Lionel Scaloni tiene un lugar garantizado en la historia grande del fútbol argentino. Será recordado para siempre como el técnico que sacó campeón a Argentina después de 28 años, y el hombre que ayudó a Lionel Messi a romper su maldición con la casaca albiceleste. Y sin embargo, aún son muchos los que no terminan de convencerse de su capacidad para estar al mando del conjunto nacional.
Scaloni entró con el pie izquierdo en la consideración de algunos futboleros por dos motivos concretos: su falta de pergaminos como entrenador y la desprolijidad en su llegada al cargo. Con un breve paso por selecciones juveniles y sin haber dirigido en clubes, la AFA le confió el armado de la Selección Mayor. Y como si esto fuera poco, para asumir el cargo le soltó la mano a Jorge Sampaoli, su anterior jefe, cuando este abandonó el puesto tras el Mundial de Rusia.
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Los defensores de Scaloni decían que, a pesar de su falta de experiencia, había sido el único que se animó a agarrar el “fierro caliente” que era la Selección a fines de 2018, a diferencia de otros candidatos como Marcelo Gallardo, Mauricio Pochettino o “el Cholo” Simeone. A pesar de ello, el propio Gallardo derribó aquel argumento un par de años más tarde, cuando contó que en realidad nadie lo había llamado para ofrecerle el puesto, por lo que nunca hubo tal negativa.
Sin muchas expectativas ni tiempo para trabajar, Scaloni salió airoso de la Copa América 2019, su bautismo de fuego como entrenador. El equipo logró un meritorio tercer puesto, demostró una actitud que había perdido en el ciclo Sampaoli y las aguas se calmaron, aunque solo un poco: las Eliminatorias para Qatar serían su siguiente prueba.
El joven técnico argentino inició el camino al Mundial con la responsabilidad de renovar los nombres en la lista de convocados, y el desafío de cambiarle el chip a una generación de talentos que arrastraba la mochila de las tres finales perdidas.
El equipo inició su andar con victorias sufridas ante Ecuador y Bolivia, un empate contra Paraguay y un triunfo ante Perú. El saldo positivo de aquellas primeras cuatro fechas estuvo en los nuevos rostros que aparecieron en cancha como laderos de Messi: el buen nivel de Lucas Ocampos, Joaquín Correa y Nicolás González, entre otros, pintaban como los primeros aciertos del entrenador.
Sin embargo, cuando en la doble fecha de junio la Selección cosechó un empate ante Chile y regaló dos puntos de manera increíble ante Colombia, las críticas volvieron a apuntar al cuerpo técnico. Los cuestionamientos iban directamente a su intervención en los partidos: no había un equipo que saliera de memoria, el rendimiento bajaba mucho en los segundos tiempos y Scaloni parecía fallar en los cambios.
El equipo no brillaba, pero sumaba puntos. La idea de juego no estaba del todo definida, pero la tabla de posiciones avalaba al entrenador. Y en ese momento, cuando el público general recién empezaba a conocer las ideas del técnico, la Copa América llegó sin pedir permiso y se transformó en el gran desafío de un plantel que aún estaba en formación.
El trayecto hacia la final soñada en el Maracaná estuvo lejos de ser un camino de rosas. Ocampos y Foyth, que habían sido parte de todo el proceso, se quedaron afuera en la recta final. Ángel Di María, que venía casi sin jugar en la Selección, se sumó a último momento. Un problema con el examen PCR de Franco Armani hizo que Emiliano Martínez tuviera que debutar en el arco en un momento determinante. Y a pesar de todos los obstáculos y tropiezos, la Selección hizo lo que había que hacer y la gloria fue albiceleste.
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La inolvidable conquista en Brasil y el buen arranque en Eliminatorias, para muchos, despejaron cualquier duda sobre la capacidad de Lionel Scaloni para comandar a la Selección. Otros tantos siguen sin convencerse, señalando que la idea de juego brilla por su ausencia y que el técnico, más allá del logro, sigue siendo un novato.
La Copa del Mundo está cada vez más cerca y, a menos que suceda una catástrofe futbolística, Scaloni será quien dé las órdenes desde el banco de suplentes en Qatar. Los jugadores están convencidos de su idea y el propio Messi le dio su bendición. El juego del equipo, en cambio, sigue sin convencer a muchos y genera inquietud pensando en posibles enfrentamientos con las potencias europeas.
Lionel Scaloni, mientras tanto, continúa su camino en la Selección Argentina con una copa bajo el brazo y el visto bueno del mejor jugador del mundo. Aunque, al menos por ahora, seguirá siendo un campeón discutido.
