"Plan probemos otra vez": la guerra de jugandito de Alberto

Adrián Simioni

El presidente va a lanzar hoy por la tarde la guerra más anunciada del mundo. Raro. Los generales suelen valorar el efecto sorpresa. Tampoco eligió un muy buen momento para anunciar una ofensiva contra la inflación: marzo y abril siempre son meses calientes para los precios y encima el gobierno tiene que empezar ya a subir los precios del gas y luz reprimidos durante dos años, encima agravados por la invasión rusa a Ucrania. O sea, el mariscal lanza la guerra justo en dos meses en que el ejército inflacionario se va a hartar de aumentar los precios.

Por lo que se sabe hasta ahora, lo que el presidente va a anunciar podría llamarse el "plan probemos otra vez que ahora sí va a salir bien". Aparentemente será el mismo combo de siempre de acuerdos y controles de precios, subas de retenciones, prohibición de exportaciones y amenazas de clausura. Jamás funcionó, pero a los gobiernos populistas argentinos aparentemente les basta con decir que sus intenciones son buenas para que nadie les exija resultados alguna vez.

Si la guerra se limita a eso, entonces será una guerra en jugandito, de mentirita, la de siempre. Porque si en verdad Alberto Fernández piensa darle batalla a los precios, entonces la guerra tiene que ser contra sí mismo: la inflación, en realidad, no es el aumento de los precios sino la pérdida constante de valor de la moneda, y eso es culpa y responsabilidad del propio gobierno, que no para de emitir dinero sin respaldo. Para derrotar a la inflación de verdad, Alberto tiene, antes que nada, que derrotarse a sí mismo, rendirse, entregar las armas, entregar todos los argumentos que vino dando hasta ahora, arriar la bandera del relato K de los últimos 15 años.

Porque es el gobierno el que provoca la inflación. Esto no se discutiría en ningún país del mundo. Pero esto es Argentina.

Y acá, para que su propio gobierno gire, Alberto tiene que pelearse, antes que con los almaceneros, con Cristina, la dueña del relato. Que acaba de dejarlo en banda, de rechazar el acuerdo con el FMI porque ella es buena, buena, buena y el FMI es malo, malo, malo, pero, eso sí, no suelta ni loca las chequeras del Estado que controlan sus empleados de La Cámpora. Ella hizo el acting de rechazar al FMI mientras que con un ojito vigilaba que la oposición garantizara que no habría default, para poder esquivar ese caos y al mismo tiempo seguir gastando a lo pavote y que al ajuste lo sigan haciendo los privados. Y eso es justo lo que permite el acuerdo con el FMI, al menos por un tiempito más.

Es a ella, a Cristina, a quien tiene que derrotar Alberto, si quiere empezar a pelear en serio, no en jugandito, contra la inflación.