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Los Suburbios del Fútbol
Ariel Raúl Medri
No es el nombre de un programa de TV sino la curiosa historia del futbolista que menos jugó en la historia de River.
FOTO: Ariel Medri, en su casa de Maggiolo, Santa Fe.
Diego Borinsky
No exageramos para nada si afirmamos que hay millones de personas en nuestro país que patean una pelota de fútbol. De esos millones, una pequeña porción lo hace federativamente, representando a un club. De esos miles que representan a un club en todo el país, una porción más pequeña aún consigue jugar en la primera división de la máxima categoría de la AFA. Un lujo, realmente.
De esa porción muy pequeña, una más pequeñísima aún logra hacerlo en un club grande. Ya los que encima llegan a conseguirlo con la camiseta de River o de Boca, por citar a los dos clubes más populares del país, son realmente integrantes de una minoría muy pero muy selecta.
Cualquier hombre que alcanzó a jugar profesionalmente en la Primera División de River (o de Boca) debe sentirse un privilegiado. Encarna el sueño de cualquier hincha. Ahora bien, ¿qué podría sentir un hombre que atrapó ese deseo tan potente de multitudes futboleras pero que sólo accedió a hacerlo durante 2 minutos? ¿Prevalecerá en su interior el orgullo o la decepción? ¿Pesará más en su memoria la felicidad por lo que fue o la tristeza por lo que podría haber sido?
Para tratar de contestar estas preguntas, vamos a conocer la historia de Ariel Raúl Medri, 53 años, santafesino de Maggiolo, poseedor de un récord muy particular sobre el que los periodistas deportivos no solemos detenernos: Medri es el futbolista que menos jugó en la historia de River (dentro de los que jugaron al menos un partido, lógicamente).
Es una historia muy singular, atada a un partido todavía más singular, cargado de múltiples condimentos.
Para arrancar, vamos a los datos fríos y sus circunstancias. El 2 de mayo de 1987 se disputa la última fecha del campeonato 1986/87. Torneo de 20 equipos de todos contra todos, ida y vuelta. Como corresponde. Como ocurre en la mayoría de las ligas serias. La de nuestro país, todavía lo era. A la última jornada, la 38, llega puntero Rosario Central, que viene de lograr el ascenso en la temporada anterior. Lo dirige Don Angel Tulio Zof. Dos puntos abajo, todavía con ilusiones (en tiempos en que el triunfo vale aun 2 puntos) se ubican Newell’s Old Boys e Independiente. Central debe visitar a Temperley, que pelea con Platense por no ser el segundo descendido (Deportivo Italiano ya está condenado). Con el empate, Central será campeón y protagonizará una hazaña única en el fútbol argentino: hilvanar un ascenso y un título en primera en años consecutivos. Para eso debe al menos empatar.
El Celeste llega un punto arriba del Marrón en los promedios. Platense va al Monumental para enfrentar al multiestelar River del Bambino Veira que hace 5 meses ha tocado el cielo con las manos al coronarse campeón del mundo en Japón, pero que en este campeonato naufraga por la mitad de la tabla. No juega por nada. Platense debe ganar y esperar que Temperley no lo haga, para tratar de zafar del descenso, una especialidad que lo viene distinguiendo desde hace una década y que lo caracterizará hasta 1999.
“Yo arranqué jugando en el Sportsman Carmelense, de Carmen, un pueblo que está a 60 km del mío, cerca de Murphy, la ciudad de Mauricio Pochettino, Nazareno Bisconti y Daniel Gazzaniga, del que soy primo hermano”, repasa Medri, desde su casa en Maggiolo, el pueblo de 2 mil habitantes del sur de Santa Fe donde nació, en el empeine de la bota, casi pegado al límite con la provincia de Córdoba.
