El Banco Central, de cueva financiera del Gobierno a unidad básica de Massa

Adrián Simioni

Estamos dando un salto cualitativo en Argentina.

En Córdoba, por ejemplo, no sólo se ganaron las últimas elecciones con clientelismo, como siempre, sino con una nueva, algo distinto: el ahuyentismo. 

Martín Llaryora y Daniel Passerini son los primeros gobernador e intendente elegidos en elecciones en las que las juntas electorales se dedicaron a incentivar a que la gente no fuera a votar, difundiendo que de hecho el voto ya no era obligatorio. 

Ni Angeloz ni Mestre padre o hijo; ni Martí; Juez ni Giacomino; ni Kammerath; ni Schiaretti ni De la Sota ganaron ni una sola de sus elecciones bajo esa condición. Es distinto. Cruzamos un umbral.

Con el Banco Central está pasando algo parecido. Casi siempre, con muy poquitos períodos de independencia, el Banco Central ha sido y es una especie de “cueva financiera” de los gobiernos. 

Nuestros políticos, incapaces de liderar nada si gastan fortunas en ñoquis, acomodados, militantes rentados, votantes subsidiados, gobernadores feudales aliados, empresas prebendarias –es decir en todo el aparato que les permite comprar votos y apoyo- necesitan siempre más y más y más dinero. 

Así que primero malgastan todos los impuestos, después piden prestado a lo tonto y entran en default y después sencillamente hacen un asalto comando al Banco Central y lo ponen a imprimir pesos sin ton ni son, enterrándonos en inflación. 

Además, saquean los dólares del Banco Central, que son nuestros, para pagar las deudas que contrajeron para pagar su inmenso aparato político electoral. Transforman a nuestro Banco Central que debería cuidar nuestros pesos en una “cueva financiera” del gobernante de turno.

Eso es lo de siempre. Pero ahora están dando una vuelta de tuerca. Sergio Massa está transformando al Banco Central en una unidad básica al servicio de su campaña electoral. El primer paso se conoció anoche. 

Como hemos contado acá, todos los meses, desde hace muchos años, el Central hace una encuesta entre la cuarentena de consultoras, centros de estudios y economistas más prestigiosos del país para que hagan sus estimaciones acerca de qué va a pasar en los próximos meses con las principales variables económicas: inflación, dólar, tasa de interés, valor de los bonos, etc. 

Esa encuesta se conoce por las siglas REM y tiene mucha influencia en la definición de expectativas. Y siempre, religiosamente, ha publicado esos datos el primer viernes de cada mes. Según la tradición, al próximo REM lo íbamos a conocer el viernes 4 de agosto, el viernes de la semana que viene. 

Pero anoche el Central avisó que no, que lo va a difundir el próximo martes 15 de agosto, justito dos días después de las Paso en las que Massa quiere ser ungido candidato a presidente del kirchnerismo. Y justito cuando las expectativas de por sí negras sobre la economía de los próximos meses se oscurecieron aún más por la devaluación Frankenstein y oculta que acaba de ejecutar Massa, que hace prever más inflación y más incertidumbre.

El Central no da explicaciones. Dice informalmente que la razón es hacer que el REM se conozca junto a la difusión del dato de inflación del Indec, prevista para el mismo 15 de agosto. Pero nadie entiende cuál es la razón para eso.

Cuando no hay razón, la explicación se puede buscar preguntando a quién le conviene. Y acá parece que le conviene a Massa, que ya puso hasta la Anses al servicio de su campaña y acaba de transformar al Central en una unidad básica más.