Cristina le manda cada vez más señales de divorcio a Alberto

Adrián Simioni

Es difícil saber qué profundidad terminará teniendo el abismo que se abrió en el gobierno a raíz del acuerdo que firmó el presidente Alberto Fernández con el FMI y que el kirchnerismo rechaza.

Cristina Fernández multiplica su silencio, mientras aguarda a ver qué es lo que más le conviene entre dos opciones horribles: rechazar el acuerdo y desestabilizar a un presidente que ella misma puso dejándolo solo cuando las papas queman; o quedarse sin relato al respaldar un acuerdo que, en el fondo, es el mismo que firmó Macri con el Fondo. Hasta ahora Cristina no dijo si avala o no el acuerdo. Alberto jura que ella lo respalda, pero ella no dice nada.

Pero ayer su hijo renunció como presidente de los diputados K. Y todo el mundo se pregunta si esa es la vía de Cristina para romper con el presidente. Alberto jura que ella no está de acuerdo con la renuncia de Máximo. Pero ella no dice nada.

Ahora se acaban de agregar nuevas señales. El diputado ultracristinista Leopoldo Moreau, que no respira si Cristina no se lo ordena, acaba de salir a decir que el kirchnerismo va a tratar de imponerle cambios al acuerdo en el Congreso. La lista de objeciones y de cosas que quiere cambiar es más larga que la de los trotskistas que sueñan con quemar el FMI. En los hechos, lo que dice Moreau implica dinamitar el acuerdo. Alberto todavía no salió a jurar que Cristina no respalda a Moreau. Y ella no dice nada.

Otra señal es que se espera una reunión entre Alberto y Sergio Massa en las próximas horas en las que decidirían quién sería el reemplazante de Máximo Kirchner como jefe de los diputados K. Dan vuelta varios nombres. Uno es el de la diputada Cecilia Moreau, que es hija de Leopoldo, pero no milita en el cristinismo sino en el massismo. Otro es el de Victoria Tolosa Paz, una albertista. Los demás nombres que suenan no son kirchneristas. Si la bancada oficialista no quedara en manos K se dinamitaría el equilibrio del poder entre los tres socios de la alianza que llevó a Alberto en la Rosada.

En este caso, tampoco, Cristina ha salido a decir nada. Mantiene un silencio pusilánime, tratando de evadir su responsabilidad. Si Alberto queda desestabilizado por sus propios aliados y vaciado de poder en medio de una profunda crisis financiera y social, ella no quiere quedar pegada. Y si Alberto se entrega al Fondo Monetario como tabla de salvación para llegar al fin de mandato sin un estallido, ella tampoco quiere quedar pegada.