Esto ya ladra y mueve la cola como una híper

Adrián Simioni

¿Ya estamos en hiperinflación? Los economistas no se ponen de acuerdo en definir a partir de qué porcentaje de inflación una sociedad entra en híperinflación.

Pero lo que está claro es que tenemos todos los boletos comprados. Primero, los precios se están recalentando.

IPChoy es un indicador construido por Luis Cordi, un contador público y desarrollador de software cordobés que ha trabajado para Mercado Libre. Releva todos los días precios de artículos que se ofrecen en la mayor plataforma de comercio electrónico del país. A diferencia del Indec, además de alimentos considera precios de electrodomésticos, vehículos y varios rubros más. El año pasado registró una inflación de 108%, mientras para el Indec fue de 94,8%. Hay diferencias y hay que tomar los datos con pinzas.

Lo cierto es que, anteayer, IPChoy registró una suba de 3,79% en ese solo día. Y ayer una inflación de 2,66% en un solo día. En lo que va de abril, que todavía no terminó, la inflación acumuló 13,09%. Si uno proyecta mes a mes ese número en 12 meses te da una inflación acumulada de casi 350%. Eso no llega a los niveles que tuvimos en los saqueos de los 80 y 90, pero en un mundo sin inflación, como el actual, es un descalabro igual a aquel.

Los demás signos están a la vista. Por empezar, la falta de precios y el desabastecimiento creciente. Las consultoras más serias encuentran que más de la mitad de los precios que miden cambian en una sola semana. Muchos comercios, como corralones, han dejado de publicar sus precios en Internet. En las vidrieras tampoco se ven casi precios. Es cada vez más común que el precio que te factura la caja del súper ya no coincida con el de la góndola. No es que ahora son más piratas que antes. Es la velocidad enloquecida de los precios. Sin precios, además, faltan productos.

El otro signo: la recesión. La inflación a veces va acompañada de mayor actividad: restaurantes llenos de gente que quema sus pesos porque ya no puede ahorrar para un auto: es un repudio del peso. Pero, como pasa con los barcos que se hunden, en algún momento, el buque se da vuelta y da un efecto campana y da un efecto campana. Se traga todo. La capacidad de consumo finalmente se destruye. Ya no vas al restaurante porque no te alcanza para llenar la heladera. Y el círculo se hace vicioso. Los corralones que han dejado de vender por no tener precios, porque se retiran proveedores y porque sus clientes se quedaron secos, ¿con qué van a pagar los sueldos de sus empleados? Estamos en ese umbral.

Tercer signo: el desvarío. Los gobiernos, desesperados, empiezan a hacer cualquier cosa. Acusan a los críticos de sabotear, toman medidas desesperadas como quemar las últimas reservas de dólares o intervenir de hecho el Banco Central violando las leyes y pierden su autoridad.

Si no estamos en una híper, la realidad está ladrando y babeando como una híper.