Gerardo Zamora, el gobernador-dios

Adrián Simioni

Hay tipos que son innovadores. Y cambian el mundo. Desde Albert Sabin ayer, que con una vacuna en un terrón de azúcar desterró la poliomielitis. Hasta Elon Musk hoy, que amenaza llevarnos de turistas a las estrellas.

En Argentina también tenemos innovadores. Como el gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora. Hace 14 años que se intercala con su esposa en la gobernación. Pero muchos hacen eso. También es candidato en estas elecciones legislativas, aunque ya se sabe que no va a asumir. Se postula, escuchá, a tercer candidato suplente a diputado, o sea, el último orejón del tarro porque Santiago renueva tres bancas. Acá también, no hay novedad: ya hay otros gobernadores que hacen lo mismo.

Pero acá empieza la innovación. Primero, las elecciones nacionales a diputado, el 14 de noviembre, van a coincidir con la de gobernador de esa provincia. Y entonces es posible (y muy probable) que Zamora esté como candidato testimonial en esa lista y como candidato a gobernador... al mismo tiempo.

La otra innovación es que, en la foto de la boleta electoral de los candidatos a diputados Zamora excluyó a los cinco candidatos titulares y suplentes que lo anteceden en términos ordinales e hizo poner su propia foto, sólo la de él. O sea, está claro que Zamora es una especie de Big Brother de la política santiagueña, el Gran Hermano que monopoliza todas las imágenes. El gobernador goloso que quiere todos los botones del poder para él. Y para siempre. El gobernador dios, que está en todas partes y al mismo tiempo.

Ahora, para llegar al nivel Elon Musk o Albert Sabin, estos aportes de Zamora a la democracia y la república deberían llevarse a sus últimas consecuencias. Ir a fondo. ¿Qué necesidad de seguir manteniendo, por ejemplo, a los diputados que van a ser elegidos sólo porque Zamora lo ordena, porque él pone su nombre en la lista y gracias a que estampa su foto? Directamente, si el PJ zamorista gana las elecciones, habría que darle a Zamora un poder para ejercer a distancia el voto de las tres bancas santiagueñas y listo. Un sólo secretario en el Congreso es mucho más barato que tres diputados a los que encima hay que darles órdenes y explicarles cada cosa. Y el mismo criterio debería llevarse hasta las últimas consecuencias en la Legislatura provincial, donde a Zamora podría dársele directamente el poder de ejercer dos tercios de los votos para que pueda reformar la Constitución a su gusto. Y de paso, ya que estamos, podría él también ejercer de Corte Suprema de Santiago. Allí también se puede poner un oficial escribiente que sentencie lo que Zamora decida, bajo la gigantografía fotogénica del gran gobernador-dios de Santiago del Estero.