2024: el año en el que volvió el crédito

Claudio Zuchovicki

El 2024 fue un año marcadamente financiero. Si observamos cómo arrancó el año en comparación con cómo terminó, vemos que el dólar, el riesgo país, las acciones y las empresas argentinas pasaron por transformaciones notables. Hace un año, debatíamos la posibilidad de una hiperinflación; hoy, discutimos el retorno del crédito.

Esto plantea una pregunta clave: ¿los mercados celebraron la anticipación de un 2025 mejor o simplemente lo que se evitó en 2024? Creo que hay un poco de ambas cosas. Por un lado, se festejó lo que no ocurrió: el temido default, la escalada incontrolable del dólar, o una crisis de magnitudes mayores. Por otro lado, también hay una cierta esperanza de que el 2025 marque el inicio de un ciclo enfocado en la economía real.

El 2024 fue un año en el que las finanzas hicieron su parte: el riesgo país bajó, se abrieron puertas al crédito y surgieron instrumentos novedosos. Por ejemplo, el crédito mostró un aumento mensual del 17% en noviembre. Si bien se parte de una base muy baja, este crecimiento simboliza un cambio de tendencia. Incluso se presentaron productos innovadores, como el pagaré móvil, que se aleja de los instrumentos tradicionales al permitir transacciones en especie, ajustadas a la realidad del productor o empresario.

El pagaré móvil es una promesa de pago flexible, que no necesariamente utiliza moneda como referencia. Por ejemplo, un productor agrícola podría comprometerse a pagar con toneladas de soja en lugar de dólares o pesos, lo que le permite manejar su deuda de manera más acorde a su actividad productiva. Esto abre un abanico de posibilidades para quienes prefieren operar con bienes que producen en lugar de depender de una moneda que puede sufrir devaluaciones o volatilidad.

Este avance financiero no solo es una novedad técnica, sino un paso significativo hacia la recuperación del crédito, un recurso esencial en cualquier economía. El crédito es justicia social: permite que quienes no tienen dinero ahorrado puedan acceder a bienes, servicios o inversiones que de otro modo estarían fuera de su alcance. Sin crédito, solo quienes tienen dinero disponible pueden prosperar, perpetuando desigualdades.

De cara al 2025, el desafío será trasladar esta recuperación financiera al ámbito de la economía real. La microeconomía será protagonista: producción, empleo y emprendimientos estarán en el centro de la discusión. Será un año donde cada actor económico, desde una pequeña radio hasta una gran empresa, dependerá de su capacidad para competir y generar valor.

La conversación pasará de temas como las LELICs o el dólar oficial a cuestiones que afectan directamente a las personas: cómo mejorar en el trabajo, cómo crecer de manera sostenible y cómo construir una economía que beneficie a más argentinos.

El 2024 nos mostró que se pueden evitar los peores escenarios y sentar bases para algo mejor. Ahora, el desafío será convertir esas bases en una economía más inclusiva y dinámica, que no dependa solo de las finanzas, sino que priorice la producción y el bienestar.