En Argentina hay dos cosas que todo el mundo sabe que están mal desde hace años, pero nadie toma decisiones de fondo para cambiarlas: la inflación y los cambios de técnicos en el fútbol.
Los mismos argumentos se repiten desde hace décadas: hay que apostar por los proyectos, el campeonato largo es mejor porque da más tiempo de trabajo, el fusible siempre son los entrenadores porque no se puede echar a un plantel completo y así hasta el infinito.
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En lo que va del Torneo 2021 se produjeron 14 cambios de técnicos en 17 fechas, 13 de los 26 equipos ya no tienen el entrenador con el que empezaron la competencia. Si la cuenta se estira a todo el año, hubo 20 movidas de entrenadores.
Es más fácil hacer la lista de los sobrevivientes: Milito (Argentinos), González (Central), Domínguez (Colón), Zielinski (Estudiantes), Falcioni (Independiente), Zubeldía (Lanús), Delfino (Patronato), Gallardo (River), Sciacqua (Sarmiento), Medina (Talleres) y Pellegrino (Vélez).
A mediados del 2014, cuando Grondona impuso el torneo de 30, uno de los argumentos era que serviría para frenar la picadora de carne de técnicos que, supuestamente, no paraba por culpa de los campeonatos cortos. Las pruebas están a la vista.
Al revés de lo que se suponía, los engendros de torneos multitudinarios, de 30, 28, 26 o 24, terminan siendo peores porque al ser tan larga la tabla casi todos los equipos se ven lejos de todo y parece que nada alcanza. Ni siquiera la ausencia de descensos bajó la histeria.
El problema no está en el formato de la competencia, hay una cuestión de fondo que los dirigentes no asumen: todos se mueven según el humor de los hinchas y ninguno está dispuesto a soportar una seguidilla de malos resultados.
La gran excepción es River que está por completar un ciclo de siete años con Gallardo, D’Onofrio y Francescoli, un trío conformado por técnico, mánager y presidente que fueron rearmando planteles ganadores todo el tiempo mientras veían pasar al resto.
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Un caso interesante es el de Talleres que en cada temporada, desde que volvió, mantuvo al técnico con el que empezó: Kudelka dos campañas, Vojvoda una y Medina desde 2019. La explicación es muy simple: la política deportiva del club está por encima de los nombres.
Hasta el momento, Andrés Fassi nunca cambió al DT en el medio de una temporada. Cuando asumió estaba Hoyos, al que no le renovó. Después mantuvo al resto aunque tuvieron algunos momentos flojos como Kudelka en el Federal o Vojvoda tras quedar afuera de la Libertadores.
Boca no consigue mantener en el tiempo al mismo técnico desde el ciclo de Barros Schelloto, que se terminó en Madrid, después pasaron Alfaro y Russo, el último fusible que saltó incluso habiendo ganado títulos.
Sebastián Battaglia llegó a uno de los bancos más calientes del mundo después de haber dirigido a la Reserva. La apuesta de Riquelme por un entrenador con poca experiencia, por ahora, se sostiene por los resultados, aunque recibió un duro cachetazo en el último clásico.
Racing vive días convulsionados y no parece tener un plan claro para encontrar la salida. Claudio Ubeda, que fue designado hasta diciembre, no pasó de octubre y la elección de Fernando Gago como reemplazante generó mucha polémica.
En la discusión sobre la llegada de Gago a la Academia hay un trasfondo que pinta la degradación de la cultura futbolística que padecen algunos hinchas: muchos cuestionan que el Pocho Insúa, identificado con Independiente, forme parte del cuerpo técnico.
Además de un hinchismo exacerbado e insoportable, detrás de los cañones apuntando contra Insúa hay cabezas poco instruidas que desconocen la innumerable cantidad de casos de jugadores y técnicos que tuvieron éxito en las dos veredas de la pasión.
San Lorenzo también tuvo asamblea popular en la post pandemia. Antes de que los dirigentes lo invitaran a dejar el cargo, Paolo Montero se había puesto como plazo tres partidos que terminaban con el clásico contra Huracán.
Después de perder contra River y Lanús, Montero tuvo que dar el famoso paso al costado y San Lorenzo empezó de nuevo a tirar en la ruleta. Los nombres que dan vueltas son los mismos de siempre. Ese es otro detalle de nunca acabar: la calesita de los técnicos.
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En lo que va del año, Gago, Rondina, Damonte y Kudelka dirigieron a dos equipos distintos y no sería raro que alguno de ellos sea despedido nuevamente antes de cortar el pan dulce. Es como si una mano moviera las fichas y las reemplazara siempre por las mismas.
La llegada de Diego Flores a Godoy Cruz abre un debate interesante. Más allá de los buenos resultados que consiguió de arranque, lo que hizo Flores fue exponer a muchos entrenadores que no se mueven de su zona de confort y se la pasan revolviendo el cafecito.
El cordobés Flores salió al mundo, se preparó, arrancó de abajo, sin la chapa del futbolista profesional y después de trabajar con Bielsa, uno de los mejores, volvió a su país para demostrar capacidad, estilo y ambición.
Pase lo que pase, con 20 o con 30 en Primera, torneo corto, largo o intermedio, sea copa o liga, en el cambiante y loco fútbol argentino lo único que no cambia, lo único que se mantiene lamentablemente estable, como la inflación en el país, es el índice de despido de los técnicos.
