Si no te gusta una teoría K, acá tenés otra

Adrián Simioni

Es curioso cómo el kirchnerismo usa distintas teorías para decidir quién es el autor de un delito según le convenga. Los juristas, los teóricos del derecho penal, deben estar perdidazos.

Por ejemplo, en el caso de la corrupción de la obra pública, para el kirchnerismo Cristina Fernández no tiene absolutamente nada que ver con Lázaro Báez. Falta que digan que nunca lo conoció. Báez fue constructor sólo mientras los Kirchner fueron presidentes, se quedó con el 11% del presupuesto de obras públicas de todo el país y casi todo el santacruceño durante 12 años, está probado que lavó millones de dólares de un enriquecimiento imposible de explicar, compró centenares de departamentos, casas, estancias y empresas, y su patrimonio se mezcló con el de los Kirchner a través de compraventas de inmuebles, construcción de hoteles, alquileres de hoteles y administración de propiedades. Lázaro hasta le construyó el mausoleo a Néstor. Pero igual Cristina no tiene nada, nada, nada que ver con todo eso. En esta teoría K de la autoría delictiva tendríamos que encontrar a Cristina forzándolo con una pistola a Lázaro a robar un banco para que los K admitieran al menos que un fiscal sospechara de la vicepresidenta.

En cambio, en el caso de la ley contra el odio que ahora impulsan los grupos más fachos kirchnerismo la teoría que subyace es muy distinta. Por ejemplo, para ellos es obvio que las críticas de media docena de periodistas contra Cristina son la causa, incluso una especie de orden subliminal dirigida a criminales desequilibrados que entonces van y disparan contra la vice. Y si un diario publica un gráfico explicando por qué falló la pistola Bersa, es una instrucción para que nadie falle en el próximo atentado.

O sea: por un lado, Cristina ni siquiera le dio alguna vez la mano a Lázaro, aunque los veamos juntos en fotos de archivo. Por el otro, Lanata y Majul le dieron la orden de atentar contra Cristina a Fernando Sabag Montiel.

La primera teoría les sirve para armar el escándalo que armaron sólo porque un fiscal se atrevió a pedir una condena para Cristina. La segunda les sirve para intentar -por enésima vez, porque hace años que lo intentan- callar a quienes no repiten como loros los salmos del kirchnerismo.

No es que estén desquiciados. Es que tienen un plan. Se llama impunidad con silencio. No lo digo yo. Lo dicen ellos. Ayer, por ejemplo, ministros, jueces y profesores vinculados a la Universidad Nacional de La Plata pidieron juicio académico contra el diputado Martín Tetaz sólo porque Tetaz se atrevió a opinar que el atentado de Sabag Montiel no es violencia política sino la acción de un desquiciado. Ese es el silencio que quieren imponer.

Y el senador formoseño José Mayans dice que para lograr la paz social lo que hay que hacer es parar el juicio de Vialidad. Cristina manda a Parrilli a corregirlo: no basta con "parar" el juicio; quiere que le pidamos disculpas y que nunca jamás se nos ocurra volver a sospechar de ella, o sea, quieren definitivamente ponerla por arriba de la ley. Esa es la impunidad.

Para esto están usando el atentado. Para imponer la impunidad y el silencio con la épica de los pibes para la revolución (que ya no son pibes), mientras hacen el ajuste contra el que se cansaron de cacarear.