Marcelo Tinelli atraviesa la historia argentina de los últimos 30 años. El pibe de barrio que se convirtió en el conductor más importante de la era dorada de la televisión resume buena parte de lo que pasó en el país desde los 90.
Supo ser gracioso, después se convirtió en empresario. Cambió sus mensajes según los aires de cada época y siempre terminó pateando para el lado que más le convenía. San Lorenzo es el lugar a donde siempre está volviendo y la AFA parece el lugar al que siempre está queriendo llegar.
En la política partidaria coqueteó con todos, pero no se quedó con nadie. Sin poner jamás su carita en una boleta, Tinelli es uno de los grandes ganadores en el juego de la “videopolítica” de Argentina. Aunque a veces también pierde.
En el mundo del fútbol, más allá de su pasado como periodista deportivo, Marcelo Tinelli empezó como todos: siendo hincha. Desde el viejo —y añorado— “VideoMatch” acompañó la consagración de San Lorenzo en el Clausura 95, como si fuera un reality. Cada lunes lo gastaban al “Cabezón” en los famosos doblajes, hasta que el día del campeonato abundaron la música y las imágenes emotivas de Marcelo dando la vuelta olímpica de rodillas.
Pero la historia televisiva terminaría una semana después, bajo la lluvia, con -5°C de sensación térmica, y unas 15 mil personas caminando junto a Tinelli hacia Luján, para cumplir la promesa del conductor.
Junto con los informes de Diego Korol, la nueva estrella del programa más visto de la televisión argentina pasaría a ser el Badajoz, un club español que Tinelli compró en 1998. Para los televidentes era una tira cómica que siempre giraba sobre el mismo chiste: el equipo no dejaba de perder y todos lo gastaban al “Cabezón”, que ponía la tarasca.
Una joyita del archivo muestra a un joven camionero argentino, de barbita candado, con una remera de Boca, que le pregunta a Tinelli: “¿Qué compraste, hermano?”, después de ver el desastre que era el Badajoz. Aquel joven camionero argentino, que había gastado sus últimas pesetas siguiendo al equipo del “Cabezón”, treinta años más tarde llegaría a ser el presidente de la AFA: Claudio Fabián Tapia.
La aventura de Tinelli como gerenciador en España terminó muy mal. En el 2000 vendió su parte del Badajoz a Javier Tebas, que había sido su socio y hoy es presidente de La Liga española.
Insistidor, Marcelo siguió ligado al mundo de los deportes, pero como en Argentina no se pueden comprar clubes, decidió fundar uno. Así nació, en el 2002, el Club Ciudad Bolívar, en su ciudad natal. En menos de 20 días, Tinelli armó un equipo de primer nivel para competir en la Liga Argentina de Vóley y empezó a ganar campeonatos sin parar. Hoy, Bolívar es el club más ganador del voleibol nacional.
El mismo día de la presentación de Bolívar, Tinelli contó que le gustaría armar un equipo de básquet en San Lorenzo. Dicho y hecho. En el 2012 se metió de lleno en la actividad y tres años más tarde, después de comprarle la plaza a 9 de Julio, el Ciclón llegó a la Liga Nacional. Desde entonces se convirtió en una máquina de ganar y lleva cuatro Ligas consecutivas.
Tanto en el vóley como en el básquet, se discute mucho sobre el rol de Tinelli como dirigente. Hay dos posiciones bien marcadas: de un lado están los que creen que sube la vara del nivel de competencia, y del otro los que piensan que destruye, precisamente, la competitividad por su poderío económico.
Más allá de sus idas y vueltas, San Lorenzo es el lugar donde Marcelo Tinelli parece sentirse más cómodo. Siempre estuvo ligado al club, desde diferentes lugares. Su primer cargo formal fue en el Consejo de Fútbol, en el 2007, cuando acercó a Ramón Díaz para que dirigiera al equipo, que terminaría ganando el Clausura de aquel año.
En el 2009, Tinelli renunció al Consejo y quedó, con un perfil más bajo, como encargado de marketing. Recién en el 2012 volvería a ubicarse en el centro de la escena cuando se presentó como candidato a vicepresidente de Matías Lammens. Obviamente, ganaron las elecciones por una diferencia abrumadora.
Un dato contundente, al margen de las opiniones, es que la dupla Lammens-Tinelli nunca bajó del 80 % de votos en cuatro elecciones, llegando a un pico de 88 % en el 2016 después de haber ganado la Copa Libertadores y con la Vuelta a Boedo cada vez más cerca.
Paralelamente a sus funciones en San Lorenzo, Marcelo Tinelli siempre estuvo rondando a la selección argentina. En el 2014, después de la muerte de Grondona, asumió en la Secretaria de Prensa de la AFA, lugar desde el cual comenzó a diagramar su próximo paso: llegar a ser presidente.
Todo el mundo sabe lo que pasó en diciembre del 2015, pero curiosamente nadie podría decir qué fue lo que en realidad pasó. Las bochornosas elecciones del 38 a 38, en las que Tinelli no pudo llegar al sillón de la calle Viamonte significaron un quiebre en su carrera como dirigente.
En el 2017 parecía que Tinelli largaba todo y chau, chau, chau… renunció a los cargos que tenía en AFA y pidió 18 meses de licencia en San Lorenzo. Pero, un poco más de dos años después, volvió recargado: se convirtió en presidente del club de sus amores y desde ahí relanzó sus apetencias políticas.
Ya como flamante titular de la Liga de Fútbol Profesional, Marcelo Tinelli empezó a recibir algunos golpes inesperados, aunque él dice saber desde dónde vienen. Las escuchas de sus conversaciones con Julio Grondona, en el 2013, lo dejan mal parado ante la opinión pública. Si bien no cometió ningún delito, y lo que hizo es lo que todos los dirigentes hacían, se discute sobre la ética de su accionar.
Escucharlo a Tinelli pidiendo árbitros, cambio de horarios, o prometiendo cheques, es como ver la otra cara de la luna porque el conductor televisivo siempre agitó la bandera de la renovación y quiso mostrarse como alguien diferente que quería llegar a la AFA para transformarla. Ahí está el fondo de la cuestión: ¿será Marcelo Tinelli el mesías del fútbol argentino? ¿O es igual a casi todos los otros dirigentes? ¿Distinto o más de lo mismo?
