El próximo 26 de junio se cumplirán 11 años del último ascenso de Belgrano a primera, en la inolvidable promoción ante River. Aún de cortos y con la “5” en la espalda, desatando la euforia del pueblo “celeste” con su gol, fue protagonista Guillermo Farré.
Desde aquella tarde de ensueño en el Monumental hasta nuestros días, las alegrías no abundaron, precisamente, para los hinchas de Belgrano. Lejos en el tiempo quedó el duro equipo de Ricardo Zielinski, sólido, competitivo y que ganó valor con el correr de los años. Allí también estuvo Farré.
Y cómo olvidar aquella gloriosa noche en Curitiba, cuando el escudo “pirata” se hizo grande en Brasil, y la trompada a la ilusión que significó quedarse afuera de la copa de local, por penales, ante un Kempes repleto. Allí también, y con la cinta de capitán en el brazo, estuvo Farré.
Poco tiempo después, asegurando que el equipo necesitaba renovarse, eligió dar un paso al costado. Dijo que su salida era lo mejor para Belgrano, se fue en paz con el hincha y con el deseo de volver instalado en su corazón.
La revancha le llegó varios años más tarde, distinta a la que había imaginado en un principio. “Luifa” Artime, pese a que no era su elegido, lo fue a buscar para que se ubique del otro lado de la línea de cal, en medio de una crisis futbolística.
Tras el paso fallido de Alejandro Orfila por Alberdi y con la vuelta de un viejo conocido como Farré, el hincha volvió a ilusionarse y, por momentos, Belgrano le dio motivos.
Empujado por los goles de Vegetti y de Balboa, el equipo pareció recuperar la memoria y el ascenso apareció como una posibilidad real en el horizonte de la “B”.
Farré enderezó el rumbo de un equipo que estaba perdido, potenció nombres que venían de capa caída y sacó el 60 por ciento de los puntos que disputó, pero no fueron suficientes. Una vez más, Belgrano se quedó a las puertas del gran objetivo de la temporada.
Farré hizo una gran campaña en puntos, agarrando un equipo que no armó y dejando una buena base para lo que viene. Aún así, en ocasiones, Belgrano salió a especular y conformarse con el empate, cosa que si sucede en Primera servirá para engrosar el promedio pero en el ascenso eso no puede pasar.
Luego de asumir la presidencia del club de sus amores, un eufórico Luis Fabián Artime dijo una de las frases que hizo más ruido a lo largo de su gestión: “¡Vamos a salir campeón! ¡Vamos a ascender el año que viene!”.
Con 2022 llegó ese “año que viene” del que hablaba el “Luifa”, pese a que fue un acto fallido ya que se refería a la misma temporada 2021, y el desafío para los encargados de defender la camiseta “celeste” sigue siendo el mismo.
Este año, el siempre difícil torneo de segunda división contará con 37 equipos compitiendo por dos ascensos, uno directo para el campeón y una segunda plaza a primera que se definirá en un torneo reducido de 12 equipos.
Por historia, tradición y presupuesto, todos los integrantes del mundo “pirata” saben lo que se espera de ellos. Ya lo dijo el presidente Artime hace unos meses: “Belgrano es ascenso o fracaso”.
El club intentará capitalizar la experiencia del 2021, con una comisión directiva que tuvo más tiempo para armar el plantel y un entrenador que encontró nombres y un equipo titular que, por momentos, salió de memoria.
Y la base se quedó. Entonces Losada, Novaretti, Olivera, Bernardello, Longo y Vegetti deberán ser la piedra basal porque no se puede volver a errar con los refuerzos y es clave armar un equipo fuerte de arranque.
A diferencia del primer mercado de pases en donde el scouting fue a buscar desesperadamente jugadores de equipos que pelearon arriba, pero sin verlos, como Tecilla, Ochoa, y ni hablar de Romero, esta vez hubo sentido común. El que eligió fue el entrenador porque Orfila cuando se fue dijo que de los trece que llegaron con él, sólo pudo inmiscuirse en el arribo de Lima.
Como debe ser, Farré vio, anotó, habló y luego le planteó a Obolo, Artime y compañía lo que pretendía. Ya había acertado con el “Chino” Rojas y Bordagaray y ahora dio el primer paso para las llegadas de Iván Ramírez, Ibrahim Hesar, Francisco Oliver, Joaquín Susvielles, Alejandro Rébola y Gabriel Compagnucci.
Pero faltan algunos más. En la única conferencia de prensa que brindó, Farré habló de traer un arquero. Hace rato que hay dos nombres: Alan Aguere y el “Ruso” Diego Rodríguez. Porque Losada necesita competencia y no relajarse, máxime cuando Juan Strumía quedó como único suplente ya que el club prestará a Agustín Rufinetti por indisciplina.
El futuro es hoy, sesenta y dos días después de su último compromiso ante Quilmes, debutará en el cuadrangular de Uruguay con la posibilidad también de un amistoso ante Talleres, pero todo queda en segundo plano pensando en el inicio de la Primera Nacional: Belgrano es uno de los candidatos al ascenso, y tiene que hacerse cargo.
Uno de los pilares del proyecto, en el que coinciden las opiniones de hinchas, jugadores y dirigentes, es el cuerpo técnico. La gente, los jugadores y la comisión bancaron públicamente al entrenador, que es un emblema de los últimos tiempos de Belgrano.
Fue el “5” del gol a River para volver a primera, el corazón del equipo de Zielinski, el capitán de la noche de gloria en Curitiba, el que puso la cara en las malas… Todo eso representa Guillermo Farré en el sentir del hincha que por momentos lo ve como un Ruso en miniatura.
Es que ese es su estilo. Gusta de ser ordenado, de atrás para adelante pero con el mandamiento de que el primer defensor sea Vegetti. No le importa la tenencia de balón, sí recuperar rápido, salir de contragolpe para agarrar mal parado al rival y definir con el goleador. Lo hizo Zielinski con el mismo Farré recuperando, las corridas de Mansanelli y Velázquez para que el “Picante” Pereyra hiciera de las suyas. Claro, con un pensante como el “Mudo” Vázquez. Lo intentará hacer Farré con Longo en la salida, para que corran Zapelli o Bordagaray o Hesar y éstos habiliten a Vegetti. Claro, con un pensante como Iván Ramírez.
Y aunque ya no pueda llevar la cinta de capitán en el brazo, el 2022 de Belgrano se pone en marcha con Farré firme en su puesto, con ambas manos en el timón, listo para comandar el rumbo del barco de la ilusión “pirata”.
