Lo que añoramos, no lo inculcamos

Federico Albarenque

La Navidad llegó y y con ella la tradición de regalar juguetes. Sin embargo, un fenómeno preocupante emerge en las estadísticas de este año: estamos comprando menos juguetes. 

Aunque las ventas navideñas en general han subido, los juguetes parecen quedar relegados a un segundo plano. Esto me lleva a reflexionar sobre la infancia y los recuerdos que todos atesoramos de esos momentos mágicos al abrir un regalo.

Las primeras estadísticas de ventas revelan que, a pesar de que los tickets de compra han aumentado, la proporción de juguetes en esas compras ha disminuido. La pregunta que surge es: ¿somos más tecnológicos ahora? ¿Han cambiado los tiempos y con ellos la manera en que los niños juegan?

Es innegable que la infancia se vive de otra manera hoy en día. Recuerdo la ilusión de abrir un paquete y descubrir un juguete que deseaba. Esa emoción parece desvanecerse en las nuevas generaciones. Los niños, cada vez más temprano, abandonan los juguetes, y los padres parecen no estimular ese juego. La tendencia a regalar tarjetas para cargar en videojuegos en lugar de juguetes físicos se vuelve cada vez más común.

La tecnología ha cambiado la dinámica del juego. En mi niñez, los juguetes eran parte integral de nuestra vida. Jugábamos con ellos hasta edades más avanzadas, mientras que hoy un niño de diez años ya no muestra interés en lo que antes considerábamos esenciales. ¿Es esto solo un fenómeno relacionado con la tecnología, o también hay un componente de responsabilidad parental en juego?

Los padres deben asumir un papel activo en la elección de regalos. Es fácil caer en la comodidad de regalar tecnología, pero eso no debe ser la norma. La decisión de no regalar tecnología y fomentar el uso de juguetes puede extender el tiempo de juego infantil. 

La nostalgia por aquellos días de juegos en el patio con un autito de plástico o construyendo pistas con materiales reciclables es palpable. ¿Por qué no intentar recrear esos momentos para nuestros hijos?

La responsabilidad de fomentar el juego con juguetes recae, en gran medida, en los padres. Lo que añoramos de nuestra infancia, a menudo no lo inculcamos en nuestros hijos. La pregunta que nos debemos hacer es: ¿qué legado queremos dejarles? La comodidad de la tecnología no debe reemplazar la importancia de los juguetes en el desarrollo de la creatividad y la imaginación de los niños.