Tus diputados te están gastando (a cuenta)

Adrián Simioni

En el país más delirante del mundo todos los días pasan cosas locas. Pero estamos acostumbrados. Ni nos damos cuenta.

Miren lo que pasa hoy. Por un lado, el presidente va a firmar un decreto de necesidad y urgencia para subsanar una grave ilegalidad: el Ejecutivo ha estado 6 meses gastando una fortuna, todo el presupuesto público, sin tener una ley del Congreso que le diga en qué gastar, como exige la Constitución. Está gastando a ciegas. Nuestros diputados, nuestros representantes, lo ignoran.

El año pasado el oficialismo no logró aprobar el presupuesto para este año. Es como en los '80, cuando se llegaron a aprobar presupuestos al año siguiente de que se hubiera gastado la plata. En medio del caos de la hiper, había dejado de tener sentido el permiso del Congreso. Ahora es más o menos igual. De hecho, el gobierno había estimado para 2022 una inflación del 38%. Y ahora, en el DNU, figuraría algo entre el 60 y el 70%.

Pero, al mismo tiempo que vivimos en la imprevisión total, los diputados oficialistas aprobaron ayer una ley que dice que la recaudación de los próximos 50 años de tres impuestos deberán destinarse sí o sí a financiar a la burocracia cultural del Estado. O sea: los diputados no saben si los tres impuestos del caso van a existir, pero exigen que, si esos tributos persisten, se destinen sí o sí a bancar:

1- Burocracias que no sabemos si tendrán sentido para entonces, como el Enacom que controla medios de comunicación.

2- Cosas que tal vez ya son anacrónicas hoy, como las bibliotecas populares o el teatro.

3- Cosas que en medio siglo seguirán siendo incapaces de existir sin subsidios, como muchas películas.

No quiero ser mal pensado, pero nuestros diputados se están burlando de nosotros, nos están gastando. Los mismos tipos que fracasan en ordenar y controlar cómo se gastó nuestra plata en los últimos seis meses, quieren decidir hoy el gasto público a cuenta, quieren decidir en qué gastar los impuestos que pagaremos en el año 2072.

Díganme si este no es el país más delirante del mundo.