, ahora de saco y corbata.
En el Rojo estuvo un año, en un club que ya comenzaba a mostrar una descomposición institucional que sería imposible de detener. “Se fueron en plena competencia 17 jugadores y yo tuve que construir en base a esa tormenta. No había una credibilidad entre futbolistas y dirigencia y tuve que ser el nexo para construir en base a la tormenta”, explicó Pusi, con los hechos consumados.
En ese año en que condujo al Rojo, un día visitó el José Fierro y lanzó aquella frase que citamos al inicio.
Su debut en el Decano se dio el 17 de abril de 2022. El equipo venía de perder 6 de los últimos 9 partidos, entre ellos sendas goleadas por 4-0 ante Newell’s y Racing. En el estreno empató 1-1 con Defensa y Justicia en Varela. Cerró su participación en la Copa de la Liga con 1 triunfo, 1 derrota y 3 empates, incluido uno ante River en el Monumental.
Comenzó a demostrar que ya no era fácil meterle goles y mucho menos ganarle.
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Con el mismo plantel sumado el arquero boliviano Carlos Lampe, arrancó la Liga rescatando un empate de local ante Colón gracias al gol del Polaco Menéndez cuando faltaban 7 minutos. Y en la segunda fecha le sacó otro empate al River de su amiguito Marcelo en el Monumental. Sí, dos empates ante River en su casa en 40 días.
Después de una caída injusta ante Independiente por Copa Argentina, el Decano hilvanó 6 victorias consecutivas, todas con el arco propio en cero, que lo depositaron en lo más alto de la tabla. Perdió el invicto ante Arsenal, pero ganó en la fecha siguiente, para demostrarse y demostrarle al resto, que estaba bien paradito y no sería fácil voltearlo. Y que además, hay un sentido de pertenencia en los jugadores, que le dan un plus a esta campaña.
Tras la última victoria con Central Córdoba, la cuenta oficial del club armó un fotomontaje del DT con anteojos, un arma y el título: “Pusinator”. Pusi dice que existe un nivel de euforia desmedida, y que pretende que la gente tenga los pies sobre la tierra. Pero andá a explicarle al hincha del Deca que no sueñe. Andá a hacerle entender que si no es ahora, ¿cuándo? Falta, sí, pero tampoco tanto, eh
Fortaleza defensiva, ataque directo, ideas claras y personalidad firme. El Deca tiene argumentos para creer. Pusineri les cambio la cabeza. Y les hizo recuperar a los hinchas aquellas viejas sensaciones no tan lejanas.
Jugó en tres grandes, fue campeón en dos, supo liderar desde adentro, ahora lo está haciendo muy bien desde afuera. Aunque no lo diga en voz alta, Lucas Andrés Pusineri ya tiene entre ceja y ceja un objetivo muy clarito: ganar su primer título como DT. Y aspira a que su legado, vaya más allá de una vuelta olímpica. Los líderes siempre van por más.
*Texto y narración: Diego Borinsky; Edición: Erika Andújar.
