La hora de la verdad

Gabriel Rodríguez

Pensar en una normalidad institucional en Belgrano era una utopía, incluso cuando era manejado por sus socios allá por la lejana y olvidable final de la década del ’90, con elecciones truncas, después anuladas, un tercer mandato de “Chichín” Ledesma que terminó en el abismo, por aquel reclamo del profe López Marcel de 400 mil dólares y una deuda exorbitante de 21 millones de dólares.

Sí, eso era Belgrano.

La Ley de Salvataje de Entidades Deportivas, aprobada por el Congreso de la Nación entre gallos y medianoche para salvar a Racing, salvó de la desaparición también a Belgrano cuyo único activo que tenía era un estadio parecido a Kosovo. No tenía nada.

Pensar en una normalidad institucional después de eso, también era una utopía porque había que pagar a los acreedores, responder al juez de turno, armar un equipo de fútbol y hacer funcionar a un club como tal.

Pero Norberto Castaños y Luis Manzanares lo hicieron. Cimentaron las bases en las que desde 2005 Armando Pérez construyó lo que vino después.

Entonces pensar en una normalidad institucional era posible. Y hoy ya no suena raro la palabra elecciones. Es, desde hace 10 años, moneda corriente en Belgrano. Y pasaron tres períodos de vida democrática (2011, 2014 y 2017) en donde el club creció en todo aspecto: en lo deportivo se lograron objetivos nunca antes obtenidos, hubo proyecto a largo plazo, ya no había que rogar que los refuerzos eligieran Alberdi y los chicos que llegaban a inferiores lo hacían convencidos sin la necesidad de pasar por Rosario, Santa Fe o Buenos Aires.

Belgrano se hizo respetar. Consiguió en 2016 un récord de socios para el fútbol de Córdoba: 40 mil y 30 mil eran abonados al fútbol. Se hizo de un predio propio y le tocó el corazón al hincha, volver a un Gigante de Alberdi con tribunas nuevas.

Es cierto que en el último tiempo, todo aquello pareció no ser nada ante el desmanejo dirigencial, un descenso cantado y el fracaso reciente por volver.

Histórico por donde se la miren. Así serán las elecciones de recambio de autoridades en Belgrano, cuya salud como club goza de muy buena salud porque se ha respetado el marco institucional y la necesidad de responderle al socio.

El próximo sábado, frente a frente estarán dos pesos pesados, pero de verdad. De un lado el máximo ídolo, Luis Fabián Artime, quien además es el máximo goleador del club en AFA: 94 tantos en 336 partidos y un futbolista que siempre estuvo, en las buenas y más en las malas, y hoy preparado para conducir al club de sus amores.

En el otro rincón, Armando Valentín Pérez, el hombre que le devolvió el club a los socios y señalado por colegas entrados en años como el mejor presidente que tuvo Belgrano en la historia.

El pasaje De la Reforma fue testigo de la presentación oficial de Artime con su “Belgrano Primero”, con todo lo que significa a su vez que un ex jugador e ídolo aspire al máximo cargo y una plataforma que proyecta “belgranizar” Córdoba. “Belgranizar” significa la voluntad de avanzar con las 46 filiales (una de ellas, la de Buenos Aires llamada “Rodrigo Bueno” tiene un dato significativo, tres de cada 10 socios son cordobeses) y la creación de centros de captación y dotar a las inferiores como también a una masiva conscripción de socios.

En su plataforma electoral “Luifa” se muestra como la única oposición, el verdadero cambio y primereó a Pérez en eso de hablarle al socio con el objetivo de seguir rompiendo récords en el club: ser el primer jugador profesional en ser ungido presidente.

En su lista lleva empresarios de renombre como Antonio Mariano, socio de la cadena supermercadista “Mariano Max”; Diego Merlino, de la comercializadora de materiales “Merlino”; Ricardo Leiva, un hombre ligado al Grupo Roggio y Héctor Baistrocchi, ex dirigente de la actual comisión directiva. Y ante las dudas que podría generar un respaldo económico en una hipotética gestión, “Luifa” señala “tenemos espalda”.

Seis técnicos hablados como Orfila, Esmerado, Alvarez, Delfino y Rondina; una foto con “Chiqui” Tapia, una base de seis futbolistas por puesto para reforzar, el incógnito nombre del manager que podría ser uno de los últimos jugadores del club y el cómo ascender y no a como de lugar, son las bases en las que sustenta sus chances.

Pérez saltó al campo de juego con una receta conocida que ya le garantizó éxitos en el pasado bajo el nombre de “Siempre Belgrano” y el paradigma de que Pérez vuelve y eso quiere dar a entender, principalmente cuando habla de “decepción” sobre Franceschi y compañía, despegándose totalmente y aclarando que la otra lista tiene tintes oficialistas con algunos de sus candidatos.

A diferencia de la pomposa campaña de Artime, la de Pérez es más austera porque entiende que su mejor jugada es el legado deportivo, patrimonial e institucional que dejó desde junio de 2005 a abril de 2017. En la presentación de su lista, mostró el apoyo de “la Mona Jiménez”; el respaldo no sólo económico sino estructural del Grupo Dinosaurio con Euclides Bugliotti a la cabeza, y el de Oscar Bustos, dueño de la firma Sanarte.

En la nómina que lo acompañan aparece un abogado y profesor de la Universidad Nacional de Córdoba, de apellido emparentado con la fundación del club como Jorge Orgaz; el reconocido ex fiscal Miguel Oyhanarte y la mano derecha de Pérez en AFA, Miguel “Pato” Laciar.

Apostó a Olave y “Teté” González para dirigir al equipo pero los ex jugadores jugaron otro partido, el de no involucrarse en la política; entonces apreció que lo mejor era rodearse de personas que pudieran entender el mismo juego y para eso acordó la secretaría técnica con el uruguayo Alejandro Lembo, uno de los mejores zagueros centrales que pasó por el club en las últimas décadas.

Pérez define su campaña con la única promesa de ascender pero con gestión comprobada. El podría hacer un “antes y después” como para asentar méritos de su gestión pero ni una foto, ni un póster, ni el gol de Farré en cancha de River utilizó para graficar de qué se trata. Todo un dato.

Y el socio elegirá entre uno y el otro. Están quienes opinan que saben lo que dio Pérez, inclinándose por él. Y que el “Luifa” no termina de convencer, sobre todo por su inexperiencia. Y están los que admiten que Pérez le sacó jugo a las piedras pero que su tiempo ya pasó y que hasta su legado quedó manchado por apadrinar a la actual gestión. Y que por eso, hay que darle una oportunidad a Artime.

Estamos ante un hecho quizá irrepetible. Pérez – Artime, Artime – Pérez. La elección a presidente más trascendente de los últimos tiempos.