Es uno de los referentes de la nueva generación de dirigentes en el fútbol argentino que sueñan con modernizar las estructuras del juego, defienden cada vez más los modelos empresariales y quieren terminar de una vez por todas con los manejos y malas costumbres que sobrevivieron tras la muerte de Julio Grondona.
Juan Sebastián Verón apostó todo su prestigio al asumir como presidente de Estudiantes, y logró salir airoso del desafío. Tras seis años como mandatario del club de sus amores, siente que su ciclo está llegando a su fin y ahora sueña con tomar las riendas de la Asociación del Fútbol Argentino.
Agrandó aún más su leyenda en el “Pincha” gracias a una gestión ordenada, la llegada de refuerzos como Rojo y Mascherano y la construcción de su nuevo estadio en 1 y 57. Pasaron más de 20 años desde su debut y el inicio de un romance con la mitad de La Plata que le valió convertirse en sinónimo de Estudiantes, a fuerza de entrega y victorias inolvidables.
La Copa Libertadores 2009 fue la joya de su corona. Un eximio artillero, auxiliado con el más sofisticado telémetro, no hubiera disparado proyectiles tan precisos, exactos, mortales, como los dos centros de la Brujita Verón, en la noche del estadio Minerao y contra Cruzeiro, que recibieron primero Gastón Fernández y luego Mauro Boselli.
Jamás un equipo se pareció más a la tormenta perfecta, esa conjunción de vientos, oleaje y rayos que hunde al barco más aguerrido. Y eso, en un mar tan fiero como hostil: 65 mil gargantas brasileñas contra las apenas tres mil concedidas al ejército pincha, más las dos mil que se filtraron a pura astucia…
Cuando el juez chileno Carlos Chandía pitó el final, Juan Sebastián Verón, el duro, el intimidante, el inconmovible, el león, se tapó la cara con las manos y dejó que las lágrimas corrieran libres y puras.
Fue su obra maestra, la demostración de la sabiduría y el temple forjados entre Boca, Sampdoria, Parma, Lazio, Internazionale, Manchester United, Chelsea…, y la emoción de tocar el cielo en casa, el bosque, las diagonales aprendidas de memoria y vistiendo la camiseta a rayas blancas y rojas que casi fueron sus pañales.
Según propia confesión, La Brujita nunca fue un robot de madrugón, entrenamiento full time, severa dieta balanceada y lecho tempranero. Fue nochero y jodón, hasta que se casó con María Florencia Vinaccia, su novia de la vida entera desde los 17, y la llegada de los hijos, Lara y Deian, quien acaso se sume a la dinastía de los Verón, que con padre e hijo multicampeones merecen una página dorada en el Libro Guinness de los récords.
Sus primeros años como futbolista profesional pueden ir de la mano del taquillero film "Rápido y furioso". Tras su debut a los 19, Estudiantes, Boca y Sampdoria se cruzaron en su camino y a los 21 ya estaba jugando en el Calcio.
Después siguió su carrera por Parma, Lazio, Manchester, Chelsea e Inter, para volver a La Plata en 2006, ya más asentado y con la experiencia como bandera para ayudar en el Pincha.
Durante ese campeonato, Estudiantes venció a su clásico rival, Gimnasia y Esgrima La Plata, por 7-0, con la particularidad de haber sido el primer clásico platense que jugaba Verón en su carrera. Sumó una serie de diez victorias consecutivas y se consagró campeón al derrotar a Boca Juniors en la final de desempate jugada en el estadio de Vélez Sarsfield, por 2-1.
En 2009, llevó a los suyos a conquistar la Copa Libertadores y meses después perdería la final del Mundial de Clubes 2009 frente al Barcelona de Messi, instancia que Verón disputó por primera y única vez en su carrera.
Al año siguiente, con Sebastián como capitán del equipo, Estudiantes se consagró subcampeón del Torneo Clausura 2010 y campeón del Torneo Apertura de ese mismo año. Así, Estudiantes de La Plata obtuvo el quinto título oficial de su historia en el fútbol argentino.
A seis años de su regreso y habiendo disputado tres Copas del Mundo con la Selección, la Bruja hizo un primer intento de retiro en junio del 2012 y pocos meses después asumió como Director Deportivo de Estudiantes. No obstante, prolongó su etapa futbolística hasta el final del Campeonato de Primera División 2013/14.
Lo más cómodo para él habría sido disfrutar de su retiro lejos de las canchas, la presión y los desafíos de un mundo tan demandante como el fútbol profesional. Después de todo, Juan Sebastián Verón había hecho méritos más que suficientes para dedicar el resto de su vida a cosechar los frutos de su brillante historia en Estudiantes de La Plata, donde el clamor popular lo había ascendido a la categoría de prócer.
Sin embargo, pasaron apenas cinco meses entre que colgó los botines y cambió la casaca albirroja por un saco a la medida, zapatos elegantes y declaraciones sobrias. Verón asumió el reto, tomó las riendas del club de sus amores en el 2014 y puso en juego todos los laureles que supo conseguir.
Utilizó su primer mandato para poner la casa en orden. Dejó en claro que su objetivo era modernizar al club, mejorar el aspecto financiero y fortalecer el marketing de una institución con mucho potencial, sin descuidar los valores que definían su identidad.
Verón le puso el cuerpo a la causa, literalmente: en 2017, a los 42 años, se puso los cortos una vez más para jugar cinco partidos de Copa Libertadores con el objetivo de reavivar la expectativa de los hinchas y generar más ingresos.
Fue reelecto en 2017 y aprovechó la banca de los hinchas para impulsar su proyecto más ambicioso, la construcción de un nuevo estadio en 1 y 57.
El pueblo “pincharrata” tuvo que esperar casi 15 años para volver a jugar en el lugar de toda la vida y “La Brujita” se dio el lujo de ser el presidente del club en una de sus páginas más gloriosas. El 9 de noviembre de 2019 abrió sus puertas el estadio UNO, y La Plata disfrutó una fiesta inolvidable.
Su gestión encontró su punto más alto en el aspecto económico, pero el orden institucional no se trasladó a los resultados en el verde césped. Decidido a reanimar el espíritu de un equipo alicaído, Estudiantes sacudió el mercado de pases nacional con la llegada de dos guerreros de mil batallas provenientes del fútbol europeo: Marcos Rojo y Javier Mascherano.
Verón es sinónimo de Estudiantes, y el eterno capitán “pincharrata” teme que su nueva tarea como dirigente dañe la relación con los hinchas que cultivó a lo largo de toda su carrera. Daniel Passarella en River o Carlos Babington en Huracán son las pruebas vivientes de que una mala gestión dirigencial es la vía más rápida para pasar de ser un ídolo indiscutido a no poder pisar la cancha que alguna vez fuera como el patio de su casa.
“La Brujita” cree que hay que entender y respetar los ciclos y los tiempos naturales del fútbol y de la vida, y siente que su salida de Estudiantes está cada vez más cerca. Puso en duda su candidatura para un tercer mandato, pero no perdió ni un segundo en declarar su próximo objetivo: en un futuro, le gustaría plasmar toda su experiencia como presidente de la AFA.
Es uno de los rostros destacados de una nueva generación de dirigentes que buscan traer vientos de renovación a una institución que ha perdido el brillo y el prestigio. El objetivo de Verón es conducir las instituciones de la misma manera en que se desenvolvió en las canchas: con orden, la mirada hacia adelante, la pelota como gran protagonista y la incontenible ambición de ganar.