"Me había ido a probar a River en el 82, no e fue muy bien -continúa Medri-, después fiché en Vélez, donde jugué un año hasta que me dejaron libre, y entonces me fui a jugar al Sporting de Laboulaye, un Argentino B, digamos. A fines del 85 insistí otra vez en River y Don Adolfo Pedernera y Martín Pando me subieron el pulgar. Eso sí: el club no me podía dar alojamiento ni comida, todavía no estaba la pensión de inferiores en el club. Les dije que me quería quedar igual, entonces mi primo, que ya atajaba en las inferiores del club, me llevó a hablar con Hugo Santilli, el presidente, para que me dejara vivir en la concentración de la primera, en el primer piso del Monumental, al lado de la confitería, donde sigue estando hasta el día de hoy. Mi primo ya vivía ahí, Santilli me dio el permiso, y me quedé. Fue una felicidad tremenda. Unas 20 personas de Carmen igual hicieron una vaquita y me bancaron, porque yo comía en la confitería del club pero tenía que pagarme la comida. Esa gente me dio una mano terrible”.
En el sur del gran Buenos Aires, Temperley se pone en ventaja al final del primer tiempo con un gol de Ricardo Dabrowski y Newell’s, que vence 2-0 en el Parque al descendido Italiano, alcanza en la cima a su máximo rival. En este instante, hay un desempate por el título entre los dos grandes de Rosario, tranquilamente puede desatarse la tercera guerra mundial.
En el Monumental, River salta al campo con José Miguel; Rubén Darío Gómez, Nelson Gutiérrez, Pablo Erbín y Joge Gordillo; Gustavo Zapata, Américo Gallego, Claudio Morresi y Pipo Gorosito; Antonio Alzamendi y Pedro Salaberry. Insistimos: River no juega por nada, pero para el Bambino Veira terminará siendo un partido muy especial. Aunque él no lo sabe en ese momento, quizás intuya algo, será su despedida de River, su último ingreso al Monumental como DT.
Hugo Santilli considera que el plantel se le ha ido de las manos, después de haberlo ganado todo el año anterior (campeonato local con vuelta olímpica en la Bombonera de yapa, primera Libertadores de la historia, primera Intercontinental de la historia) y buscará un entrenador con más disciplina y conocimientos tácticos, campeón con Ferro en 1982 y 1984, Carlos Timoteo Griguol. Veira no es tonto y percibe un runrún de cambio, pero todavía no sabe que está despidiéndose de River esa misma tarde. El primer tiempo finaliza 0-0. Platense se está yendo a la B después de 11 años en la máxima categoría.
“En enero del 86 me incorporé a las inferiores, fue un año increíble: River no paraba de ganar, en el club estaban todos felices -prosigue Medri con su relato-. Jugué algunos partidos en cuarta y un par de meses después el Nano Areán, ayudante del Bambino, vino a buscar a 5 o 6 chicos para subir a la reserva y entrenarnos con la primera. En reserva teníamos un equipazo, y en las prácticas nos matábamos para mostrarnos: estaban Caniggia. Pasceri de 9, Pedrito Salaberry, Gabriel Perrone de 2, Spotorno de 3, yo jugaba de puntero izquierdo, siempre fui zurdo. Cani ya era una bestia, volaba, le quedaba chica la reserva. Eso sí, le preguntabas contra quién jugábamos al día siguiente y no tenía idea, no le importaba el rival, ni quién lo podía marcar, vivía en su mundo. Un personaje lindo, sano, buen compañero, pero en su mundo".
Y prosigue: "Mientras tanto, yo vivía en la concentración del club, en la pieza del fondo, con mi primo Gazzaniga, el padre de Paulo, hoy arquero del Tottenham. Cuando concentraba la primera para un partido, comíamos en la cocina. Un día vino el Bambino y me dijo: ‘venga, pibe, coma con nosotros’, pero yo no quería, me daba vergüenza. Después se acercó el Tolo y me dijo que me dejara de joder. Todo el 86 y medio 87, los 18 meses que estuve en River, viví ahí, en la concentración”.
En el arranque del segundo tiempo, River se adelanta 1-0 a los 4 minutos con un gol de Morresi y a los 15, Mariano Aponte en contra, pone el resultado 2-0 para el local. Platense está hundido. En el sur, Omar Arnaldo Palma empata de penal a los 17 minutos y Central respira: es el campeón, aventaja por un punto a Newell’s, que golea a Italiano de local, mientras Independiente empata con Vélez. De ahí hasta el final, Central y Temperley no se agreden futbolísticamente demasiado, prefieren conservar lo que tienen; el empate les sirve a los dos, porque el Canalla es campeón y el Celeste se salva, mientras Platense pierda o empate. Y Platense está perdiendo por dos goles. Todo bajo control.
