Boca estuvo a un penal de meterse entre los ocho mejores de la Copa Libertadores de América, pero Benedetto la tiró a la segunda bandeja de la Bombonera y el castillo se derrumbó. Sebastián Battaglia, que había ganado dos títulos en 55 partidos, no resistió la eliminación y lo echaron.
Esta vez, el joven técnico no resistió los embates de los propios y los ajenos, le tiraron de todos lados y los mismos dirigentes que hablaban maravillas de Battaglia un mes y medio atrás cuando salió campeón en Córdoba decidieron que el ciclo no daba para más.
El tiempo, como siempre, acomodó las cosas en su lugar. Sebastián Battaglia llegó al banco de la primera de Boca sin recorrido previo, con un paso olvidable por Almagro y después de dirigir la Reserva Xeneize. Asumió en reemplazo de Miguel Ángel Russo siendo, en principio, interino.
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Miguel Ángel Russo había sido el primer técnico de la gestión Riquelme, que asumió cuando Alfaro era el entrenador. Cambiaron figuritas, Boca ganó una liga, estuvo 16 partidos sin perder y eliminó a River en un mano a mano después de mucho tiempo.
El talón de Aquiles del ciclo Russo sería el mismo de todos: la Libertadores. La eliminación en semifinales contra el Santos dejó secuelas muy profundas, nunca superadas a pesar de la vuelta olímpica en la Copa de la Liga.
El Boca de Russo y Riquelme entró en una pronunciada pendiente futbolística aunque los resultados le daban aire. Volvió a eliminar a River, sin patear al arco pero pasó y eso le dio aire, hasta que un nuevo porrazo en la Copa y una sola victoria en 16 partidos pusieron punto final al ciclo.
Cuando el famoso Consejo de Fútbol eligió a Sebastián Battaglia para reemplazar a Russo se decía que sería temporario, se basaban en su conocimiento de las inferiores y en su pasado como gloria de la institución. Las cosas para Battaglia no fueron tan sencillas.
En el campeonato que River ganaría a paso arrollador Boca quedó muy lejos y sufrió un Superclásico en el Monumental que recordó a los peores planteos de Alfaro. El salvavidas de Battaglia sería la Copa Argentina.
En tres partidos de eliminación directa el Boca de Battaglia solo metió 1 gol, pero le alcanzó para llevarse el título porque no le convirtieron y encontró en Rossi al gran superhéroe de los penales. El 2021 terminaría con el pueblo Xeneize dando otra vuelta olímpica y eso era lo único que importaba.
Para el 2022 Sebastián Battaglia ya era el técnico indiscutido de Boca, atrás había quedado el mote de interino y en el horizonte aparecía el objetivo de siempre: la Copa Libertadores. Mientras tanto, el equipo bordó una estrella más.
A los tumbos, sin jugar del todo bien, Boca se hizo fuerte en los duelos mano a mano, de nuevo obró el milagro de pasar de fase sin patear al arco y se encontró en Córdoba levantando otra copa. Lejos en el tiempo parecían haber quedado las críticas y los problemas internos.
La obsesión que se convirtió en obligación terminó siendo la lápida del ciclo Battaglia, que no soportó haber quedado afuera de la Libertadores por penales y a los dos días le dieron el olivo. Boca estaba de nuevo como al principio: desorientado y sin técnico.
Los actores principales repitieron la misma escena de un año atrás: limpiaron al entrenador sin tener claro cuál sería el futuro y metieron mano en la Reserva. Hugo Benjamín Ibarra, de nuevo eligieron a una gloria, quedó como timonel improvisado.
El Negro Ibarra, al igual que Battaglia, tiene más pasado como futbolista que presente como técnico: múltiple campeón en Boca, no le quedó nada por ganar, queridísimo en Colón, respetado en el Porto y el Monaco, casi sin buscarla se encontró con la oportunidad de su vida.
Lo curioso del caso Ibarra es que es uno de los sobrevivientes de la gestión Angelici. Cuando asumió a fines del 2019, Riquelme encabezó una profunda reestructuración y el Negro fue uno de los poquitos que se salvaron de la guillotina, gracias a su amistad con Román.
Hugo Ibarra fue el ayudante de todos los técnicos que pasaron por la Reserva de Boca: Saturno, Schiavi y el propio Battaglia. Cuando Sebastián saltó a la Primera, el Negro quedó a cargo de la Reserva como entrenador principal.
Junto a Chico Serna, Ibarra armó un equipo de pibes ganadores que dieron dos vueltas olímpicas. Después el colombiano pasó al Consejo de Fútbol y el Tano Gracián empezó a trabajar con Ibarra en la Reserva hasta que, juntos, se hicieron cargo del primer equipo.
Por sus declaraciones del pasado, Ibarra no tenía como objetivo ser técnico, lo suyo pasaba más por acompañar, formar parte de un equipo de trabajo siendo segunda guitarra o continuar junto a los más pibes, pero las vueltas de la vida lo pusieron en otro lugar.
Ibarra se hizo cargo del momento y tomó una decisión fuerte antes del clásico contra San Lorenzo: sacó del equipo al capitán Carlos Izquierdoz. El final no fue el esperado: Boca perdió en el Gasómetro un partido que ganaba por un gol de Rojo, que se lo dedicó a… Izquierdoz.
Qué tipo de técnico será el Negro Ibarra es la gran pregunta en el mundo Boca. Desde el armado del equipo ya dio algunas pistas: cuatro en el fondo, tres volantes con un solo cinco, un enganche y dos puntas, uno por afuera y otro por adentro. Bien a lo Bianchi.
La gran duda que sobrevuela cada designación de Riquelme es la misma desde el primer día: tienen autonomía los técnicos de Boca o el Consejo, con Román a la cabeza, meten mano en todas las decisiones futbolísticas. ¿Por qué no buscan entrenadores de renombre o trayectoria?
Juan Román Riquelme trató de calmar las aguas, sacó chapa de los cuatro títulos que consiguió la gestión, apuntó contra el clima político porque el año que viene hay elecciones en el club y volvió a reclamar finales que reglamentariamente no corresponden.
Qué pasará en el futuro de Boca está por verse. Los referentes del plantel fueron corridos a un costado, el objetivo apunta a promover pibes y al año todavía le quedan muchos partido por delante. El Negro Ibarra, ¿podrá? ¿Tendrá con qué o será uno más en la lista?
Por Mauricio Coccolo. Edición: Erika Andújar.
