Fue el histórico goleador inglés Gary Lineker quien inventó, en 1990, una de las frases más recordadas por los amantes del deporte: “El fútbol es un juego simple, en el que juegan once contra once y siempre gana Alemania”.
Aunque el dicho sea una clara exageración, al menos en el 2006, 2010 y 2014, los argentinos llegamos a creer que podía ser cierto. Y en el último tiempo, por el dominio demoledor del Bayern Munich, varios gigantes europeos están pensando lo mismo.
Lo que pocos saben es que, tanto en la selección alemana que nos eliminó en 3 mundiales seguidos, como en el Bayern actual, la mente maestra fue la misma: un tal Hans-Dieter Flick.
Si el futbolero promedio hace una lista imaginaria con los mejores técnicos del planeta, surgirán una serie de rostros altamente reconocibles. Probablemente estarán, por ejemplo, Pep Guardiola, José Mourinho, Marcelo Bielsa, Jurgen Klopp o Zinedine Zidane, entre otras figuras.
Serán pocos los que piensen en Flick, y aún menos los que recuerden las facciones de su cara. Y sin embargo, hoy por hoy no existe equipo en el mundo que no la pase mal al enfrentarse con sus muchachos. Hans Flick es el ingeniero a cargo de verdaderas máquinas de ganar, aunque nadie podría haberlo vaticinado en sus inicios.
Hans-Dieter Flick tenía 18 años cuando recibió el llamado que tanto había esperado: los dirigentes del Stuttgart, que peleaba por el título en la primera de Alemania, querían sumarlo a sus filas. Flick se sintió halagado por la propuesta, pero para sorpresa de familiares y amigos, respondió que no.
Había conseguido un puesto temporal como pasante en un banco, y no quiso renunciar a ese trabajo. Su argumento era que, como nadie sabía cuánto podía durar su carrera como futbolista, le sería más útil para el día de mañana sumar otras experiencias laborales. Desde entonces, se caracterizó por no dejarse llevar por sus impulsos y ser muy analítico a la hora de tomar decisiones.
Aunque nunca fue una estrella ni nada parecido, Flick fue un volante ofensivo muy inteligente y funcional a sus equipos. Su etapa más destacada inició en el 85’, cuando fichó por el Bayern Munich y conquistó seis campeonatos en cinco temporadas.
Allí incorporó los mandamientos de “la escuela bávara” del Bayern y aprendió sobre táctica, estrategia, carácter y mentalidad ganadora. Sin embargo, y tal como lo había previsto cuando era un adolescente, su carrera se terminó con apenas 28 años por culpa de las lesiones y tuvo que salir a ganarse la vida alejado de las canchas.
Ya retirado y lejos de haberse salvado económicamente, usó lo que había ganado como futbolista para abrir un negocio de artículos deportivos en su pueblo, que atendía junto a su esposa. Al mismo tiempo, para no perder la costumbre, era director técnico y jugador del equipo local, que estaba en la quinta división de Alemania.
Flick, que se había cansado de ganar títulos con el Bayern, repartía sus días entre atender un comercio y el fútbol semiamateur, pero jamás perdió la calma. Con la misma cabeza fría de siempre, trabajó duro para encontrar su camino de regreso hacia la cima del fútbol.
Poco a poco fue subiendo escalones en su carrera como entrenador. Pasó de dirigir en la quinta división a liderar un equipo de tercera, un poco más cerca de la Bundesliga. Después trabajó como asistente en el Salzburgo, en la primera de Austria. Y en 2006, cuando tenía 41 años, se sumó al cuerpo técnico de Joachim Löw al frente de la selección de Alemania. Había vuelto a los primeros planos.
Aunque Löw fue el rostro visible del famoso proyecto alemán que tocó su techo en el Mundial 2014, Flick fue una pieza importantísima en aquel engranaje, trabajando desde las sombras. Por su experiencia como jugador y su formación en el Bayern, se hizo cargo de gran parte de los ejercicios tácticos y estratégicos de la selección teutona.
Así que, cuando la Argentina dirigida Diego Maradona perdió por goleada contra los alemanes, Flick tuvo mucho que ver. Y por su rol e importancia en el cuerpo técnico, es muy probable que, cuatro años más tarde, cuando el reloj del Maracaná marcaba 88 minutos de partido, haya sido él quien se acercó a Löw para decirle: “Me parece que es momento de meter a Gotze”....
Luego de trabajar durante ocho años en la selección de su país asumió como director deportivo de la Asociación Alemana de Fútbol, con lo que logró pasar por todos los niveles del juego, siendo futbolista, entrenador y dirigente.
Con toda esa experiencia a cuestas, llegó a Bayern Munich en el 2019 como asistente, después asumió como técnico interino y tras una racha de 18 triunfos en 21 partidos le ofrecieron un contrato hasta 2023 al mando de la institución. En su debut como entrenador en las grandes ligas, Flick hizo historia: su Bayern ganó todo lo que jugó, y cerró la temporada 2020 como el mejor equipo del planeta.
Tras conseguir el sextete, el futuro del alemán es una incógnita. Aunque los dirigentes del club bávaro están encantados con su rendimiento, su nombre suena cada vez con más fuerza para tomar las riendas de la selección de Alemania.
Y así, con un perfil muy bajo y arrancando desde la quinta división, Flick se ubicó en lo más alto del fútbol mundial. No necesitó de gestos exagerados ni declaraciones para las cámaras: como lo había hecho en la selección, Hans Flick se convirtió en el cerebro detrás del temible Bayern Munich, una verdadera máquina de ganar.
