En la era de los millones de estímulos audiovisuales, todo el mundo busca sentencias grandilocuentes que no pasen desapercibidas. Hay que decir algo fuerte para que no se lo lleve el tsunami de mensajes. No importa que sea una barbaridad, importa que haga ruido.
Entre tantas cosas que se dijeron durante la última semana de polémicas en la Copa Libertadores una de las más repetidas fue: “El VAR está matando el fútbol”. ¿Será para tanto o apenas se trata de una exageración más entre miles?
Un elemento ineludible para el análisis es que Boca fue el club que se sintió perjudicado. Quizás eso explique buena parte de las sobreactuaciones mediáticas. El robo más grande la historia, la Corrupbol, todos contra Boca y demás bombas que todavía detonan.
En el baúl de los fallos arbitrales todos tienen guardado su momento de despojo. Los de Independiente por Pinola, los de River contra Lanús, los de Central con Boca en la Copa Argentina, los de Racing durante el grondonismo. Y así hasta el infinito…
Ningún futbolero del mundo se acuerda cuando a su club lo beneficiaron. Por caso, en el 2013, Boca eliminó a Corinthians con un desastroso arbitraje de Carlos Amarilla y muchos de los que hoy despotrican en aquel momento se reían diciendo “Charly Yellow lo hizo…”.
Hace ocho años nadie hablaba de robo, nadie sacaba comunicados denunciando conspiraciones, nadie hacía nada ni siquiera cuando se conocieron los audios en los que Grondona se jactaba de que Amarilla había sido el mejor refuerzo de Boca.
Los carpetazos de archivos van y vienen, vuelan de un lado al otro entre los hinchas. De tantos, uno de los más difundidos fue el de Raúl Cascini cuando se mofaba de River diciendo que el VAR no podía ser una excusa porque a veces te da y otras te quita.
La discusión por los fallos del VAR puso de nuevo a la tecnología en el ojo de la tormenta. Muchos que antes estaban a favor, ahora dudan. Otros que ya estaban en contra, creen confirmar sus sospechas. Seguirá habiendo defensores y detractores.
Uno de los principales focos del debate está en el uso de la herramienta. La mayoría de las opiniones coinciden en que deberían reducirse los tiempos de consulta. En la famosa jugada de la rodilla del Pulpo González se tomaron 8 minutos para decidir.
Otro aspecto controvertido es el de la calidad de la tecnología. En una jugada tan fina como la de Atlético Mineiro y Boca el ángulo de la cámara es fundamental, un cuadro más o menos y hasta un pixel de la imagen determinan si es o no fuera de juego.
Las jugadas de interpretación que tiene el fútbol seguirán generando polémicas hasta el fin del mundo. Cuando el árbitro debe juzgar la potencia de un contacto o un agarrón, la actitud deliberada de una mano o el uso excesivo de la fuerza no hay tecnología que lo pueda resolver.
La teoría de ayudar al árbitro para que no se le pasen los elefantes y dejar de buscar hormigas reglamentarias tiene un punto débil: ¿quién dice cuál es el tamaño de los errores? Una uña en offside es una hormiga, pero perder un campeonato por culpa de esa uña es un elefante.
Un debate diferente que podría derivarse del uso del VAR en el fútbol es sobre la regla más controvertida, la del fuera de juego. ¿Hasta dónde una rodilla es sacar ventaja? ¿No será momento de cambiar el criterio del offside?
El espíritu histórico del fuera de juego es impedir que un jugador que ataca saque ventaja de su posición, para eso se lo obliga a estar por detrás de la línea de la pelota o de dos rivales. Sería bueno preguntarse si tiene sentido buscar milímetros de diferencia entre las líneas.
Otras preguntas, más profundas, vuelven a ponerse sobre la mesa: ¿le hace bien el VAR al fútbol? ¿Logra el objetivo de aumentar la justicia de los fallos? ¿Es otro deporte desde que se aplica la tecnología para ayudar a los árbitros? ¿Le quita la esencia al juego?
En otro casillero de las discusiones figura la siempre cuestionada Conmebol. Nada nuevo bajo el sol. La camada de dirigentes sudamericanos anterior a la actual terminó con 19 de ellos detenidos por el Caso FIFA. ¿Qué nos haría suponer cambios verdaderos en la entidad?
Por otro lado, árbitros corruptos, como en todas las actividades de la vida, siempre hubo (y lamentablemente seguirá habiendo). También los hay buenos y malos, capaces e incapaces. Además, van a equivocarse, con o sin VAR, como pasa desde que el fútbol es fútbol.
Un detalle menos comentado que podría incluirse en el combo de los que sienten que están rompiendo el fútbol son las decisiones dirigenciales. Desde que Infantino preside la FIFA cambió los Mundiales, sin ir más lejos.
En Europa las aguas del debate recién se están calmando, pero la amenaza de una Superliga de millonarios sigue latente. Agregaron una Liga de Naciones, sumaron una nueva copa de clubes para los de tercer orden y cambiaran la Champions desde el 2024.
Sudamérica también hizo lo suyo moviendo las competencias principales. La Conmebol retomó el calendario anual para sus dos copas, ampliando la cantidad de participantes y partidos en la Sudamericana. Además, acomodó la Copa América para que coincida con la Euro.
Otros asuntos no tan menores también revolotean por las cabezas de los hombres de traje y corbata. Florentino Pérez, por ejemplo, nada más ni nada menos, piensa que sería bueno reducir la duración de los partidos para atraer a los jóvenes.
Los tremenditas, alarmistas, advierten que el fútbol está caminando hacia el precipicio, que así no se puede seguir, que están echando a la gente de la cancha, que van a romper el juguete, que están matando el fútbol.
¿Será para tanto? Entre tanto barullo, siempre hace bien recordar una excelente definición de Juan Sasturain: “El fútbol es infinito”.
