Empresas estatales: caras, pero malas

Adrián Simioni

En la hecatombe fiscal e inflacionaria de Argentina hay un rubro del que poco se habla: son las 33 empresas completamente estatales que maneja el Gobierno nacional. 

Son un barril sin fondo de ñoquis, militantes y acomodados que cuesta cada vez más. Hoy un informe de La Nación reveló que en el primer semestre del año el Gobierno les mandó 14 millones de dólares por día para poder mantenerlas. De todas ellas, sólo dos tuvieron resultados positivos el año pasado.

Comen cada vez más dinero. En el primer semestre del año, según datos oficiales, Sergio Massa les mandó un 148% más de subsidios que en el mismo período del año anterior, por arriba de la inflación.

Todo eso es cada vez más difícil de bancar. Se financia todo con emisión de dinero, así que son la causa de parte de la inflación.

Hay un agravante, que desde Buenos Aires jamás se ve. Casi todos estos desastres económicos sirven para pagar empleos caros y prestar servicios ineficientes en el Gran Buenos Aires.

Por ejemplo, el elefante que más dinero mastica es Operadora Ferroviaria, que maneja los trenes de pasajeros del conurbano bonaerense. Este año, el Estado le mandó 960 mil pesos por mes por cada empleado. Y encima esos empleados son muchísimos: casi 24 mil. El doble de los empleados de toda la Municipalidad de Córdoba. 

Claro: la empresa no factura casi nada porque está todo subsidiado. Y como está todo subsidiado, nadie se molesta en eficientizar, en reducir los empleos parasitarios, en ahorrar costos. Es un viva la pepa que lleva décadas. Lo paga todo el país para el Conurbano y la Capital Federal.

Como Aerolíneas Argentinas. Un clásico. Aunque es un completo desastre, este año sumó 528 nuevos empleados. Hay que seguir acomodando parientes y militantes como sea. O como Aysa, la calamidad que maneja Malena Galmarini, la esposa de Sergio Massa, que para poder repartir agua en el Gran Buenos Aires necesitó en el primer semestre que todo el país le regalara 45 mil millones de pesos.

Es todo un desastre clientelar. Ni siquiera los defensores de las empresas estatales han propuesto nada para mejorar estos desastres que a veces impiden que crezcan empresas privadas (nunca pueden competir con esos subsidios), que no tienen ningún sentido porque no vienen a resolver una falla de mercado (como Correo Argentino o Aerolíneas) o que jamás han producido nada (como Yacimientos Carboníferos Fiscales de Río Turbio). 

Por ejemplo, no forman parte de un único holding que les imponga criterios homogéneos de administración o metas, como sucede en otros países. Ni auditan sus balances ante la CNV, donde se auditan las empresas privadas que cotizan en bolsa, como sucede en otros países para darles mayor transparencia. Estamos soñando despiertos: cómo van a hacer eso si la mayoría ni siquiera presenta balances en tiempo y forma.

Este es el imperio de los charlatanes, de los corruptos, los indolentes y los ignorantes. Un desastre carísimo que no logramos sacarnos de encima.