Pero el fútbol siempre se reserva una sorpresa. El Chamaco Rodríguez, ex jugador de River y DT del Calamar, manda a Miguel Angel Gambier a la cancha, promediando la segunda parte. El Pampa es un 9 de área: descuenta a los 22’ e iguala a los 37’ de penal, luego de una insólita mano del Tolo Gallego a la salida de un corner (salta y hace una de vóley), que generará suspicacias y comentarios maliciosos en los días posteriores. Con un gol más, Platense vencerá a River e igualará a Temperley en los promedios para forzar un desempate. Ya en los minutos finales del partido, el Bambino llama a dos de los suplentes para hacerlos ingresar.
“Yo venía metiendo goles en la reserva, me acuerdo de que el Nano Areán, que era un gran motivador, me dijo: ‘si seguís haciendo las cosas bien, en cualquier momento el Bambino te va a llevar al banco de la primera’. Yo le decía que era imposible, con todos los jugadores importantes que había arriba: Funes, Alzamendi, Caniggia, Morresi, Centurión, Navarro... ‘No pierdas la esperanza, laburá para estar ahí’, siguió el Nano. Y andaba derecho, ¿viste cómo son los delanteros de racheros, no? Hacía poco le había metido un gol a Boca en la reserva, ganamos 4-2, y la revista River me hizo una nota. La cuestión es que en esa semana previa a la última fecha, Alzamendi viajó a Uruguay a hacer unos trámites y el Bambino habló mucho conmigo, me dijo que si Antonio no llegaba, me ponía de entrada a mí. Y el uruguayo no llegaba. Me pidió que me preparara mentalmente para eso, no lo podía creer, pero Antonio llegó el jueves, un día antes de definir el equipo.
-Gurí, perdón que vine, ya lo vas a entender cuando seas más grande -se disculpó Alzamendi, un tipazo, super humilde, siempre nos decía ‘guri’ o ‘gurises’.
-No hay drama, Antonio, el puesto es tuyo -le contesté.
-Tranquilo, ya vas a tener otra oportunidad, no te preocupes”.
No la tuvo.
A los 88 minutos de partido, según las crónicas periodísticas, Veira mete los dos cambios: ingresan Ariel Raúl Medri en reemplazo de Pedro Salaberry y Daniel Sperandío por Néstor Gorosito. Un minuto después, el Pampa Gambier sella su tarde soñada convirtiendo su tercer gol sobre el arco de la Figueroa Alcorta ante un Gato Miguel que viene sacando una tras otra. Sobre el final es expulsado Gallego y Platense concreta el milagro: gana 3-2 y fuerza un desempate con Temperley. En el sur, nadie comprende lo que está ocurriendo en Núñez, cómo se pasa en pocos minutos del 2-0 al 2-3. Ya no hay tiempo para reaccionar y buscar el triunfo, el entrenador Rodolfo Motta sufre una lipotimia y es retirado en camilla hacia los vestuarios. Rosario Central da la vuelta olímpica. Cuatro días después, Platense superará 2-0 a Temperley en cancha de Huracán y lo mandará al descenso. El Bambino Veira ya forma parte del glorioso pasado de River Plate.
-Fue la primera vez que me senté en el banco de suplentes de la primera -evoca Medri-. Calenté como 20 minutos y el Bambino nos metió al final, no recuerdo qué me dijo, sí que fui a la izquierda, porque yo jugaba allí, y también me acuerdo de que toqué una pelota, de eso estoy seguro: una pelota toqué. Recibí un rechazo de la defensa, se la pasé al Tolo, después la perdimos, vino el ataque de Platense y el tercer gol de Gambier. Eso fue todo.
-Fue raro lo que pasó en ese partido, hubo muchas sospechas a partir de la mano de Gallego.
-Platense siempre fue muy amigo de River en ese aspecto. Fue raro, hoy te ponés a mirar los planteles de los dos y no te pueden dar vuelta un partido dos goles abajo. Se había hablado mucho en la semana, los famosos llamados telefónicos entre capitanes, nosotros éramos unos pichis, no cortábamos ni pinchábamos, pero bueno, el fútbol tiene estas cosas, no podría asegurarte nada.
