Cuando las tribunas vuelven a llenarse de hinchas, lo peor de la pandemia parece haber pasado y de a poco nos acercamos a ese ansiado objetivo que llamamos “vida normal”, podemos hacer los primeros balances de cómo atravesó esta pesadilla nuestro querido fútbol argentino.
Más allá de los títulos, traspasos o desórdenes dirigenciales, vamos a poner el foco en una de las variables más afectadas del fútbol en pandemia: el debut de jóvenes promesas en un mercado de pases deprimido por la economía.
En su momento, los más optimistas afirmaron que la pandemia era un escenario ideal para que los clubes relavorizaran a los frutos de sus inferiores, y creen que el tiempo les dio la razón. Los goles de Luis Vázquez en Boca, la explosión de Thiago Almada en Vélez o la aparición de Felipe Peña Biafore en River, entre otros casos destacados, son los ejemplos más citados para hablar de un boom de jóvenes talentos potenciados por el contexto del país.
Thiago Almada en Vélez
Sin embargo, ¿es cierto que la pandemia sirvió como impulso para las promesas de inferiores, o estamos confundiendo un par de brotes con una “primavera” futbolística?
Para entender cómo afectó el coronavirus a los juveniles del fútbol argentino debemos analizar los dos torneos más emblemáticos de la pandemia: la Copa Diego Armando Maradona y la Copa de la Liga Profesional.
Disputada con tribunas vacías de principio a fin, con un formato improvisado por la situación sanitaria y planteles diezmados por los contagios, 130 futbolistas debutaron en alguna de las 11 fechas o el playoff de la Copa Maradona, arrojando un promedio aproximado de 10 debuts por jornada.
Felipe Peña Biafore en River
Unos meses más tarde, durante la Copa de la Liga que consagró a Colón de Santa Fe, hubo 78 debutantes. La cifra cobra dimensión cuando la comparamos con la última temporada de las grandes ligas europeas: habiendo jugado muchos menos partidos (13 fechas en el fútbol argentino contra las 38 de Europa), en nuestro país debutaron más jugadores que en las primeras divisiones de España, Inglaterra, Alemania e Italia.
Lo curioso es que, a pesar de la gran cantidad de nuevos nombres en el torneo local, aquel pronóstico de que los clubes apostarían por los pibes no se cumplió del todo. Es cierto que debutaron muchos jugadores, pero según un informe de la Liga Profesional, alrededor del 33 por ciento de los debutantes no volvieron a tener minutos en primera. Es decir, una de cada tres “apuestas” no tuvo continuidad, sino un debut y despedida.
Leonardo Díaz, de River
Un ejemplo concreto de este fenómeno es el de Leonardo Díaz, el “arquerito” de River que tuvo que debutar en un superclásico por un brote de Covid en el plantel. Díaz vivió un fin de semana de locos: saltó de la reserva a primera de la noche a la mañana, le tapó tres pelotas de gol a Carlos Tévez, un penal a Cardona y fue tapa de todos los diarios. Pero eso fue todo.
Algo similar vivieron los pibes de Defensa y Justicia en la última fecha de la Copa de la Liga. Con 14 contagiados en el plantel y enfocado en la Libertadores, Sebastián Beccacece puso en cancha un equipo juvenil contra Atlético Tucumán y el “Halcón” perdió 5 a 0. Un partido que, por desempeño y resultado, no le sirvió ni al club ni a los futbolistas, que tuvieron que poner la cara para recibir los cachetazos.
Ya en la Liga Profesional, Boca tuvo que salir a jugar un duelo ante Banfield con nueve debutantes en el equipo titular, y logró un meritorio empate 0 a 0. El “xeneize” salió bien parado de una situación complicada, pero el patrón se repitió en los últimos dos campeonatos: muchos juveniles debutaron por urgencias, y no por convicción del técnico.
A pesar de todo, el fútbol argentino sigue produciendo y encontrando jóvenes talentos.
Boca, ya con Battaglia como entrenador, descubrió en Luis Vázquez a un goleador que ilusiona. Sumado a otros proyectos surgidos en pandemia como Aaron Molinas, Rodrigo Montes o Valentín Barco, los hinchas “bosteros” terminaron pidiendo por los pibes luego de la derrota en el último superclásico.
River, por su parte, disfruta del buen momento de futbolistas como Santiago Simón y Felipe Peña Biafore. Ambos debutaron en los últimos meses y se ganaron un lugar en la consideración de Marcelo Gallardo, que hace ya varios años le presta especial atención al trabajo en divisiones juveniles.
Otros que dieron sus primeros pasos en tiempos de barbijos y tienen un futuro promisorio son Juan Manuel Cruz, en Banfield; José López, en Lanús; Facundo Farías, en Colón; Alan Varela en Boca, entre otros nombres a seguir en el ámbito local.
Juan Manuel Cruz, en Banfield
En Córdoba, Belgrano encontró verdaderas soluciones con el debut de Bruno Zapelli y la consolidación de Santiago Longo, nombres puestos en el once “Pirata”.
Talleres, en cambio, es un caso representativo de otro aspecto a tener en cuenta con los chicos en nuestro país: los pocos que aparecieron, los vendió. Piero Hincapié debutó en pandemia, pero ya no está. Algo parecido hizo con Federico Navarro, que apenas llegó a consolidarse y se fue a la MLS de Estados Unidos.
Y en ese punto, precisamente, hay otro dato a tener en cuenta: a dónde van los pibes que se van, porque el famoso salto a Europa no es lo más frecuente.
Según un informe de la Liga Profesional, contando los últimos cuatro campeonatos, el destino extranjero más elegido por los debutantes fue la liga de Estados Unidos, donde se alejan de la máxima competencia, pero viven tranquilos y aseguran su futuro.
Los pibes son muchos, cada vez más. Algunos de ellos demostraron un gran potencial e incluso se ganaron el puesto en sus equipos. Pero en Argentina la mayoría de los jóvenes saltaron a la cancha a las apuradas, porque no quedaba otra opción. Un dato más: el 42 por ciento de los futbolistas que debutaron en el torneo local en los últimos cuatro campeonatos, no llegaron a jugar ni 10 partidos en primera.
El tiempo dirá si esta “primavera” futbolística, donde florecen jugadores por doquier, termina siendo positiva para los clubes y los futbolistas. Lo que queda claro es que, con o sin pandemia, con más o menos tiempo de trabajo, las apuestas no son realidades y los pibes siguen siendo pibes.
