Apostemos: ¿Llaryora dejará una bomba en la Municipalidad?

Adrián Simioni

Vengo del futuro. De cuando, el año que viene, el intendente de Córdoba, Martín Llaryora, le entregue el mando a su sucesor. Y quiero advertir un riesgo en ese futuro. Que el próximo intendente vuelva a decir, como todos los antecesores, que le dejaron una bomba.

Aclaremos. Es un riesgo. No digo que la bomba ya esté. Es un riesgo. ¿De qué se trata?

De la cantidad de empleados municipales de los que se va a tener que hacer cargo el próximo intendente. ¿Por qué? Porque Llaryora redujo la cantidad de empleados en relación de dependencia del municipio, pero generó miles de vínculos de otro tipo.

De entrada, el Suoem, el sindicato municipal, ha hecho un censo según el cual el municipio tiene 1.500 becarios y 800 monotributistas. Y el sindicato ha empezado a reclamar la regularización de todo este grupo. Sólo sumar los becarios y los monotributistas significaría aumentar la planta total de personal (que incluye fijos, contratados y pasivizados) en un 20 por ciento.

Pero, además, hay unos 2.300 servidores urbanos, llamados chalecos celestes, que tienen una relación sui generis con el municipio, de alto riesgo laboral. Es equivalente a otra quinta parte de los empleados.

Consultamos a la Municipalidad sobre estos números. La respuesta fue más que escueta: “El tema no está en la agenda del municipio".

Bueno, debería estarlo. El momento de discutir el tema es ahora, porque si los datos del Suoem son ciertos esto implica el riesgo de que Llaryora le deje una bomba al próximo intendente.

Hay 4.600 (5.100 si se consideran los contratados que pugnan por pasar a planta permanente) personas que cobran del municipio. Algunos vienen de administraciones anteriores. Pero Llaryora los engordó. Hay cosas que las inventó, como los abogados monotributistas dedicados a “promover la convivencia".

Blanquear todo eso implicaría aumentar 40% la carísima planta de personal de una Municipalidad que depende de la Provincia para construir puentes urbanos sobre el Suquía, para usar cámaras para el control de tránsito y para casi cualquier obra de envergadura.

Es el tema central histórico de un municipio rico que no puede evitar gastarse casi todo en sueldos con servicios municipales mediocres. Así que los candidatos a suceder a Llaryora deberían exigirle dos cosas: una, que los números sean claros; otra, que deje el tema resuelto. Si le pasa la pelota al próximo no lo hace, su sucesor tampoco se hará cargo. Como ha pasado casi siempre, culpará al que le dejó el muerto, dirá que nada se puede hacer con el Suoem y los vecinos volveremos a cargar con una planta de personal infladísima y cara en una ciudad desinflada y barata.