-¿Enseguida te tuviste que ir de River después de ese partido?
-Se fue el Bambino, vino Griguol, y antes de viajar a la pretemporada en Villa Giardino, Timoteo nos juntó a los pibes de primer contrato y nos dijo que éramos 44 profesionales, que no íbamos a poder jugar ni en reserva, nos aconsejó que fuéramos a préstamo a otros clubes. Bien Griguol, nos habló claro antes de ir a la pretemporada y nos llevó igual. El Pato Míguez se fue a Instituto con mi primo Gazzaniga; Dalla Líbera y Zapata pasaron a Temperley, y yo me fui a Talleres con una opción de compra de 60 mil dólares. En Talleres me agarró Sebastián Viberti, que me hacía entrar seguido, recuerdo que le metí un gol a Racing de Córdoba. Después agarró la Pepona Reinaldi y con él ya no tuve buen feeling. Al terminar el préstamo volví a River y quedé libre.
-¿Para dónde enfilaste?
-De ahí nos fuimos con unos compañeros a probarnos 50 días a Italia, al Larcianese. Pasamos la prueba pero había un problema: no teníamos contrato de trabajo y sólo podíamos quedarnos 3 meses. O saltar la frontera y volver a entrar, eso lo hacían algunos. Nos tuvimos que volver, me fui a Güemes de Santiago del Estero a un Argentino C, en el 90/91 jugué en Villa Dálmine algunos partidos en el Nacional B porque allí estaba Jorge Dominichi de entrenador, que me había tenido en River, y luego, por un conocido de mi primo, terminé en Macará de Ambato, Ecuador, donde futbolísticamente me fue muy bien, pero nos pagaron 4 meses de 8 y nos tuvimos que ir. Me cansé del manoseo, ya tenía a mi hija Natalie de 4 años y acababa de nacer Leonel, así que me volví y arreglé con Centenario, un club de la liga venadense, donde además de jugar dirigía a los chicos de 15 años, y después cerré la carrera jugando en Sarmiento de Maggiolo, en mi pueblo, hasta los 33 años, también por la liga venadense.
Actualmente, a los 53 años, Ariel Raúl Medri trabaja en la cabina de peaje de la ruta 8, entre Venado Tuerto y Arias, 6 días de tarea por 2 de descanso, en turnos de 8 horas. “Los domingos me escucho 70 mil partidos, siempre prendido a Cadena 3, ahí en la cabina no te podés aburrir porque pasan autos todo el tiempo, a veces cruza el Colorado Lussenhoff, que es de la zona, y charlamos un ratito”, asegura. Por otro lado, como “fanático del fútbol”, tal como se define, no ha podido cortar el cordón con la pasión de toda su vida: hizo el curso de entrenador en Canals, sudeste de Córdoba, entre 2006 y 2007, y desde entonces dirige en su pueblo, en el club Sportivo Sarmiento, a chicos de entre 4 y 10 años en la escuelita, y a la 5ª y 6ª división en cancha grande. En total tiene a 100 chicos a su cargo.
-¿Les contás a esos chicos que jugaste 2 minutos en la primera de River?
-No, no me gusta, no soy de contar esas cosas, uno trata de volcar lo mucho o poco que aprendió en su paso por el fútbol, y trato de llevar a los chicos del pueblo a probarse en clubes importantes, ahora tenemos a Matías Sánchez en la 6ª de Independiente, por ejemplo, esa es la mayor satisfacción de uno: llevar a probarlos y que queden. Vamos a Belgrano, el otro día fuimos a Sarmiento de Junín. Le damos una buena base acá, pero estamos muy lejos de la competencia de AFA. Por suerte tenemos materiales en el club: pelotas, conitos, hay una nutricionista, un psicólogo, los aconsejo para que traten de aprovechar cosas que nosotros nunca tuvimos. A veces reniego porque das una charla y los chicos por ahí están en otra, no te dan bola, yo tengo el chip de antes, pero bueno, sé que al final lo terminarán valorando.
-¿Sabés que sos el hombre que menos jugó en la historia de River?
-Sí, eso lo sabía, porque hay un hombre de Venado Tuerto, Juan Farías, que lleva unas estadísticas espectaculares de River, va siempre al Monumental con sus cuadernos. El me dijo que yo jugué 90 segundos y que iba a mandar ese dato al Guinness, al final creo que no lo llegó a hacerlo.
