Por qué Massa

Adrián Simioni

Sergio Massa finalmente está en el centro de la escena. Los mercados lo recibieron con mejoras en las cotizaciones. En los grupos empresarios que siempre lo han alimentado hay cierto optimismo. A diferencia de lo que pasó hasta ahora.

¿Por qué? Bueno, por empezar Massa es un maestro para autopromocionarse. El mejor ejemplo es que ya todo el mundo lo llama “superministro”. Superministro era Cavallo, que manejaba la la Anses, la Afip, el Banco Central y los ministerios de Obras Públicas, Energía y Trabajo.

Pero lo más importante es que Massa es su propio jefe político y es muy ambicioso: quiere ser presidente.

Veámoslo de este modo. Massa tiene tres grandes opciones a la hora de elegir un rumbo.

Una. Puede hacer lo mismo que hizo el gobierno Kirchnerista hasta ahora. Pero eso lo llevaría directo al incendio. Tanto Alberto como Cristina vieron el abismo la semana pasada. Y por eso le dieron el poder. Para que trate de esquivarlo. Así que podemos asumir que Massa no va a tratar de hacer lo mismo.

Dos. Massa puede hacer algo distinto, dejar de espantar dólares y dejar de imprimir pesos para calmar un poco la economía e ir tirando. Massa puede hacer esto tímidamente, apenitas, sólo para que el gobierno pueda terminar su mandato. Algo así como el “Plan llegar” Eso ya les serviría a Cristina y Alberto para zafar. Pero no le serviría a él: nadie llega a ser presidente con semejante decadencia.

La tercera opción de Massa es más aguerrida. Dejar de espantar dólares y de imprimir pesos pero no sólo para llegar al 2023, sino para cambiar las expectativas. Demostrar, más o menos para marzo, que él fue capaz, al menos, de empezar a cambiar el rumbo del Titanic. Para eso deberá pisar los callos de gente de su propio gobierno: sindicatos estatales, piqueteros, gobernadores y todos los que viven del Estado. Es lo que Cristina le impidió hacer a Martín Guzmán y lo que Batakis dijo que iba a hacer. Pero ahora Cristina está asustada: el dólar a 350 fue un presagio negro. Ella misma llamó a Massa.

Pero Massa no es ni Guzmán ni Batakis. No es un funcionario; es un político. No arriesga el capital político de Alberto o de Cristina -que ya están para la jubilación-, sino que pone en riesgo su propia carrera a la Presidencia. Y Massa es un audaz, que sabe que está ante su última oportunidad.

Su ambición, su egoísmo, puede llegar a ser lo mejor que nos pueda suceder.