Prohibimos no prohibir

Adrián Simioni

Ya prohibimos exportar carne, cultivar más yerba, el aterrizaje de aviones, la producción de cerdos a gran escala... No importa nada. Por ejemplo, prohibimos la minería a cielo abierto en medio de la estepa patagónica, no importa que no haya un solo curso de agua en kilómetros y kilómetros a la redonda. A veces prohibimos sólo para quedar bien con cuatro ambientalistas sacados que se aprovechan de cierta ignorancia o apatía popular. Por ejemplo, Chubut prohíbe el uso de glifosato. Es como prohibir los homicidios en Marte. ¿Quién cultiva soja o maíz en Chubut?

Lo importante es prohibir. Todos los días algo. Ayer la Legislatura de Tierra del Fuego prohibió cualquier tipo de cría de salmones. No importa que el mayor productor del mundo sea un país con galardones ambientales como Noruega, que con tecnología viene reduciendo en forma consistente el impacto ambiental de esa actividad. Prohibimos. Todo. ¿De qué piensan vivir los fueguinos? ¿Piensan quedarse para siempre con el tajadón de los impuestos que paga el resto del país? ¿Ensamblar para toda la eternidad teléfonos caros que estamos obligados a comprar por ley? ¿O extraer cada vez más gas y petróleo, una actividad realmente contaminante que no parece molestar tanto a los legisladores fueguinos porque de ahí pueden sacar regalías y mantener los aparatos políticos?

Ayer también la Corte Suprema le puso la lápida con un fallo a la discriminatoria ley de la Provincia de Buenos Aires que prohíbe que una farmacia tenga la forma jurídica de una sociedad anónima. Como era muy abuso hacer una ley prohibiendo con nombre y apellido que la cadena de farmacias Farmacity se instalara en la provincia, los legisladores bonaerenses encontraron esa forma. Los argumentos son insólitos aún en un país extravagante como este en el que ya pocas cosas sorprenden. Y arcaicos. Los legisladores que impulsaron la prohibición dicen que una sociedad anónima trata los medicamentos como una mercancía, mientras que para una farmacia es un bien social. Que se sepa, en cualquier mostrador al mismo medicamento hay que pagarlo. En realidad, el único objetivo es responder al lobby de los farmacéuticos, que quieren garantizar la perpetuidad de sus tradicionales monopolios zonales. Ojalá la exitosa vocación por el atraso de los bonaerenses no contagie a legisladores de provincias como Córdoba, que también tengan ganas de llevarnos, de los pelos, de nuevo al siglo pasado.