-¿Te da orgullo o bronca tener esa marca?
-Orgullo, hombre, para mí es algo intachable, espectacular. Porque a esos 2 minutos le agrego los 18 partidos en la reserva, todas las prácticas que compartí con esos monstruos campeones de América y del mundo. Yo era vergonzoso, pero igual escuché muchos los consejos de los grandes, como del Cabezón Ruggeri, el Tolo Gallego, Patricio Hernández, recuerdo mucho sus palabras, también las del Pelado Centurión, que tenía un corazón inmenso. Para mí fue un privilegio compartir entrenamientos y comidas con esa gente, estar 18 meses en River, más allá de haber jugado sólo 90 segundos. “Gringo, por más mal que te vaya en el fútbol, siempre está bueno llegar a la casita y, si se puede, comprarles una casita a tus viejos. Si no vivís del fútbol, que el fútbol te ayuda a vivir”, me remarcó el Tolo, recuerdo como si fuera hoy esas palabras. Y fue así, tal cual. Además, ese minuto y medio en River después me permitió ir a Talleres, probarme en Italia, competir en Ecuador… Ojalá hubiera podido jugar más en River, claro, pero compartir vestuario con los campeones de todo, ese grupo con humildad espectacular, fue genial, inolvidable.
-Me imagino que guardás esa camiseta como un tesoro.
-¡Vos sabés que no! Ahí me quedó una espina: no pude llevarme la camiseta de aquel partido. Esa tarde con Platense jugamos con la roja que tenía tres tiritas blancas, con el leoncito, hermosa, pero en esa época nadie se podía llevar la camiseta, alguno que otro de los jugadores importantes por ahí cambiaban, pero te las cobraban una fortuna, así que no me la pude quedar. Sí tengo en casa, en un cuadrito, la camiseta con la banda que usé en reserva.
-¿Mantenés contacto con algún compañero de aquel plantel?
-Con Gabriel Perrone nos comunicamos seguido, el año pasado volvió a River para dirigir en las inferiores, está muy contento. Con el uruguayo Rubens Navarro también me mensajeo cada tanto, y después con Pichi Fauro, ex dirigente de Talleres.
En tiempos de cuarentena, Ariel ha dejado su vocación docente futbolera en pausa. “No cobro nada del club, claro, sólo lo haré cuando volvamos al campo de juego”, explica, como si fuera obvio, y enseguida planta bandera con una declaración de principios: “Si vos me decís en qué lugar me gustaría morir, te contestaría: en una cancha de fútbol, dirigiendo, debe ser la mejor muerte, es la pasión que uno lleva desde chiquito y que gracias a Dios no la he cambiado”.
Esa pasión por el fútbol, como era de esperar, Ariel se la traspasó a sus cuatro hijos, aunque sólo lo practican sus dos varones (no sin ciertos reproches de Nicole, la niña más pequeña). Leonel Ezequiel, el mayor, categoría 91, estuvo en Belgrano entre el 2007 y el 2011. Fichado por Daniel Primo, jugó un par de partidos en la reserva del Pirata, fue compañero de categoría de Zelarayán y de pensión de Guido Herrera, que algunos años después se transformaría en estandarte de Talleres, pero no llegó a firmar contrato profesional. “No tengo más que palabras de agradecimiento para la gente de Belgrano, lo trataron bárbaro a Leonel, lo acompañaron en el colegio, el club tiene un muy buen manejo con psicólogo, tutor, buen alojamiento, después pasan muy pocos el filtro final. De 42 chicos le hicieron contrato sólo a 3, el resto quedó libre”, destaca Ariel.
Gianluca, su segundo hijo varón, tiene 16 años, juega de delantero por ambas bandas y explotó en 2019: metió 22 goles en 26 partidos en su pueblo. Su padre suele sumarlo al grupito de chicos que viajan a las ciudades grandes cuando existe alguna prueba en clubes importantes.
Quién sabe, quizás algún día llegue a River. Y pueda jugar más que dos minutos. De todos modos, su papá exhibe con orgullo y felicidad aquellos 90 segundos dorados de fútbol.
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