La "Belgranización" de Artime

Gabriel Rodríguez

Los primeros cien días de un gobierno de tres años, apenas representan un 9 por ciento del mandato total pero marcan la llegada de un proyecto, representando también un desafío fundamental que define la posibilidad de desarrollar las propuestas esgrimidas en su momento. No obstante suena prematuro sacar conclusiones absolutas.

Los primeros cien días de Luis Fabián Artime como presidente de Belgrano, han sido muy movidos, demasiado para lo que él pensaba porque preside un club de fútbol, no un club con fútbol y el termómetro del socio, del hincha, de la crítica estará puesto en si la pelota entró o pegó en el palo.

Estos momentos iniciales representan una primera impresión sobre lo que pretende hacer y cómo lo hará.

Como ídolo, como máximo goleador del club en AFA, como responsable de sacar 5 mil votos en una elección de 8 mil, sabe que arriesga todo porque tiene más para perder que para ganar pero hay un valor incalculable: salió del lugar de confort, de tranquilidad, para meterse en el lodo y eso lo expone, para bien.

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Recibió un club con 30 millones de pesos en la caja, sabiendo que la mantención mensual de la estructura está apenas por debajo de los 50 millones, soportó rumores de renuncia en su comisión directiva, se la jugó por un técnico como Alejandro Orfila que poco tenía que ver con la idiosincrasia "Pirata" y que se mentía asimismo afirmando que el equipo era una maravilla, y vio en vivo y directo cómo el Belgrano que él armó era poco menos que un espejismo.

El técnico uruguayo apenas le duró 92 días de mandato y se hace inevitable cruzar un parangón con uno de sus antecesores, Armando Pérez quien desde lo deportivo también empezó a los tumbos, al punto que debió dejar ir a Julio Zamora apenas 113 días después de contratarlo.

No son de hablar seguido con la prensa, pero Artime dio la cara y se hizo cargo de Orfila, al que sin dudas le sobró una semana al frente del equipo cuando la situación ya no daba para más. 

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Es en esos momentos donde los actos dirigenciales deben ser conducidos por un preciso plan de acción que busque producir el efecto deseado, cuyo objetivo no es otro que capitalizar la conquista popular.

Unos 50 entrenadores fueron ofrecidos, todos distintos uno del otro y la prensa elucubraba: ¿en qué se relacionan Gorosito, Delfino, "la Tota" Medina, Gustavo Álvarez, Schurrer y la dupla Orsi-Gómez? En nada. Principalmente porque el presidente había dicho que no buscaría técnicos con trabajo y porque tampoco se inclinaría por entrenadores sin experiencia en la categoría.

Y comenzaron a escuchar al hincha.

En plena campaña electoral admitió que había hablado con Guillermo Farré, quien a fines de 2020 se debatía entre el retiro o jugar un cachito más. “Hablé con Farré, lo quiero en Belgrano, jugando, en el vestuario o en otra área del club”, declaró un Luifa que meses después tendría ese as bajo la manga.

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Caruso Lombardi no lo quiso, Farré se fue a Estudiantes de Río Cuarto, se retiró y en enero acordó con "el Ruso" Zielinski su arribo al "Pincharrata" como ayudante de campo.

En marzo pasado, en el programa “Tiempo de Juego”, como una premonición, hubo una pregunta y una respuesta sobre Farré y a Farré como técnico de Belgrano. 

Y escucharon al hincha que se debatía entre el desconocimiento por Orsi-Gómez o la inexperiencia, o la primera vez, o la incógnita sobre el último gran capitán. Y pese a ello, no había dudas, tenía que ser Farré con esa estirpe “zielinskista” que le dieron cinco años y cuatro meses a su lado.

Con el histórico número “5”, Luifa logró una cosa y buscará otra que prometió siendo candidato: logró Belgranizar los primeros cien días de su gestión. Y después de eso buscará que “Argentina hable de Belgrano”.