La demencia fiscal no afloja

Adrián Simioni

El Estado está al borde de una nueva quiebra. Hace dos días, a duras penas, el ministro Sergio Massa logró convencer a los bancos de que le renueven una deuda en pesos impagables al menos hasta después de las elecciones, para dejarle el muerto al próximo gobierno. El mismo Massa le ha pedido de nuevo al FMI que por favor cambie sus estatutos para poder bajarle los intereses. Ya le dijeron que no.

Pero la demencia fiscal argentina no afloja. La semana pasada los diputados oficialistas bombardearon a su propio gobierno y prorrogaron la moratoria previsional para que 740 mil personas que no aportaron o no trabajaron se jubilen con jubilaciones más altas que las que estaban previstas para esos casos. Ahora el FMI le va a pedir explicaciones a Massa: "Escúcheme ¿cómo es que usted me vuelve a pedir limosnas mientras sus diputados no paran de quemar dinero?".

Pero la demencia fiscal no sólo hace que se gaste muchísimo más de lo que podemos. También son delirantes las prioridades del Estado. Porque los que ordeñan al Estado para ganar elecciones y perpetuarse en el poder no pueden parar.

Hay ejemplos todos los días. Uno chiquito: el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, acaba de renovar el plan por el cual les paga el viaje de egreso a todos los estudiantes que terminan el secundaria, de escuelas públicas y privadas. Los chicos se irán de viaje entre agosto y octubre, justo entre las elecciones Paso y las elecciones de octubre. Plan platita.

Eso sí: mientras Kicillof revolea viajes, en su conurbano bonaerense muchas escuelas decidieron cerrar por el calor. Argumentan que no pueden trabajar porque les faltan ventiladores. Esas son las prioridades de un Estado doblemente demente: gasta muchísimo más de lo que puede y gasta para conseguirle votos al que gobierna, no para brindar los servicios básicos que debe prestar.