Hay muchos políticos intelectualmente deshonestos… y después está Kicillof

Adrián Simioni

El gobernador Axel Kicillof hizo campaña en contra de la ley bases y en particular del Rigi, el ya famoso y aún en barbecho Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones. No sólo su jefa, Cristina Fernández, se lo exigía. Kicillof quiere ser el jefe y eventual candidato presidencial de la oposición a Milei. Así que adoptó una receta un clara aunque un poco simplona: oponerse a todo.

Así que se opuso al Rigi. Presionó para que ningún legislador cercano a él lo votara. Y se plegó al mantra de los Juan Grabois de este mundo repitiendo que el Rigi es entreguista, colonialista, empobrecedor y todas esas cosas que les encanta decir.

Entonces YPF –que junto a Petronas quiere construir una planta para licuar y exportar el gas de Vaca Muerta antes de que el mundo deje de usar gas natural con la que sería tal vez la mayor inversión industrial de la historia- le avisó que, si su provincia no adhería al Rigi, entonces la planta, el puerto que debe ir con ella y toda la infraestructura se hará en Punta Colorada, Río Negro, cuyo gobernador, Alberto Weretilnek, ya hizo que su legislatura adhiera al Rigi, firmó el Pacto de Mayo, hizo votar a su única senadora a favor de la Ley Bases, aunque su único diputado votó en contra.

Ahora Kicillof se aviva de que por su culpa Bahía Blanca puede no sólo perder la mayor inversión de su vida sino ceder su centralidad petroquímica: a 500 kilómetros, en Punta Colorada, le saldría un competidor.

Entonces empieza a retroceder en chancletas. Pero no quiere admitir que lo suyo era puro relato. Y su deshonestidad intelectual queda cada vez más expuesta.

Primero: sus funcionarios prometen un régimen propio, más generoso que el Rigi. O sea que, en sus propios términos, Kicillof dice que quiere ser más entreguista que Milei: eliminar Ingresos Brutos, tasas municipales, permisos de construcción, estabilidad fiscal a 30 años, etc.

Segundo: miente. Es imposible que una provincia pueda otorgar más beneficios fiscales y de todo tipo que la Nación.

Tercero: es aún peor, porque si al final YPF fuera a Bahía Blanca, igual recibiría los beneficios del Rigi. Los beneficios que otorga la ley Bases son para todo el país. Se acumularían. En los términos de Kicillof los suyo sería colonialismo al cuadrado.

Cuarto: su doble discurso es obvio. Kicillof cuestiona al Rigi porque da beneficios solo a los grandes inversores. Si fuera así diría algo en contra de los municipios del conurbano que se han cansado de imponer tasas municipales inconstitucionales a los empresarios de estaciones de servicio o al agro. No dijo una sola palabra.

Quinto: gobierna sólo para el conurbano. Su discurso K que lo lleva a adherir al Rigi está dirigido a sus votantes del conurbano, a costa del futuro del interior bonaerense, en este caso Bahía Blanca. Lo mismo hace con el campo, al que condena a retenciones e impuestazos eternos.

Sexto: Lo suyo es muy oportunista. Mientras trata de usar el Rigi mientras sigue diciendo, en la Legislatura bonaerense la oposición –muy asociada a Kicillof- está buscando conseguir los votos para adherir el Rigi. Sólo le falta que un par de kirchneristas “rebeldes” se les sumen. Y entonces a Kicillof, entre comillas, “no le quedaría otra” que aceptar el Rigi. Tiene la mejor profe para estas hipocresías. Es lo mismo que hizo Cristina Fernández en 2022 cuando abandonó el Senado para no aprobar el acuerdo con el FMI que había firmado su presidente delegado Alberto Fernández, con la tranquilidad que su gobierno no volaría por los aires porque ya tenía asegurado que el acuerdo se aprobaría gracias a la generosidad de los opositores.

Es muy importante que veamos cómo el genio que clavó al país con los juicios multimillonarios de fondos buitres por el Club de París, la estatización mal hecha de YPF y el atraso tarifario, entre otras cosas, gobierna con semejante mezcla de oportunismo, hipocresía, doble discurso y deshonestidad intelectual. Porque este tipo quiere ser presidente. Nada menos.