Boca parece invencible, no solo lleva 16 partidos sin perder, con 13 victorias, sino que además nunca estuvo abajo en el marcador y solamente le hicieron 4 goles. Pero desde la llegada de Miguel Ángel Russo tiene algo más que buenas estadísticas: el equipo no para de crecer.
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Cuando Gustavo Alfaro era el técnico, Boca también tenía buenos números (solo perdió 2 de los primeros 26 partidos), pero el juego no terminaba de cerrar y los duelos importantes fueron los que sentenciaron la historia. Una final perdida contra Tigre, un planteo temeroso en el Monumental y la posterior eliminación de la Libertadores a manos de River fueron demasiado y Alfaro tuvo que irse con la calculadora a otra parte.
El mismo día que el camino de Gustavo Alfaro llegaba a su fin en Rosario contra Central, los socios de Boca elegían por amplia mayoría a Jorge Amor Ameal como nuevo presidente, que llegaba con Juan Román Riquelme de la mano para volver a poner al gran ídolo en el centro de la escena.
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La primera decisión importante que tomó Riquelme como dirigente fue elegir a Miguel Ángel Russo para hacerse cargo del primer equipo. La apuesta tenía sus lógicas, pero también sus riesgos. Russo había dejado un muy buen recuerdo en la gente cuando armó el equipazo del 2007 que ganó la Copa, pero llevaba mucho tiempo sin dirigir en el país y sus últimos trabajos habían mezclado buenas con malas.
El segundo gran problema que tenía por delante Riquelme era Carlos Alberto Tevez. Al final de la historia lo contó el Patrón Bermúdez, uno de los integrantes del Consejo de Fútbol de Boca, que dijo que Román y Carlitos se habían reunido en enero cuando “Tevez parecía un ex jugador”.
Carlos Tevez pasó de escuchar a Alfaro que decía que sería el emblema y la bandera del equipo, pero después no lo ponía, a convertirse de verdad en el símbolo del ciclo Russo para terminar siendo el héroe de la película contra Gimnasia, cuando Boca le arrebató el título a River en la última fecha de la Superliga pasada.
Antes de aquella noche increíble en la Bombonera, hubo decisiones, como le gusta decir a Miguel, que influyeron positivamente en el rendimiento de Boca. Fabra se convirtió en el lateral izquierdo indiscutido por encima de Mas. Campuzano pasó a ser el dueño del equipo desde la mitad de la cancha. Tevez solo salió para las ovaciones y Soldano jugó siempre de nueve. Los movimientos fueron pocos, pero significativos: a la solidez defensiva que ya traía, Russo le agregó el vuelo futbolístico que demandan los clubes grandes.
Los que tratan de bajarle el precio al invicto del Boca de Russo apuntan a la jerarquía de los rivales que enfrentó, aunque eso no depende del Xeneize que juega contra quién le toca. Incluso, cuando perdió el campeonato pasado, el propio Gallardo habló de la oposición que tuvieron los dos equipos en la recta final.
Después del parate más largo de la historia del fútbol argentino por la pandemia, Boca volvió mejorado. El plantel sufrió algunas bajas menores y otras un poco más importantes como las de Junior Alonso y Bebelo Reynoso, pero no se le fue ninguno de los jugadores claves. Por otro lado, sumó opciones muy buenas como Edwin Cardona, Gonzalo Maroni y el Pulpo González.
La vuelta de Cardona es un símbolo de la nueva gestión deportiva de Boca. El colombiano aporta calidad en los pases, visión de juego, pegada en las pelotas detenidas y un detalle que puede medirse: ya dio tres asistencias en seis partidos.
El momento de Carlos Tevez, impensado un año atrás, tiene mucho que ver con la mano del técnico, y el propio jugador lo reconoció. Carlitos recuperó su influencia en el equipo y demostró que mantiene intacto su olfato goleador: lleva 10 goles en los 16 partidos del ciclo Russo.
El otro goleador del nuevo Boca es Eduardo Salvio, que con Alfaro jugó poco y sufrió mucho las lesiones, pero desde la llegada de Russo recuperó su mejor versión. Los 10 goles y las 3 asistencias que dio el Toto Salvio resumen una parte de lo que significa para el ataque de Boca, que sufrirá su ausencia por el desgarro que sufrió contra Newell’s.
Curiosamente todo el aplomo y la tranquilidad que transmite Boca adentro de la cancha no se nota afuera, donde los dirigentes hicieron de cada renovación de contrato una novela. Pasó con Tevez, Buffarini, Zárate, Junior Alonso y el último capítulo es el de Pol Fernández. El futuro del volante está claro, pero es incierto: no seguirá en el club después de fin de año aunque nadie sabe cuál será la postura del técnico.
Para Talleres se suponía que la actual Copa de la Liga Profesional sería un torneo de transición apuntando al año que viene, pero el rendimiento del equipo, los resultados y los refuerzos que llegaron al final invitan a subir la vara. Por primera vez desde que ascendió, el Matador sumó 4 de los 6 puntos iniciales, con una gran victoria en el debut y un buen empate frente a Lanús.
Los hinchas de la T empezaron el largo camino del mercado de pases contando las bajas, que fueron 16 en total. Talleres perdió jugadores muy importantes como Herrera, Bustos, Medina, Moreno, Cubas, Fragapane y Parede. Vendió por más de 15 millones de dólares, acomodó la economía, pero resignó jerarquía en el plantel. Encima, después del sorteo de los grupos de la Copa, la cosa parecía imposible.
Pero el Cacique Medina volvió a mostrar su muñeca para acomodar el equipo y acertó un pleno con Diego Valoyes. El colombiano fue la gran figura de Talleres en el debut y abrió una puertita para la ilusión. El panorama empezaba a cambiar: llegaron jugadores importantes como Díaz, Retegui, Mac Allister, volvieron Parede y Fragapane, y para completarla Carlos Auzqui, uno de los últimos refuerzos, hizo el gol contra Lanús.
Por una obligación histórica, y por el estilo de su técnico, Talleres parece que la va a pelear yendo al frente. Y eso no es poca cosa.
El juego periodístico la bautizó como la zona de la muerte, pero tanto Boca como Talleres gozan de muy buena vida.
