Había una vez un pequeño equipo del norte de Italia, acostumbrado a pelear en los puestos del descenso y con las vitrinas casi vacías, que se transformó en la sensación de Europa. Su historia no tiene hechizos, calabazas ni zapatitos de cristal, pero cuenta con su toque de magia en los pies de su capitán y emblema: Alejandro “Papu” Gómez.
El enganche llegó al Atalanta en el 2014 y provocó una revolución futbolística en la ciudad de Bérgamo. Bajo la conducción del argentino, el nerazzurri se clasificó a competiciones europeas después de 26 años, debutó en la Champions League y logró meterse entre los ocho mejores equipos del continente.
El “Papu” alcanzó los 300 partidos en la Serie A de Italia y es el gran ídolo de los tifosi, que disfrutan de uno de los mejores momentos en la historia de su club. El camino de su capitán hacia la gloria, aún así, está bastante lejos de ser un cuento de hadas.
Alejandro Darío Gómez nació hace 32 años en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, y repartió su corazón entre los tres clubes de la ciudad. Era hincha de Independiente, jugaba al baby en Racing e hizo las inferiores en Arsenal, porque era la opción que quedaba más cerca de su casa y podía ir tranquilo en bicicleta.
En la escuela, el barrio o las canchas del club, era un chico fácil de identificar: solo había que buscar al más petisito de todos, que siempre era el “Papu”. Su estatura fue objeto de varias gastadas durante la adolescencia, y en un partido de Reserva un hincha le sacó una sonrisa cuando le gritó que se fuera de la cancha y volviera al colegio.
Más allá de las bromas, Alejandro supo aprovechar su contextura para convertirse en un jugador muy peligroso, un enganche adicto al juego frontal y las gambetas. Jorge Burruchaga lo llevó a la pretemporada con el plantel profesional cuando tenía 15 años para que ganara roce, y debutó en primera un par de años después.
En paralelo a su debut, tuvo una alegría de las grandes con la Selección sub 20 de Hugo Tocalli, en el 2007. Disputó el Mundial de Canadá junto a promesas como Sergio Agüero, Ángel Di María y Mauro Zárate, tuvo algunos minutos en cancha y fue campeón mundial.
Se consolidó como titular en el “Arse” y se metió en la historia del club de la mano de Gustavo Alfaro, a quien le aportó la cuota de desequilibrio en un equipo que se destacaba por su solidez. Su consagración llegó el 30 de noviembre de 2007 en el mítico Estadio Azteca, con un doblete en la final de la Sudamericana que le valió a los de Sarandí su primer festejo internacional. Arsenal aprovechó la Suruga Bank para sumar una segunda estrella y su joven promesa partió a San Lorenzo, seducido por la oportunidad de jugar en un equipo grande.
La travesía de Gómez en el “Ciclón” no le dio demasiadas alegrías. El “Papu” se sumó al club en un momento institucional complejo, en el inicio de un proceso duro que culminaría en la promoción contra Instituto de Córdoba. Se quedó en el “Santo” por una temporada y media, pero su paso por Boedo le sirvió como trampolín para pegar el salto a Europa.
Llegó a Italia y fue recibido por una decena de compañeros argentinos en el plantel del Catania, lo que facilitó su adaptación. Aunque los de Sicilia no estaban para pelear por cosas importantes, él fue una de las figuras del equipo. Llamó la atención de varios entrenadores en el Viejo Continente y estuvo a punto de irse al Atlético Madrid del “Cholo” Simeone, pero no logró la salida que tanto deseaba.
En el 2013 se sumó al Metalist Járkov de Ucrania, que puso los millones que costaba su ficha. El “Papu” aceptó la oferta motivado por el aspecto económico y porque podría jugar la Champions, pero el equipo fue descalificado de la competencia por arreglar partidos y esa ilusión quedó trunca antes de comenzar.
Con el correr de los meses, se dio cuenta de que ni siquiera la plata compensaba las dificultades de su vida en Ucrania. El país estaba dividido políticamente por su integración a la Unión Europea y el debate escaló a niveles de mucha violencia en las calles, por lo que la situación se tornó insostenible.
Pensando en el bienestar de su familia, el argentino decidió después de una pretemporada que no iba a volver al Metalist y le pidió ayuda a la FIFA para que facilitara su salida. Había tocado fondo, pero el destino le tiró un centro cuando recibió el llamado del Atalanta, donde viviría los mejores años de su carrera como futbolista.
La ciudad de Bérgamo, en la región de Lombardía, lo recibió como pudo. El equipo se salvó del descenso en su primera temporada, pero cualquier cosa era mejor que el calvario que había vivido en Ucrania. Además, no pasó mucho tiempo antes de que se encariñara con su nuevo y modesto club, que estaba en una pelea dispareja contra los gigantes de la liga.
El “Papu” es la cara visible del nuevo Atalanta, pero comparte el mérito con su entrenador, el italiano Gian Piero Gasperini. Llegó a la institución en 2016 y dio inicio a un ambicioso proyecto: combatir el poderío económico de sus rivales con un juego ofensivo poco habitual en su país.
El equipo perdió muchos partidos en el arranque de la temporada, pero los jugadores y la dirigencia creían en Gasperini y se comprometieron con su idea. El funcionamiento dentro de la cancha se aceitó con el correr de los partidos y tuvo como premio una histórica clasificación a Europa League, tras 26 años sin competir a nivel internacional. El fútbol italiano aplaudió el esfuerzo y el juego de ese equipo y su renovada figura, el “Papu” Gómez, que se divertía dentro de la cancha.
Atalanta demostró que su gesta no había sido casual en la siguiente temporada, cuando fue uno de los animadores del campeonato local y llegó a la final de la Copa Italia. El trofeo se le escapó de las manos ante la Lazio, pero su trabajo tuvo una recompensa que se celebró como un título: el boleto para disputar la Champions League por primera vez en su historia.
El conjunto de Gasperini pagó cara su inexperiencia en la competencia europea y arrancó la fase de grupos con tres derrotas dolorosas, y quedó al borde de la eliminación. Sin embargo, fue en ese momento cuando el grupo mostró la unión y la fuerza que los caracterizaba, y logró una milagrosa clasificación a la siguiente ronda.
Muchos hinchas del Valencia celebraron cuando el sorteo determinó que su rival en octavos sería el Atalanta, pero los italianos volvieron a dar la sorpresa. Tras el parate por la pandemia, los nerazzurri no paran de encadenar victorias, pelean el torneo en la Serie A y son el conjunto más goleador del campeonato, con una ventaja de 20 gritos sobre la poderosa Juventus de Ronaldo y Dybala.
A sus 32 años, el “Papu” tuvo convocatorias esporádicas con la Selección durante la era de Jorge Sampaoli y no parece estar en los planes de Lionel Scaloni, pero eso no lo detiene. Alcanzó las 16 asistencias en lo que va de la Serie A, cifra récord desde que se analiza dicha estadística, y los tifosi de Bérgamo lo elogian hasta el cansancio.
El conjunto italiano se ganó la simpatía y el apoyo de los seguidores neutrales en todo el mundo, que se enamoraron de su juego ofensivo, sus goles y su actitud para plantarse de igual a igual ante los gigantes de Europa. Después de todo, a los futboleros les encantan estas historias, las de los equipos “Cenicienta”. Y en el caso del Atalanta, el “Papu” Gómez es su hada madrina.
