El fútbol de Córdoba atraviesa uno de los mejores momentos de su historia, con tres equipos en Primera División por segundo año consecutivo y dos de ellos siendo protagonistas, en simultáneo, en copas internacionales. A ellos puede sumarse Racing, que volvió en 2023 a la segunda categoría, donde, pese a los vaivenes, se lo ve consolidado.
Talleres logró el boleto a octavos de final de la Copa Libertadores con dos fechas de antelación, es líder en su grupo, con 13 puntos, y depende de sí mismo para clasificar puntero, en una zona donde está un grande del continente, como San Pablo de Brasil, y uno de los más populares de otro país, que es el Barcelona de Ecuador.
Belgrano, en tanto, también está invicto en la Sudamericana y también es líder de su grupo, con 9 unidades. Si bien no tiene la clasificación a la próxima instancia ya sellada, está a un paso de lograrlo.
Instituto, por su parte, se afianzó en la máxima categoría el año pasado y en esta temporada apunta, aparte de sumar un colchón de puntos para garantizar otra vez la permanencia, a alguito más.
El denominador común, sin embargo, es que todavía falta ese esperado título que históricamente se le viene negando al fútbol cordobés. “El Matador” lo acarició en un par de oportunidades, pero se le escapó como la arena entre los dedos.
Y, en este contexto, surge un debate, que irrumpe más bien a nivel narrativo. O discursivo. Según el semiólogo argentino Eliseo Verón, un discurso es una configuración espacio-temporal de sentido; un recorte en la red de la semiosis social. Es decir: el discurso produce sentido. Y se da a partir de condiciones de producción particulares, condiciones que tienen arraigo en un contexto socio-histórico determinado.
Asimismo, el teórico belga Marc Angenot señala que toda hegemonía discursiva "impera en un momento dado y determina qué cosas pueden y deben ser dichas, dejando otras afuera". Y esto también abre el análisis.
En el discurso deportivo, muchas veces se omite, ya sea por cábala, para no “mufar” o para no ser preso de las propias palabras, mencionar la palabra “campeón”.
Sin embargo, en Belgrano parece que este año, en ese sentido, algo cambió. O al menos así lo expresaron varios de sus protagonistas. En el arranque del 2024, el ahora ex técnico “pirata”, Guillermo Farré, no tuvo miedo de decir la palabrita prohibida.
El presidente del club, Luis Fabián Artime, fue en sintonía en una entrevista con Cadena 3 en Bolivia, antes de visitar a Real Tomayapo por la Sudamericana, y dijo que sueña con ser campeón en un plazo de 6 o 7 años.
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Y en algunos jugadores también se replica: los juveniles Mariano Troilo y Juan Velázquez, que irrumpieron muy bien en el primer equipo, fueron al grano, y sin casete, con el mismo objetivo en el horizonte.
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En Talleres, sus hinchas piden (y exigen) hace tiempo ese título esquivo. Y el discurso, aunque con más mesura, va en la misma línea. Su presidente, Andrés Fassi, supo hablar del tema y señaló que están “cerca”.
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El arquero y capitán del “Matador”, Guido Herrera, avisó a comienzos de año que, más allá de lo difícil que es la competencia en Argentina, estaba en el club con el objetivo de lograr un festejo grande.
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Desde afuera, aunque no tanto, Víctor Hugo Sotomayor, referente del fútbol argentino que pasó por la “T”, también opinó al respecto, y habló de la necesidad de “creérsela”.
El discurso y su producción de sentido. El fútbol de Córdoba está en franco crecimiento a nivel deportivo e institucional, con un masivo acompañamiento de hinchas y socios que gambetean la crisis económica para acompañar al equipo de sus amores.
¿Está bien o mal hablar de alzar un título como objetivo? ¿Están dadas las “condiciones de producción” discursivas para eso? ¿Es preferible la mesura a la hora de declarar, o hay que cambiar el chip también a nivel narrativo para “creérsela” un poco más?
En los últimos años, dieron la vuelta equipos del interior argentino, como Colón (Santa Fe), Central (Rosario) o Patronato (Paraná). ¿Qué le falta a los equipos de “La Docta” para, por fin, poder gritar campeón?
