La recesión en el país más raro del mundo

Adrián Simioni

El Indec le puso números a algo que todos podemos percibir con claridad: la recesión, que se sumó a la inflación. En los países normales, y en los manuales, la recesión y la inflación no suelen ir juntas. Al contrario: un poquito de inflación suele ser la señal de que la economía está recalentada. Entonces los bancos centrales suelen subir un poquito la tasa de interés para enfriar la economía y así enfriar también los precios.

Pero esto es Argentina. El país más extravagante del mundo. En mayo, dijo el Indec, la economía se hundió: la actividad económica cayó un imponente 5,5% respecto del año anterior. Y en los primeros 5 meses del año cayó 1,3% interanual. 

La sequía fue la principal causa de la caída. Y los sectores que tiraron para arriba fueron la minería (donde están entrando inversiones por el litio) y los hoteles y restaurantes, que aún están rebotando tras la paliza de la pandemia. ¿Qué dimensión tiene esto? 

El economista Andrés Borenstein lo puso en estos términos: la economía argentina de hoy es la misma de 2011. Claro que, como somos más habitantes, alcanza para mucho menos. Y por eso el consumo per cápita ha caído 15% desde entonces.

¿Qué viene para adelante? Una parte ya lo hemos visto desde mayo a esta parte. La falta de dólares, por ejemplo, conspira contra la actividad económica porque no se pueden importar todos los insumos necesarios para trabajar en varios sectores. 

El Banco Central lo emparchó alargando los plazos. Les dijo a los importadores: importá, poné los dólares vos y yo te los devuelvo en tres meses, después seis y así. Hoy ya acumula una deuda de unos 14 mil millones de dólares con esos importadores, que ya no tienen más espalda. Por eso, hasta algunas fábricas de alimentos han dejado de envasar ciertos productos, por ejemplo.

El rebote de la pandemia oficialmente terminó. Y ahora ya estamos de lleno en un complejo proceso electoral y de transición política para el que faltan cinco meses, con un fuerte ajuste fiscal en puerta, un Banco Central sin dólares forzado a endeudarse con China y una inflación que todavía vuela al 6% mensual. 

Una inflación que debería a esta altura ser deflación dada la recesión que todos sentimos. Pero, claro, eso es lo que sucedería en un país normal, no en el país más extravagante del mundo.