Una historia lamentablemente un común, un remate insólito

Adrián Simioni

Vengo a contarles una historia lamentablemente común, pero con un remate insólito.

Se trata del intendente de Gilbert, un pequeño pueblo entrerriano. El intendente se llama Ángel Fabián Constantino. Asumió en 2019 en representación del peronismo. A poco de andar empezó a acumular denuncias por acoso y abuso sexual, con episodios que comenzaron incluso antes de que asumiera, luego de ser electo. Sus víctimas se animaron a denunciarlo y eso inició un proceso judicial que, hace apenas 10 días, concluyó en una sentencia.

Lo condenaron por tres casos a 14 años y medio de prisión. La Justicia consideró probado que Constantino abusó y acosó a tres mujeres que eran empleadas del municipio, sobre las que ejerció su poder como empleador y jerarca. Sus abogados han negado todo, aduciendo una mezcla de conspiraciones políticas, el carácter "mujeriego" del intendente y su supuesto "atractivo" irresistible sobre "las mujeres". No vamos a entrar acá en el detalle del calvario que describieron las tres víctimas.

Lo interesante es lo acolchado, lo cómodo que parece haber sido todo el proceso para Constantino. Por ejemplo, durante todo el proceso, el intendente estuvo en prisión preventiva domiciliaria, pese a los muchos testimonios acerca de que se iba de su domicilio y a que, incluso, la Justicia constató que se acercó a sus víctimas pese a que lo tenía prohibido. Además, Constantino siguió cobrando su sueldo, incluso cuando el año pasado, la presión de su propio partido hizo que el intendente pidiera una licencia. La pidió con goce de sueldo, y la consiguió. Hasta hoy, nunca dejó de cobrar.

Y ahí viene lo insólito. Una vez ya condenado por abusar y acosar a las empleadas del municipio, Constantino, como si nada hubiera pasado, volvió a pedir ayer una licencia sin goce de sueldo. El lunes, los concejales de Gilbert se reunirán para decidir si acceden al pedido o no, si terminaremos teniendo presos a sueldo del Estado o no. Lo único que faltaba. Deberán reunirse y ver qué hacen con este criminal condenado que parece ser completamente incapaz de mirarse a sí mismo, de tomar conciencia de lo que hizo, de ejercer la menor autocrítica y de ir por todo lo que se pueda, lo que resta, lo que pueda manotear en medio de la caída sin ponerse colorado ni morirse de vergüenza.