La nueva receta para cambiar una Constitución provincial

Adrián Simioni

A partir de lo que sucedió el fin de semana Argentina acaba de dar un nuevo salto cualitativo institucional. Y hay un nuevo método para modificar las cartas magnas.

Supongamos que los santafesinos decidieran que quieren cambiar su Constitución. ¿Cómo deben hacerlo? Tienen que proceder así. Primero tienen que hacer todo lo que siempre se hacía, todos los pasos legales tradicionales. O sea:

-La Legislatura santafesina tiene que declarar la necesidad de una reforma y bajo qué condiciones se hará.

-Después, tienen que convocar a elecciones para elegir a los convencionales que tendrán que redactar la nueva constitución.

-Luego viene la elección en sí, donde todos los partidos tratan de obtener la mayor cantidad de convencionales.

-Los convencionales se reúnen y durante un tiempo debaten. Luego redactan la nueva constitución.

Acá debería venir, tradicionalmente, la jura de la nueva Constitución. Pero justo es donde han cambiado las cosas a partir de lo sucedido en Jujuy. Ahora el tema cambia. Para que rija el nuevo texto, ahora los santafesinos tendrían que mandárselo antes a Cristina Fernández. Si Cristina no está de humor para responder ella en forma directa, entonces hay que enviarles el texto a un sindicalista docente como Roberto Baradel, a un piquetero como Juan Grabois y al dueño de algún grupo autodenominado originario. O a quien Cristina o Máximo indiquen.

Si a Cristina o el triunvirato les gusta la nueva Constitución, entonces los santafesinos pueden jurar y darle para adelante con la nueva carta magna. Y, si a ellos no les gusta, entonces se abren dos posibilidades. Que los constituyentes elegidos por los santafesinos cambien el texto según lo que les dicten Baradel, Grabois y el jefe originario, como acaba de suceder en Jujuy con dos artículos. O que se anule la reforma y siga rigiendo la Constitución vieja y listo chau picho. No hay ningún problema.

Es un poco fascista y autocrático. La lógica legal se reemplaza por el caprichito personalista. Y también, admitámoslo, es un poquito antidemocrático y antifederal. Pero es sencillo. Es el nuevo orden institucional para las reformas constitucionales argentinas. Y está rigiendo desde el fin de semana.